Capítulo 29

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Capítulo 29: Adorable


Megan se acercó a la ventana para ver como Campbell se alejaba con paso descuidado. Se apoyó en el vidrio, cuidando de estar cubierta por la cortina, y se quedó ahí hasta que Campbell dobló la esquina. La necesidad de tenerlo cerca y al mismo tiempo lejos iba a volverla loca.

Busco su teléfono y marcó el número de Ted, realmente no esperaba que contestara, no lo hizo las veces anteriores.

No quiso pensar más en el tema. Ignoró la voz de su mente que le susurraba que no lo dejara pasar, que rememorara todo. Estaba cerca de descubrir la identidad de Ted, pero de repente ya no quería saberlo. Esos hombres la confundían como ninguno y lo odiaba.

¡Al diablo! Mañana era sábado y no tendría que ir a trabajar, de todas formas no creía poder conciliar el sueño, su cabeza tenía demasiados pensamientos correteando. Iría abajo a por una taza de café. La idea de terminar la botella de vino abierta era tentadora, pero no era buena, considerando que le apetecía ir al patio y bailar. Primero tenía que dejar de querer reírse y llorar al mismo tiempo. Con los pies descalzos bajo las escaleras tratando de no hacer ruido, pero de tanto en tanto se le escapa la risa.

Hombres, quién los necesitaba de todos modos.

Ella no lloraba y ni siquiera sabía por qué razón quería hacerlo. Lo iba a achacar a la frustración. El control de la situación se le escapaba de las manos, es decir, uno no juega una partida de ajedrez con piezas faltantes (no que supiera jugar).

Una vez que tuvo su bebida salió al patio y se sentó al lado del gnomo de jardín que su madre insistió en que le regalaran.

—¿Tú que me miras?

El gnomo no respondió y si lo hubiera hecho habría gritado.

—Mira, esto es lo que sucede —se recostó sobre su costado y levantó su vaso, fue cuando se dio cuenta de que se había traído la botella de vino abierta. —¿Cómo llegó esto aquí? ¿Lo sabes? No importa, mejor no desperdiciar. Todo comenzó con un odioso mensaje y...


Elias pasó el peso de su cuerpo de una pierna a otra, incapaz de quedarse quieto. Megan estaba hablando con un adorno de jardín. A esa distancia daba la impresión de ser una conversación unilateral y muy entretenida, gesticulaba con las manos y en dos ocasiones casi tira el contenido de la botella. Mañana (dentro de unas horas) iba a comprar un candado para ponerlo en la alacena donde guardaban el alcohol.

Norah entreabrió los ojos para verificar si su esposo seguía en la ventana con el ceño fruncido. Minutos antes el ruido de la puerta de la entrada los despertó, armados con un florero y el plumero salieron a verificar. Edward cargaba a Megan, quién era muy mala para fingir, tratando de ser silencioso se abrió paso por su casa. Silencioso, era la palabra clave. Murmuraba en voz baja y trataba de despertar a Megan. Esa era una escena que no se veía seguido. El nerviosismo del pobre muchacho era adorable.

Lo que estaba pasando era obvio, solo que Elias no se daba cuenta. Por su parte dejaría que las cosas se dieran naturalmente. Norah cerró los ojos y volvió a dormir, soñando con los nietos que tendría en el futuro. ¿A quién se parecerían? ¿Inquietos y traviesos como Megan? Tal vez fueran más como los que buscan lugares tranquilos para leer. ¡La dicha que está por venir!

***

Diez días para navidad.

Megan: Foto.

Ted: Buenos y gloriosos días también.

Megan: Serían buenos si tuviera una foto de una adorable cabra bebé.

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