Capítulo 20: Nueva vida

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Los meses siguientes transcurrieron con una calma reconfortante. La luna falsa se aproximaba a su regreso, marcando la pauta para el nacimiento del bebé. Alan, con la ayuda de la diosa y el sol, se preparaba para la llegada de su pequeño ser.

Cada día era una nueva aventura en la mágica dimensión. Alan aprendía a sentir los movimientos de su hijo, a interpretar sus pataditas y sus sutiles vibraciones. Era una conexión única, un lenguaje secreto que solo ellos podían comprender.

La diosa le enseñaba sobre las hierbas medicinales, sus propiedades y sus usos para el cuidado del bebé. Le instruía en los rituales ancestrales para protegerlo de cualquier mal y le transmitía sabiduría sobre la crianza y la educación.

El sol, por su parte, le brindaba su fuerza y su energía. Le enseñaba sobre la importancia de la luz y del calor en el desarrollo del niño, y le transmitía valores como la valentía, la determinación y la bondad.

Alan se sentía pleno y feliz. A pesar de la ausencia de Luna, la compañía de los dioses y la conexión con su hijo llenaban su corazón de una alegría inmensa.

Un día, mientras Alan se encontraba en el jardín meditando bajo la luz , sintió una vibración diferente en su vientre. Era más intensa, más constante. Se levantó de inmediato y corrió hacia la habitación donde la diosa y el sol lo esperaban.

-Creo que... creo que ya va a empezar -dijo Alan con la voz entrecortada por la emoción.

La diosa y el sol se miraron con complicidad. El momento tan esperado había llegado.

Un escalofrío recorrió la piel de Alan mientras una ola de contracciones lo invadía. La diosa y el sol se colocaron a su lado, brindándole apoyo y palabras de aliento.

-Respira profundo, Alan -dijo la diosa con voz serena-. Confía en tu cuerpo y en la fuerza que llevas dentro.

El sol acarició su rostro con una luz cálida y reconfortante.

-Este es un momento sagrado, Alan -dijo-. El nacimiento de tu hijo es un regalo del universo.

Las contracciones se intensificaban, cada una más fuerte que la anterior. Alan apretaba los dientes y se concentraba en su respiración, siguiendo las instrucciones de la diosa. En su mente, visualizaba el rostro de Luna, imaginando su aura radiante y su mirada llena de amor.

El tiempo pasaba y las horas se hacían eternas. El parto era más difícil de lo que Alan había imaginado. La diosa y el sol, preocupados por la salud de Alan y del bebé, redoblaron sus esfuerzos para ayudarlo.

La diosa le susurraba palabras de aliento al oído, transmitiendo su fuerza y su sabiduría. El sol, con su energía radiante, calentaba su cuerpo y le daba la vitalidad que necesitaba para continuar.

un grito desgarrador escapó de los labios de Alan. La última contracción había sido la más poderosa, y con ella, una nueva vida había llegado al mundo.

Un pequeño ser, con la piel blanca como la luna misma y los ojos cerrados, descansaba sobre el pecho de Alan. Era la viva imagen de su amada Luna.

-Bienvenido al mundo, mi pequeñito.

La diosa y el sol observaban la escena con una sonrisa en sus rostros, quien diria aquel pequeño les había robado el corazón.. 

La maldición de la luna falsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora