Capítulo 32: Padres divorciados
28 de diciembre
Si había algo en lo que la empresa podría ganar un premio era en la rapidez con que los rumores se movían. Melanie odiaba los rumores, pero era humana y tenía defectos, así que de vez en cuando caía en la tentación. Todos estaban interesados en saber la verdad detrás de lo ocurrido en la última fiesta de la empresa. En especial, las lenguas venenosas de sus ex amigas (todo sea dicho con cariño).
Roberta le paso una bolsa de frituras abierta, la cual recibió con gusto para luego dársela al guardia de seguridad que estaba parado a su lado. Matthew llegó dos minutos después y se unió a ellos.
Edward Campbell, con círculos oscuros bajo sus ojos, esperaba al lado del ascensor como todo un buen chico. Megan Reed, con pinta de querer asesinar a una persona en específico, se dirigió al ascensor con un fuerte taconazo. Tac, tac, tac.
La bolsa de frituras inició su camino de regreso de mano en mano.
—Apuesto veinte a que le da una bofetada —dijo Roberta.
—Lo va a ignorar, es la ley del hielo, mi esposa lo hace cuando olvido sacar la ropa del lavarropas —dijo el guardia.
—Va a ser toda una adulta en esto —la defendió Melanie con cero esperanzas de que sucediera.
Matthew prefirió guardar sus opiniones.
Megan fue directo a donde estaba Edward, cuando él abrió la boca para decir algo volteo la cara y sacudió su cabello al estilo de las películas de comedia. Sip, nada de romance por aquí. Ahí también quedaba siendo todo lo adulta que era.
—Nadie logró acertar —dijo el guardia, con alivio.
Matthew levantó la mano con timidez. —Aposte por una escena digna de «Un lugar llamado Notting Hill».
—No fue ni de cerca —se quejó, pero aún así busco el dinero en su cartera.
Vieron a Edward hacer cara de asco y luego escupir en su mano, sostuvo entre el dedo índice y el pulgar el largo cabello rubio. No tenían remedio, sospechaba que con lo orgullosa que era Megan el tipo no tendría oportunidad de disculparse.
Tuvo que recordarse que no era su problema, era algo que ellos tenían que resolver solos, pero no se la hicieron fácil. A media jornada laboral, Edward había optado por otra táctica, volvía a ser el insufrible que era según Megan. Dejando atrás las miradas de cachorro apaleado y mostrando una fría cortesía. Lo que puso de los nervios a Megan. Y, por supuesto, todos notaron el cambio. El problema en sí no era que estuvieran peleados sino que casi media empresa parecía interesada en ello.
***
Megan llevaba días con mal humor y no sabía cuál era el motivo. Apostaba a que se debía a que cuando fue a hacer su avena se dio con que ya no quedaban frambuesas. Y cuando fue a por café la cafetera le había fallado, la muy traidora. Pequeñas cosas que se acumularon durante el fin de semana.
—Ahora sé porque la pasante se fue llorando al baño después de verte —Melanie se acercó a su escritorio con un pedazo de pastel como ofrenda—. ¿Qué le hiciste?
—De manera gentil le dije que hiciera bien su trabajo —y lo había sido, palabra de honor.
Engullo el pastel sin temor a que la vieran. El que Melanie la estuviera juzgando en ese momento no contaba.
—Quería pedirte un favor, pero ahora tengo miedo de que me muerdas.
—Esta es mi cara de felicidad.
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Mensajes
RomanceMegan recibió un mensaje (del tipo que no se muestra ni a tu mejor amiga) de un compañero del trabajo. Al intentar descubrir su identidad surgen pequeños malentendidos, roces accidentales y un injustificado odio hacia un contable. Campbell es la per...