CAPÍTULO 16 - EL DIARIO

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Con el final de las vacaciones de Navidad regresaron las clases y todos los alumnos que habían salido de la escuela para pasar las fiestas con sus familiares. Andrew había disfrutado de volver a encontrarse con sus padres, pero le alegraba volver a encontrarse en el templo de sabiduría que era Hogwarts. Apenas llevaba un día en la escuela y ya había recibido una nota de Jade para reunirse con los demás en la Sala de Reuniones, cosa que agradeció enormemente porque tenía algo que contar. Había llegado el primero a la Sala de Reuniones, que tenía un aire diferente a como la recordaba. La ausencia de Atwood realmente estaba afectando. Las lámparas apenas iluminaban al completo la estancia cuando se ponía el sol, las telarañas se habían vuelto a adueñar de las esquinas y el cuadro de Nicholas Dearborn estaba ahora vacío. Aquello era lo que más le preocupaba, aunque suponía que el viejo Nicholas aparecería cuando los demás llegasen. La trampilla se abrió por primera unos minutos después de su llegada, revelando a Susane Badgerly.

—Águila. —dijo imitando el tono con el que el profesor Snape los despreciaba.

—Tejona. —la imitó Andrew, con una sonrisa ladina. Susane lo correspondió y se dirigió al sillón de Hufflepuff. —¿Cómo han ido las vacaciones?

—No han estado mal. Algunos de los que nos quedamos en Hogwarts formamos un grupo y pasamos los días juntos. ¿Y tú?

—Lo de siempre. Comidas familiares, villancicos, regalos...

—Lo de siempre. —repitió Susane, echando un vistazo al contenido de la tetera que no parecía oler demasiado bien. —Hace mucho que no vivo ese tipo de Navidades.

—¿Por tu hermano?

—Por todos, realmente.

La trampilla se abrió por segunda vez, mostrando una cabellera pelirroja recogida en una cola de caballo. Andrew se fijó en el macuto de cuero ajado que la chica traía colgado del hombro, parecía aferrarse a él con fuerza.

—¡Buenas tardes! —saludó efusivamente. —¿Interrumpo algo?

—Sólo hablábamos de las fiestas. —dijo Susane, recuperando su habitual tono desenfadado. —Le contaba a Andrew que formamos un grupo interesante durante las vacaciones.

—Totalmente. —Jade se dejó caer sobre el sillón de Gryffindor e instintivamente echó mano de la tetera. Susane extendió la palma de la mano y la sacudió efusivamente, no parecía que el té fuese una opción ese día. —¿No está el señor Dearborn?

—No ha dado señales de vida, si es que un cuadro puede darlas. —musitó Andrew, volviendo a mirar al cuadro.

—Ya aparecerá, hoy no va a poder negarse. —Jade dijo eso sonriendo con orgullo.

El motivo se reveló con una tercera aparición en la trampilla. Un tímido Atwood Predcher apareció en la sala sonriendo con la cabeza gacha, pero no se dirigió directamente al sillón de Slytherin. Por el contrario, se quedó de pie frente a ellos, a medio camino de la trampilla y la chimenea. Hubo un silencio improvisado, como si nadie se hubiera aprendido el guion de la función y tocara improvisar.

—¿Llego tarde? —dijo por fin.

—Justo a tiempo. —le respondió Jade. —¿No te sientas?

—No hasta que diga unas palabras. —Se miró la palma de la mano y frunció el ceño. Parecía estar leyendo algo. —Quería pedir disculpas por lo que os dije en la última reunión. No quería creer que realmente estuviéramos metidos en algo como esto y preferí desconfiar a seguir investigando. —Los miró a todos uno por uno, había sinceridad en sus palabras, aunque las tuviera preparadas. —He tenido mucho tiempo para reflexionar sobre todo esto y, viendo algunas cosas que han ocurrido en las últimas semanas, creo que sería un error no continuar con estas reuniones. Espero que me disculpéis y que podamos seguir con este grupo.

Wizarding World: El Ataúd de WiggenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora