Capítulo 31

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Capítulo 31: Consejos y astas


Megan se dio con que había un candado en la alacena donde guardaban los vinos, en especial las cosechas del 94. Toda bebida alcohólica estaba bajo resguardo de un candado con una nota de su padre. Lo más extraño es que hasta los gnomos del jardín desaparecieron.

—Un café sería mejor —Norah encendió la luz de la cocina, no comentó nada acerca del estado de su hija. Tarareo en voz baja mientras ponía la cafetera en el fuego.

No quería café, quería algo más fuerte, que la ayudara a calmar las ansias asesinas. Las palabras que debió de haberle dicho atoradas en su garganta y por sobre todo lo estúpida que se sentía. Tuvo que darse cuenta, las pequeñas señales estaban ahí. Dejó que se divirtiera a su costa, que se acercara demasiado.

Una taza de café humeante fue puesta debajo de su nariz. La sonrisa de madre que tenía Norah hizo que fuera difícil rechazarla.

—¿Alguna vez te conté cómo conocí a tu padre?

—En el restaurante donde papá trabajaba —respondió distraída. Sus manos inquietas tomaron la cucharita y comenzaron a echar el azúcar pese a que le gusta su café puro.

Norah negó con la cabeza, la sonrisa aún persistía. —Fue mucho antes. Lo golpeé con mi bolso porque pensé que era un acosador. Incluso llegamos hasta la puerta de la comisaría antes de aclarar el malentendido.

—¿Papá, un acosador? —Su papá era como el hombre amable que regalaba dulces en las películas para niños. No tenía pinta de ser un delincuente, ni mucho menos un acosador.

—En ese entonces no lo conocía. A raíz de esa mala impresión no me agradaba, él hizo de todo para poder hablar conmigo. Justo como Edward hace.

La cucharita resbaló de su mano y cayó sobre la bebida salpicando el mantel de flores. Edward, Edward, ¡estaba harta! Todos estaban obsesionados con él sin saber lo miserable que podía llegar a ser.

—Hoy fue un día cansado, será mejor que me vaya a la cama —empujó la taza todavía llena.

—Alto ahí jovencita. Ven y toma un café con tu mamá.

—Son las once —señaló el reloj de la pared—, no es una buena hora para tomar café.

—¿Pero si para beber?

Y por eso Norah era la más lista de la casa. Megan volvió a acercar la taza a regañadientes, se limitó a escuchar a medias la historia de cómo se conocieron sus padres. Solo le prestó atención cuando volvió a escuchar el nombre de ese tipo.

—¿Tienes que mencionarlo a cada momento?

—Quería saber si me estabas escuchando. Veo que si, al menos una parte. Tu cara lo dice todo.

—¿Puedes ver lo molesta que estoy?

Era obvio que Norah disfrutaba de esa conversación. —Tal vez, pero mi trabajo como madre es fingir que no lo noto. Mi trabajo es dar consejos no solicitados y hacer ver lo equivocada que estas. Del resto se encarga tu padre. Es un trabajo en equipo.

Megan prefirió ignorar lo que dijo. —No me agrada. No quiero que me agrade.

—Ay, cariño. No decidimos eso, si es el correcto las cosas se dan de manera natural.

Megan quiso decirle que se equivocaba, que toda esa situación fue planeada, que la usaron como una pieza de ajedrez.

—Si no te importara no estarías viendo la manera de robar la llave del candado de los licores, ¿me equivoco? La ira y el dolor vienen porque de verdad te importa. Es hora de replantearse las cosas. Es tarde para negar que cruzaron la línea.

¿Por qué tenía que ser él?

—Puedes gritar, si lo deseas, pero tarde o temprano tendrás que hablar de ello. Vas a tener que hablar con él y ver si están en la misma página. Cuando eso suceda traelo a casa y preséntalo formalmente.

—No hay ninguna relación. Ni tampoco la va a haber.

Norah sonrió, prefirió guardar silencio ante la testarudez de su hija.

Al final Norah consiguió su cometido, para cuando Megan subió a acostarse estaba más cansada que molesta. Todavía quería romper algo, a Edward y donde más le doliera, no que lo fuera a hacer.

***

Edward lanzó el saco sin importarle donde caía, la noche no fue como espero, no es que esperaba que Megan se lanzará a sus brazos (eso solo pasaba en su alocada imaginación). En su mente, al saber la verdad ella le gritaba e insultaba sin parar, no se iba para no verle la cara. ¡Había salido huyendo!

Adorable tomó impulso y saltó sobre la reja de su corral, donde dormía por las noches. Vio a Edward acostado en el sofá con un brazo sobre sus ojos. Con la energía contenida durante todo un día fue directo a su costado descubierto. A Edward se le salió el aire, giró y cayó al suelo con un fuerte ruido. Le tomó varios minutos recuperarse, se valió de largas respiraciones antes de poder mirar a la cabra. Ya ni podía estar triste con tranquilidad.

—Ay no —el quejido le salió más agudo de lo que llegaría a admitir.

Sobre la adorable cabeza de la cabra había dos protuberancias que tenían pinta de que iban a crecer más. Ellis se equivocó, porque esas eran pequeñas astas. Tuvo la necesidad de pasar saliva al sentir la garganta seca.

—Por todos los santos. ¡Tienes astas!

Más consternado por su reciente descubrimiento que por lo sucedido horas antes, terminó durmiendo en el sofá con el traje puesto.

Al final fue una navidad que nadie olvidaría. 


Capítulo publicado en junio, 2024. 

¿Queda algún lector por ahí?  Si no es así no puedo culparlos. 


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