Capítulo 30: Fiesta de navidad
24 de diciembre
Ella anunció su llegada con un fuerte: jo, jo, jo. Tenía una barba blanca que se le caía por el mentón y un especie de traje de navidad de cuero. Esther salió con los brazos extendidos, dispuesta a darle un abrazo rompe huesos a su hija mayor, pero se detuvo cuando la sombra de otra persona se proyectó. Un hombre grande, tanto a lo alto como a lo ancho, se paró en el umbral de la puerta. A diferencia de Ella, su abundante barba no se le caía y era real.
—Familia, él es Ellis. —Se acercó para abrazar a su mamá y en voz lo suficientemente alta para que solo escucharan sus hermanos advirtió: —Sean amables.
Ellis era el hombre que las mujeres imaginan cuando describen a un leñador en los libros de romance. Al menos eso pensó Edward (no que leyera esos libros). La clase de hombre por la que cruzaban al otro lado de la calle.
Esther se llevó ambas manos al pecho en cuanto se separó de su hija, como si intentara evitar que su corazón saliera corriendo o para empezar a rezar. Balbuceo un saludo que se perdió ante el efusivo saludo de Elliot. Sin perder tiempo, Elliot le dio un largo abrazo a Ellis.
—Ellis, ¿eh? Es como si nacieras para pertenecer a esta familia —miró a su hermana con las cejas arqueadas y una sonrisa picara. Luego presentó al hombre que estaba a su espalda. —Este es mi esposo Bean.
Bean le tendió un suéter tejido con la cara de un reno en el frente, el que Esther tejió para él. —Vas a necesitar esto si quieres integrarte. Creo que te va a ir un poco apretado.
—¿Un poco? —preguntó Elliot, que examinaba sin disimulo al recién llegado.
Casi le dio lástima el hombre, se veía tan incómodo y de seguro se preguntaba cómo fue que accedió a seguir a Ella a casa de su familia. Pero como hasta hace un momento toda la atención estaba en él era una gran distracción.
—El que está escondido en la entrada de la cocina es el pequeñín de la familia, Edward.
Ellis iba a preguntar algo pero decidió no hacerlo. Como todos los ojos estaban sobre él se dieron cuenta enseguida.
Elliot dejó caer los hombros en derrota. —Sí, todos con «e». Nuestra madre, Esther. Nosotros: Ella, Elliot y Edward. Deberías ver nuestro árbol genealógico. Tuve la sensatez de cortar con esa ridícula tradición familiar, no iba a llamar a mi hija Ema o Emilia.
Fue lo que Esther necesitaba escuchar para recuperar la voz. —En nuestra familia se cree que los nombres que empiezan por «e» traen buena fortuna. Mi madre y mi abuela llevaban con orgullo sus nombres. Confío en que mis otros hijos sean más sensatos.
—Yo no quiero hijos —salto Ella— y tengo entendido de que ahora al pequeño le gustan más las...
Esther se quitó el delantal con rapidez y lo utilizó para golpear a su hija mayor. —¡Cuida tus palabras!
Al mismo tiempo Edward gritó. —No me gustan los hombres.
—¿Lo tienes, cariño? —preguntó Elliot a Bean, quien sostenía el teléfono en alto, grabando cada momento. —Esto es oro.
Nadie noto como la cabra iba directo a Ellis para darle un cabezazo, el impacto no logró que se moviera, pero la sorpresa si lo hizo. Una cabra de granja con un suéter fue directo a donde estaba y nadie de la familia estaba sorprendido.
—Y esta hermosa cosita —dijo Ella mientras abrazaba a la cabra— es Adorable. La cabra-hija adoptiva de mi hermano.
Ellis le dio una sonrisa tímida. —Menos mal que no tiene astas.
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Mensajes
RomanceMegan recibió un mensaje (del tipo que no se muestra ni a tu mejor amiga) de un compañero del trabajo. Al intentar descubrir su identidad surgen pequeños malentendidos, roces accidentales y un injustificado odio hacia un contable. Campbell es la per...