Capítulo 24

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Capítulo 24: Una buena amiga


Edward se debatió ente la culpa y la excitación. Lo pensó toda la noche y llego a la conclusión de que si iba a iniciar algo con Megan era mejor hacerlo sin mentiras de por medio. Conociendo el carácter que tenía se iba a enfadar, puede que hasta se le viniera encima (y no de la buena forma). Pero Edward era perseverante y si ya había llegado hasta este punto bien podría seguir intentándolo. Con eso mente entro a la empresa.

La señorita Megan Reed esperaba el ascensor, su atención estaba fija en su móvil.

Con la excusa de ir a por un café le dio alcance justo en el momento en que las puertas del ascensor se abrieron. Ella sintió su presencia, lo supo por como su espalda se puso rígida.

—Buenos días, señorita Reed.

—No tienen nada de buenos si lo primero que veo al llegar a la empresa es a usted. ¿Cuándo aprenderá que no tiene motivos para subir a los otros pisos?

—Cuándo usted entienda que me gusta tomar mi café de las salas de descanso del sexto piso. Por alguna razón tienen las mejores cápsulas de café.

Megan subió corriendo al ascensor y comenzó a apretar el botón repetidas veces. Edward tardó en reaccionar, para cuando lo hizo las puertas se estaban cerrando. Metió el pie para detener las puertas y así poder colarse.

—Eso fue cruel —dijo con una mueca.

Megan sacudió su cabello como si nada pasara. —¿Qué exactamente, qué las puertas no se cerraran del todo o que no le doliera?

—Usted rompe mi corazón.

—Cargare con eso el resto de mi vida —dijo dramáticamente.

Era cuando. El momento perfecto para decirle la verdad, que otra gran oportunidad podía tener. Las palabras se atoraron en su garganta, con su mente llena de los «y si», tal vez podía esperar a ver hasta donde progresaba esa relación que nacía entre ellos. Iba a poner su fe en que si dejaba que lo conociera mejor tal vez se convirtiera en un recuerdo.

Tal vez solo era un tonto soñador.

—¿Regreso bien a casa? —pregunto al cabo de un momento.

—Perfectamente —después agrego: —No es que sea de su incumbencia.

—Eso está claro.

Edward sonrió y lo oculto con su mano cerrada fingiendo una tos. Los hombros de Megan se tensaron, solo fueron unos segundos, pero él lo noto. Ella dio la vuelta, cruzo los brazos y casualmente se apoyó contra la pared del ascensor.

—Me parece que lo que «no paso» se le subió a la cabeza.

Edward fue rápido al responder. —No pasó nada para que se me subiera a la cabeza.

—¿Se cree muy listo?

—No, soy muy listo.

Ahora no podía ocultar su sonrisa que crecía con cada intercambio. Como cada vez que estaban juntos no pudo resistir la tentación de acercarse, para cuando se dio cuenta ya estaba en frente de ella. Megan no aparto la vista, no esperaba que lo hiciera, sino que sonrió con descaro. Edward deslizo los dedos por su cuello de manera suave, luego lo transformo en un agarre, ella entreabrió los labios como respuesta.

—Es un bruto.

—¿Y porque no se aleja?

—No crea ni por un segundo que tiene el control —sus manos se posaron en su cintura, por debajo de la camisa—. Mi juego, mis reglas.

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