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pesar del estado delicado en el que se encontraba, Mía logró juntar fuerzas y avanzar hacia el lugar donde Miguel yacía, aún inconsciente.
―Miguel… Despier… ¡¡¡Ay!!!
― ¿Qué pasa? ―preguntó Axel al oírla gritar
―Está sangrando… Llamen… una ambulancia…
―Sí, señorita, la ambulancia está en camino. Usted también necesita que la examinen… ―avisó un oficial de policía
―Miguel… resiste… ―suplicó ella con la voz apagada― Por favor… 
―Mía… ¿Jorge logró lo que…
―No me…  no me hables de eso…
―Bueno, disculpa. ―respondió Axel
Ratos después, Roberta, Diego, Santos y Lupita llegaron al hospital, donde tuvieron que quedar esperando noticias. Pero la espera resultó insoportable, ya que los minutos pasaban y nada sucedía.
― ¡Voy a ver qué pasa! ―les avisó Roberta
―Esperemos un poco más… ―sugirió Diego
― ¡¡¡Pero nadie viene a decirnos como están y yo no puedo esperar!!!
―Viene Mía. ―les avisó Santos
Roberta se dio la vuelta casi al instante y al ver a Mía quedó sin palabras.
―Mía… ¿Estás bien? ―preguntó Diego
Ella lo negó a través de un movimiento de cabeza, luego abrazó a Roberta, echándose a llorar. Los demás se miraron preocupados.
―Jorge es un monstruo… ―logró Mía decir
―Tranquila… Por favor…
―Miguel trató de salvarme y… y ahora está aquí… Tengo miedo….
―Mía… ¿Qué fue lo que exactamente pasó?
―No quiero recordar… No quiero hablar de eso…
―OK, OK… Tranquila.
―Si a Miguel le pasa algo, será mi culpa… ―se quejó Mía
― ¿Qué cosas dices? Claro que no…
―Porque me empeñé en ir a hablar con Axel…
―A Miguel no le pasará nada. Y no es tu culpa, deja de pensar así.
Tuvieron que esperar unos ratos más hasta que por fin llegó el doctor. Para Mía, la espera fue una verdadera tortura. Sabía que Miguel no había recuperado el conocimiento y eso la hacía pensar en lo peor.
―Desafortunadamente, no les tengo buenas noticias…
―Ay no… ―susurró Roberta
―El paciente recibió un golpe muy fuerte en la cabeza… ―los miraba preocupado― que lo dejó en estado de coma.
― ¿¿¿¿Qué????
Si los demás gritaron, Mía no fue capaz. Ya era demasiado por un día.
― ¡Mía! ―exclamó Roberta, al ver que se había desmayado
―Señorita…
De inmediato dos enfermeras se acercaron para atenderla.
― ¡Llévenla a un salón! ―pidió el doctor
―Pobre…  ―murmuró Lupita, después de que ya la habían llevado de ahí
― ¡Esto ya es demasiado! ―soltó Diego― Doctor… ¿cómo que Miguel está en coma?
―Es consecuencia del golpe recibido.
―Pero… va a despertar ¿verdad? Díganos que va a despertar… ―pidió Roberta
―Eso no lo podemos saber. Puede despertar en cualquier momento, pero también puede despertar en unos días, unas semanas… En el peor caso… nunca.
―No…
―No puede ser…
―Lo siento mucho… ―contestó el doctor
―Esto es una pesadilla…
―Quería avisarles que deben llamar a algún familiar del paciente…
―Su madre está en Monterrey. Pero podemos llamar a su tutor. ―apuntó Diego
―Sí, hágalo, por favor. Y que me busque.
Poco después, Mía despertó en una cama de hospital. Tardó unos momentos en reponerse y comenzó mirar confundida en su alrededor.
― ¿Qué hago aquí?
―Sufrió un desmayo. Ahora debe descansar. ―le avisó la enfermera
― ¡Miguel!
―Quédese tranquila por favor…
―Tengo que ver a Miguel… Déjeme ir…
―No, señorita. Además el paciente no puede recibir visitas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras no dejaba de recodar las palabras del doctor. Aún trataba de asimilarlas, de aceptar que todo lo que estaba pasando era real. Un sentimiento de culpa fue creciendo en su interior, torturándola. Maldijo una y otra vez el momento en el que se le ocurrió ir a hablar con Axel. Una vez más, sus decisiones traían problemas y una vez más Miguel salía dañado.
Por suerte apareció Roberta, que corrió a abrazarla, intentando consolarla un poco.
―Yo tengo la culpa de todo… ―se quejó llorando
―No, eso no es verdad… El único culpable es el… tarado de Jorge.
―Pero… ―se apartó― Si yo no hubiera ido al apartamento, nada habría pasado…
―Igual se hubieran encontrado, en otra parte. Ese tipo está enfermo y no iba a descansar hasta…
― ¿Puedes creer que un día me acosté con él? ¿Puedes creer que por culpa de esa basura Miguel tuvo que sufrir?
―No vuelvas a atormentarte con eso. Lo sucedido entre ustedes ya es historia… Y Miguel ya lo superó. Eso es lo que importa…
―Roberta… Todo lo que pasamos Miguel y yo… surgió debido a aquella aventura… Fueron consecuencias de la aventura…
―Mía…
―Por habernos acostado, Jorge está obsesionado conmigo y quiso abusar de mí hoy. Y casi mató a Miguel para conseguirlo…

Pasaron un par de días llenos de sufrimiento y de incertidumbre. Mía se negaba dejar el hospital por más de unas horas, y siempre regresaba con la esperanza de recibir buenas noticias. Soñaba con entrar al salón de Miguel y encontrarlo despierto.
―Mia… No puedes pasar todo el tiempo aquí… no te hace bien…
―Mira, Vico… No trates de convencerme. Yo…
―Perdón que te diga pero estás esperando algo que nadie sabe cuándo va a suceder… Y tú vas a tener que seguir con tu vida…
―Ponte en mi lugar… ¡Ese hombre está ahí por haberme salvado! ¡Después de todo lo que le hice en el pasado! Y yo quiero y debo estar a su lado. No lo voy a abandonar, al menos que él me lo pida…
            De repente alguien las interrumpió:
― ¡¡¡Mía!!! Mía…
― ¿Qué pasa, Roberta? ―preguntó, al ver a su amiga corriendo y casi gritando
― Mi… Es que… ¡¡Despertó!!
― ¿¡¿Qué?!?
―Sí, Mía. ¡Miguel despertó!
            En ese instante, Mía siguió su primer impulso, el de ir corriendo hacia el salón de Miguel. Al verla, Diego se apartó para dejarle camino libre.
―Miguel… ―murmuró llorando― Despertaste… ¡Despertaste! ―exclamó feliz
            Por unos segundos, el silencio remplazo cualquier posible respuesta o reacción, ya que Miguel aún estaba muy confundido y trataba de entender qué sucedía en su alrededor.
―Miguel ¿me oyes?
            Esta vez, él quedó viéndola y susurró su nombre.
―Mía…
―Voy a llamar al doctor. ―anunció Diego, para luego salir del salón
― ¿Qué… ¿Dónde… estoy? ―cuestionó Miguel
―En el hospital. Re… recibiste un golpe y pues…
            Calló y esperó que Miguel recordara lo sucedido.
― ¿Estás bien? ―preguntó él de repente
― ¡¡Sí!! Yo estoy bien. Gracias a ti…
―No… pude… defenderte… de ese… tipo…
― ¡Claro que lo hiciste! Porque llegaste justo a tiempo y… En fin, mejor ya no hables… Estás muy débil, acabas de despertar y…
― ¿Qué me pasó?
―Recibiste un golpe en la cabeza. ―tardó en contestar
―Y sí que fue fuerte… me siento muy raro… débil, sin mucha fuerza…
―Es que…
            Justo entonces llegó el doctor.
―Señorita, le voy a pedir que deje el salón.
―Sí, sí, por supuesto…
            Comenzó dirigirse rumbo a la puerta, sin dejar de mirar a Miguel.
            De regreso a la sala de espera, abrazó a Vico y a Roberta, llorando de felicidad.
―Cálmate, ya todo está bien… 
―Sí… ―murmuró, al apartarse― Ya había empezado tener mucho miedo…
―Ni pienses en eso. ―replicó Roberta― Despertó. Y ahora sí por fin acabaran los problemas. Jorge está preso, Axel se arrepintió y está de nuestro lado.
―Queda por ver si Miguel aún me quiere en su vida…
―No digas tonterías. ―interrumpió Roberta― Y no empieces a angustiarte por problemas que ni existen. Ven…
            Volvió a abrazarla, aún más fuerte.
―Gracias… no sé qué haría sin ti… ―confesó Mía
―No exageres. ―bromeó
            Más tarde, cuando el doctor le dijo que Miguel insistía que quería verla, no supo si sentir emoción o miedo. Pero al menos estaba tranquila sabiendo que el estado de coma no había traído consecuencias y que pronto iba a dejar el hospital.
―Qué bueno que vuelves. ―apuntó Miguel
            Incapaz de contestarle, sólo logró sonreír levemente.
―Acércate…Por favor.
―Sí… Dime…
― ¿Estás bien? ―cuestionó sorprendido
― ¿Por qué lo preguntas?
―Te noto muy nerviosa.
―Es que… ―suspiró― Con todo lo que sucedió, ya no… ya no sé a qué esperarme… y como me dijeron que querías verme, no dejo de preguntarme qué quieres decirme.
― ¿A caso tienes miedo de que vaya a decirte algo que no quieres oír?
―Sí, algo así…
―Entonces supongo que debo pasar al grano para que dejes de preocuparte tanto. A ver, siéntate aquí…
            Ella obedeció callada.
―Lo único que sé... es que nuestro amor sigue vivo a pesar de los tropiezos. A estas alturas, nada nos puede separar. Sé que podemos superar lo que sea.
            Observó como los ojos de Mía se humedecieron y quedó boca abierta, como a punto de decir algo. Buscó su mano y se la apretó, tratando de hacerla ver que aquello era real, de que él seguía a su lado y no iba a dejarla.
―Te amo, Mía…
― ¡Yo también te amo! ―exclamó, mirándolo fijamente
            Era hora de dejar de quejarse por sus propios errores. Si Miguel le había perdonado todo y lo había superado, era el momento de hacerlo ella también. Sólo perdonándose a sí misma, iba a poder hacerlo feliz a él, a ofrecerle su amor incondicional.
            Tras observarlo por unos instantes, se inclinó hasta que sus labios podían rozar y lo besó. Fue un beso largo, apasionado, un beso que la estremeció y la hizo revivir. Una muestra de amor que marcaba, para ella, un nuevo principio. Sin remordimientos, sin quejas, mirando atrás sólo para recordar qué era lo que nunca debía repetir.

ENSEÑAME A PERDONAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora