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Un par de horas después, llegaron de vuelta al hotel y fueron a almorzar en el restaurante.
―Lástima que ya tengamos que volver. ―dijo ella
―Hay que ver el lado bueno. Pasamos aquí unos ratos maravillosos.
―Así es. ―agregó sonriendo
―Debo reconocer que tu idea fue genial. Además de lo que vivimos aquí, ahora estamos más relajados, más tranquilos…
―Qué bueno que lo reconozcas. ―bromeó Mía
―Siempre.
―Sí, claro.
―Obvio. ―contestó imitando su forma de decirlo a veces
Mientras, Axel estaba en colegio, hablando con Sol, la compañera de año de los chicos.
― ¿Entendiste lo que debes hacer?
― ¡Of course! O sea… No soy tonta.
―Entonces aquí tienes parte de los sobres. Cada día, pones uno en algún lugar donde ella los encuentre rápido. Y si Miguel también los ve, mejor.
―Sí, yo me encargo.
―Perfecto. Ahora me tengo que ir, incluso ya estoy tardando. ¡Hablamos!
―Chau, guapo.
Quedó mirando aquellos sobres, con una sonrisa maliciosa en su rostro.
―Ay, lo que te espera… ―dijo, al quedar sola― ¿Qué tal si empiezo hoy mismo? ¡Sol, eres un genio!
Horas más tarde, Mía y Miguel volvieron y decidieron ir directamente rumbo al colegio, ya que fin de semana estaba acabando.
Al llegar a su cuarto, Mía no tardó en ver el sobre que había en su cama.
― ¿Y esto?
Lo abrió para averiguar más, ya que por fuera sólo había escrito “Para Mía”.
― “Hola. Por fin me atrevo dar una señal. Quiero que sepas que te admiro y me gustas mucho. Tu admirador secreto…” ¿¿¿Qué???
Quedó helada, mirando el papel con unos ojos grandes y la boca abierta, incapaz de añadir algo. Lo más frustrante era no ver ningún nombre, no saber a quién buscar y pedirle explicaciones.
―Ojala sea una broma… ―murmuró finalmente
Aquello le dio vueltas por el resto del día. Quedó dormida pensando en eso y despertó, al día siguiente con lo mismo en la mente. Necesitaba hablarlo con alguien pero decidió no hacerlo, esperando que fuera sólo una mala broma.
Sin embargo, durante el uno de los recreos, se tomó la desagradable sorpresa de ver que esa persona seguía. En su pupitre encontró un nuevo sobre.
―Mía ¿qué es eso? ―preguntó Vico
― ¿¿Qué cosa??
―Eso. ―agregó, señalando el sobre
―Nada. ―contestó nerviosa
Quiso ocultarlo pero Vico fue más ágil y lo arrancó. No evitó leerlo.
― ¡Ay no!
Mía ni se atrevió preguntar que estaba escrito.
― ¿Tienes un admirador?
― ¡Baja la voz!
― ¿Desde cuándo? ―cuestionó, obedeciendo
―Ayer recibí el primer sobre. Yo pensé que era una broma pero veo que… que ese tal admirador sigue.
― ¿Qué vas a hacer?
―Pues nada. ¿Qué puedo hacer?
Vico quedó viéndola angustiada.
―A ver… ¿Por qué me miras así?
―Imagínate qué pasará si algo así llega en manos de Miguel. ―susurró
― ¡Ay no! ¡Vico! ―suspiró― Nada más esto me faltaba… ―se quejó
―Cierto…
―Si sigo recibiendo estos sobres… y si Miguel estará conmigo cuando los encuentre… ¡No! No quiero ni pensar…
―Hay que pensar en algo si eso sucede.
―Es que Miguel no confía en mí. Nada de lo que yo le diga para justificar esto me servirá.
―Pues…. Oye pero al fin y al cabo tú no tienes la culpa. No hiciste nada malo, ni conoces a ese tal…
―Es verdad pero… Tengo miedo…
Horas después, antes del ensayo, Mía decidió pedir la opinión de Roberta. Aprovechó que sólo ellas habían llegado a la bodega.
―Mía ya dime. Habla.
―OK… Estoy recibiendo anónimos de un admirador secreto y no sé qué hacer.
Lo dijo todo muy rápido y sin mirar a su amiga.
― ¿¡Qué!? Híjole…
―Ayúdame.
― ¿Cómo? ¿En qué?
― ¿Qué tal si recibiré más? ¿Y si Miguel los ves? ¿Qué hago?
Roberta no le contestó de inmediato, pues pensó muy bien en lo que iba a decirle.
―Le dices la verdad a Miguel. Hoy. Antes de que recibas otros.
― ¿¿¿¿Qué????
―A ver… ¿Recuerdas cuando intentamos ocultar lo de tu engaño e inventé otras cosas? ¿Y qué pasó? Él terminó averiguándolo todo.
―Tienes razón…
―Hay que aprender de los errores. Y por cierto, tú no hiciste nada ahora, no sé porque tienes miedo.
―Porque desconfía de mí.
―Aj… eso sí puede traer problemas…
― ¿Lo ves?
De pronto se oyeron unos pasos y las voces de Miguel y Diego, así que el tema quedó cerrado.

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