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A Miguel le pareció algo inapropiado el cometario de Diego.
― Como si yo fuera responsable de esta separación. ―replicó él
―No dije eso. Pero debes reconocer que tu orgullo no te deja perdonarla. ―dijo Diego
― ¿Tú qué sabes? ¿Por qué no mejor dejas de hacer este tipo de cometarios?
―Tranquilo…
― ¡Pues no te metas en mi vida!
― ¡¡¡Oigan!!! ―gritó Roberta― No peleen. Tú Miguel, no te pongas así.
―Pues es que sólo falta que me diga cómo debo reaccionar ante lo que pasó… ―se quejó él
―Nosotros solo estamos tristes por verlos así. Cálmate. ―pidió ella
―OK, perdón si te molestó tanto… ―agregó Diego
―No… No pasa nada… Disculpen… Estoy bastante… En fin.
―No te preocupes.
―Mejor me voy. Supongo que de todos modos el ensayo queda cancelado…
―Algo así.
―Pues… nos vemos…
Roberta esperó que se fuera, para que luego dijera lo que tenía en la mente.
―Esto no puede quedar así. Hay que hacer algo.
― ¿De qué hablas? ―preguntó Diego
―Miguel tiene que perdonarla.
― ¿Y nosotros que tenemos que ver con eso? ―cuestionó Lupita
―Pues…
―No, Roberta. ―interrumpió su amiga, adivinando lo que venía― Es asunto de ellos.
―Pero no soporto verlos así. ¿Vieron sus caras? ¿Vieron como se puso Mía?
―A ver ella sólo está pagando las consecuencias de sus actos. ―intervino Giovanni― Se lo buscó ¿no?
―Otra vez empiezas… ―se quejó Roberta
―Mira, por muy amiga que seas no puedes meterte en sus vidas. ―agregó Diego― Además ya viste como se puso Miguel por lo que dije.
―Ay… ―de repente pareció tener una idea― ¿Y si los encerramos juntos en un lugar y así los obligamos hablar?
― ¿¿¿Qué???
― ¡Sí! Tal vez se ponen a hablar seriamente y… y…
―Te falta un tornillo ¿o qué?
―Oigan, yo mejor me voy. Además tengo cosas más importantes que hacer… ―avisó Giovanni
― ¡Pues vete! ―replicó Roberta alterada
―Yo también, tengo una tarea en… literatura. ―dijo Lupita, algo nerviosa
― ¿Ya ves como reacciona la gente ante tus locas ideas? ―preguntó Diego, al quedar a solas
―Diego, piénsalo. ―contestó, ignorando aquel cometario
―Según Miguel, ellos no tienen nada más que hablar…
―Tal vez ni le dio a Mía la oportunidad de hablar… ¡Diego! No perdemos nada…
― ¿Y según tu, dónde podríamos meterlos? Y además impedir que salgan…
―En tu apartamento. ―afirmó Roberta, sin pensarlo dos veces
― ¿¡Qué!?
―Sí, ya no te pongas tan sorprendido. Es el lugar perfecto.
―Pues te recuerdo que estamos en el colegio y no podemos salir cuando se nos pega la gana.
―Y eso se arregla con unos permisos. Hablamos con Franco.
―Ay, Roberta…
― ¿Verdad que todo está muy bien pensado?
―No sé… ―murmuró
― ¡Vamos! ¿Qué perdemos?
―Puede que Miguel se enoje.
―Se le va a pasar.
―Que terca. ¡OK! ¡De acuerdo!
― ¡¡¡Sí!!!
Muy contenta por tener su acuerdo y apoyo, le dio un beso en la boca. El no tardó en corresponderle, para luego interrumpirlo bruscamente.
― ¿Y cuándo sería esto?
―Mañana, después de clases.
― ¿Y bajo que pretexto los llevamos ahí? ―cuestionó
―Pues…
― ¡Aj! ¡En eso no pensaste!
―Algo se me va a ocurrir, es la parte más fácil.
―Si tú lo dices…
―Cállate. Mejor dime donde habíamos quedado… ―pidió, volviendo a besarlo
―En eso… ―logró murmurar
Al día siguiente, Roberta no perdió el tiempo y se encargó de obtener los permisos para Mía y Miguel. Luego, ellos fueron avisados de que habría reunión en el apartamento de Diego.
―Pero para eso necesitamos permisos… ―le recordó Mía
―Yo hablé con tu padre. También para el de Miguel.
― ¿Por qué hablaste tú cuando podía hacerlo yo?
―Pues… Mira, no te encontraba y además no tenemos mucho tiempo porque a penas lo decidimos y… ¡Tú me entiendes!
―Qué raro…
―Claro que no. Nos vemos en una hora en el patio central. ¡Bye!
―Pero…
―Bye, Mía. ―repitió mientras ya se iba
A la hora de salir del colegio, Mía y Miguel comprobaron que estaban sólo ellos dos en el patio.
―Hola… ―dijo ella muy nerviosa
―Hola. ―contestó, sin al menos mirarla
― ¿Y los demás?
―Ni idea…
De pronto, el celular de Mía avisó la llegada de un mensaje.
― “Mía, Diego y yo salimos más temprano. Giovanni y Lupita están rumbo al apartamento. Sorry. Ahí los esperamos a ti y a Miguel.” ―leyó cada vez más sorprendida
― ¡Genial! ―contestó Miguel sarcástico
―Pues… tenemos… que ir para allá ¿no…?
―Ajam…
Sin embargo los dos seguían inmóviles, cada uno esperaba que el otro fuera primero.
― ¿Vamos?
―Ve, te alcanzo. ―dijo él

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