Capítulo 29

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Los días consiguientes fueron un gran apoyo para la familia. La paz y alegría que les generaba saber que sus seres amados estaban a salvo los alentaba a seguir. Alan y la Luna Falsa se dedicaron a disfrutar cada minuto.

Sin embargo, en el fondo de sus corazones, sabían que estos momentos de felicidad eran fugaces. La guerra aún no había terminado, y su deber los llamaba de nuevo al frente de batalla. La sombra de la despedida se cernía sobre ellos, llenándolos de una mezcla de tristeza y determinación.

Llegó el día de la despedida. La Luna Falsa y Alan se despertaron temprano, con el corazón apesadumbrado por la inminente separación.  

Badrudeen, al sentir que algo no estaba bien, se despertó con sus ojitos llenos de lágrimas. La Luna Falsa lo tomó en sus brazos y lo abrazó con fuerza,alan mirando la escena tratando de contener su propio llanto.

-No te preocupes, mi pequeño -dijo con voz temblorosa-.  volveremos pronto. Te lo prometo.

Alan se arrodilló frente a Badrudeen y le tomó las manitas entre las suyas.

-Todo estará bien...papá es fuerte y regresara sano y salvo......-Alan voltio su mirada hacia la luna-....¿verdad?.

La luna miró a alan con tristeza y posó una de sus manos en su mejilla para darle un suave beso.

Badrudeen, sin comprender del todo lo que estaba pasando, se aferró a su padre con fuerza. La Luna Falsa y Alan se miraron a los ojos, transmitiendo su amor y su dolor en una mirada silenciosa. Luego, besaron a Badrudeen en la frente y se despidieron de él con un último abrazo.

Al salir del templo, Alan y la Luna Falsa se encontraron con la Diosa y el Sol, quienes también estaban conmovidos por la dolorosa despedida,finalmente se despidieron deseándose suerte y prometiendo volver a verse pronto.

 la Luna Falsa partieron hacia el frente de batalla, con la esperanza en sus corazones. Sabían que la guerra aún no había terminado, pero también sabían que su amor por su familia era la fuerza que los impulsaba a seguir adelante.

Los días siguientes fueron duros y sangrientos,la guerra, lejos de apaciguarse, se intensificó con una ferocidad inusitada. Los enemigos, enfurecidos por las recientes derrotas, lanzaron ataques más brutales y despiadados. Los celestiales, junto a sus valientes compañeros, se enfrentaron a cada embestida con bravura y determinación.

En medio del caos de la guerra, una nueva amenaza surgió para sembrar el terror en los corazones de los Celestiales. Un grupo de rebeldes, resentidos por el dominio de los Celestiales, urdió un plan para invadir el templo donde se encontraban Alan y el pequeño Badrudeen. La noticia llegó a oídos de la luna, llenándolo de una angustia indescriptible.

La angustia se apoderó de ellos al imaginar a su pequeño Badrudeen en peligro. La decisión era crucial: dividir sus fuerzas para defender el templo o concentrarse en la batalla principal, donde la victoria podría significar el fin de la guerra.

Con el corazón apesadumbrado, pero con la firme convicción de proteger a su hijo, la Luna Falsa propuso una estrategia audaz: enviar la mayoría de sus tropas al templo, dejando solo a un pequeño grupo de guerreros celestiales en el campo de batalla. La idea era arriesgada, pues los dejaba en una gran desventaja frente a los enemigos, pero era la única forma de asegurar la seguridad.

La diosa con un velo de tristeza en sus ojos,se concentró en su poder para crear una ilusión que podía ayudar. Sus manos brillaron con una luz tenue mientras tejía una ilusión: una imagen falsa del templo, vacía y desprotegida. La ilusión era tan perfecta que incluso los celestiales más experimentados podrían ser engañados.

Mientras tanto, en el templo real, el Sol, junto a un pequeño grupo de guerreros celestiales, se preparaba para la batalla. Sabían que estaban en inferioridad numérica, pero su determinación era inquebrantable. La defensa del templo y de Badrudeen era su máxima prioridad.

La intensidad de los enemigos aumento,obligando a la luna y la diosa a regresar al templo para recuperar fuerzas, pero no contaban que al regresar habían dado paso a los enemigos.

Las tropas enemigas lograron cruzar el portal, pero cayeron exitosamente en la ilusión de la diosa,dándoles tiempo a los celestiales y sus tropas para contrastar el ataque.

Los celestiales, con un número reducido, se enfrentaban a las hordas de rebeldes con bravura y determinación. La batalla era feroz, y cada guerrero luchaba con la fuerza de mil soles para proteger al pequeño Badrudeen.

-. ¡No den ni un paso atrás! ¡Este templo es nuestro hogar, y no permitiremos que nadie lo profane! .-Se dirigió el sol con bravura hacia sus tropas.

Los rebeldes, a pesar de ser más numerosos, no podían superar la valentía y la determinación de los celestiales. Las armas surcaban el cielo, las espadas chocaban con furia y los gritos de guerra resonaban en el aire.

La diosa, con el rostro surcado por la preocupación, observaba la batalla desde lo alto del templo. A su lado, Alan permanecía en silencio, con el corazón encogido por la angustia.

-.(En voz baja)-.¿Crees que lo logremos?

-.Lo lograremos, Alan. La fuerza y la justicia está con nosotros.

-.Pero... ¿y si...?

-.No pienses en eso ahora. Enfócate en proteger a Badrudeen. Ese es nuestro deber más importante.

-.Tienes razón. No permitiré que nadie le haga daño.

-.Debo irme....me necesitan en la batalla.....¿estarás bien?

-.No te preocupes...yo estare bien..

La diosa se dirigió al campo de batalla, uniéndose a la lucha con la fuerza de una tormenta. Su presencia elevó la moral de los celestiales y juntos lograron hacer retroceder a los rebeldes.

Más un grupo de rebeldes lograron evadir a las tropas y llegaron al templo donde se encontraban alan y el pequeño totalmente desprotegidos....


La maldición de la luna falsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora