Capítulo 27

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Capítulo 27: ¿Campbell?


Megan se pasó la noche sin poder conciliar el sueño, nada nuevo últimamente. Debatía consigo misma qué hacer con Campbell. ¿Qué hacía con Campbell? Viendo en retrospectiva, no había nadie que le cayera tan mal como él. Cansada de dar vueltas bajo a la cocina a por algo de leche caliente o vino (la segunda opción era buena).

Al parecer no era la única que no podía dormir. La luz de la laptop iluminaba el redondo rostro de Elias, a su lado tenía una taza con una infusión caliente.

—¿Tampoco puedes dormir florcita?

—Veo que no soy la única —Megan se acercó por detrás para curiosear lo que buscaba—, ¿un crucero?

—Tengo pensado sorprender a tu mamá, es por nuestro aniversario.

—Ya lo sabía —mintió.

Elias no se lo creyó ni por un minuto, aun así sonrió. Megan era muy dramática hasta con las cosas más insignificantes, algo que aumentó en los últimos días. Era difícil pasarlo de largo. Un buen padre preguntaría si estaba todo bien, pero un mejor padre lo dejaría estar. De todas formas Megan ya era una adulta.

Megan sacó una botella de vino y se sirvió, acabó con el contenido de una sola vez.

—¿Todo bien? —preguntó con cautela. Era demasiado tarde para escapar.

Tomando la botella y la copa fue a sentarse en la silla libre. Megan apoyó el mentón sobre su mano.

—¿Por qué te agrada tanto Campbell? ¿Es porque es un ratón de biblioteca? Si lo piensas bien no tiene nada que atraiga. Su personalidad es de lo peor, tan sabelotodo que tiene que corregir cuando una persona se equivoca, es tan irritante.

—Eh...

—Y esa manera de vestir. Todo en su persona es molesto. Qué me dices de esa sonrisa, es de lo peor, me recuerda a la de los asesinos en las películas de terror.

Elias miró la puerta que daba al pasillo, donde unos metros estaba su dormitorio. Con resignación accedió a hablar con su hija sobre chicos. Ese era el tipo de conversación que su esposa debería de tener.

—Deberías de darte la oportunidad de conocerlo, verás que es alguien muy agradable.

Megan volvió a servir vino. Ese tipo tenía a todos engañados, nadie conocía como era en verdad. No tenía nada de agradable. Era irritante, la ponía de los nervios.

—¿Has pensado que quizás no te agrada porque sabes que si lo conoces puede llegar a hacerlo?

Megan puso mala cara, muy ofendida como para formular una oración. En parte era su culpa, era obvio que su papá adoraba a Campbell.

—Solo era una idea.

***


Edward aceleró el paso, por el rabillo del ojo todavía pudo distinguir la sombra de su persecutor. Llegó al ascensor y apretó el botón repetidas veces. La persona estaba más cerca. Casi a trote fue directo a la puerta que llevaba a las escaleras, donde comenzó a subir a toda prisa. Era ahora cuando tropezaba y el asesino lo alcanzaba.

—¡Edward! —el grito atrajo la atención de un empleado que utilizaba las escaleras para fumar—. ¿No me escuchaste llamarte antes?

El empleado apagó el cigarrillo y salió antes de que pudieran reconocerlo. Sin más opción que encarar a la persona que lo venía persiguiendo desde que entró a la empresa, Edward se detuvo y rezo en silencio. Todo en su interior gritaba que lo habían descubierto, hasta ahí llego.

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