Capítulo once: Ella no es la emperatriz

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“Ella no es la emperatriz”

La lluvia fluye como un río bajo el ventanal de su habitación, se mira a si misma en el reflejo empapado del cristal, mientras sostiene entre sus manos una manta azul —regalo de su madre tras su cumpleaños número diez—, ella suspira un poco cansad...

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La lluvia fluye como un río bajo el ventanal de su habitación, se mira a si misma en el reflejo empapado del cristal, mientras sostiene entre sus manos una manta azul —regalo de su madre tras su cumpleaños número diez—, ella suspira un poco cansada antes de levantarse y decidir salir del lugar. Había pasado ya un mes desde su confinamiento en el palacio por órdenes de su esposo, quien decía que Sakura no merecía perdón alguno por su forma de ser. La luz del sol no había tocado su piel desde entonces y solo podía observar por la ventana y disfrutar de esta manera su soledad, ahora sin Ino, ahora sin Tsunade y lo cual se volvía más estúpido y retorcido, sin nadie a su alrededor más que ella misma y su sombra.

Suspira un poco cansada. Después de tantos días se había cansado de llorar y lamentarse por todo lo que sucedía —o quizás ya no tenía más lágrimas para llorar —, solo dejó de pensar en todo su alrededor y se sentó en el salón principal, tocando su flauta cuando la primera gota de lluvia llegó. Finalmente la temporada de tormentas había llegado, las oscuras habitaciones iluminándose cuando el cielo rugía y se encendía, no podía ocultar que sentía temor cuando eso pasaba, pero tampoco dijo nada, no hasta que fue más de la media noche y la puerta de su habitación se abrió.

—¡Suéltame!

—¡Salga de aquí! ¡Son órdenes del emperador!

Sakura observa a la mujer. Es Izumi, quien forcejea con el guardia y una luz roja emana de su mano, haciendo que el guardia arda de dolor por la quemadura y tenga que retirarse ante la defensa que Izumi mantiene.

—¡Dile al emperador que se pudra!

El insulto la hizo sentir un poco mejor y termina soltando más insultos que son dirigidos a Itachi.

—¡Emperatriz!

A pesar de haber aceptado a Izumi como su guardia y volverse parte de ese ridículo circo, Itachi se negó y mantuvo a Izumi prisionera, porque se abstenía a entregar al amor de su vida a alguien que podría matarla en cualquier momento, bueno, hasta ahora que tenía a la mujer con ella.

—¿Qué haces aquí?

—La soledad es buena para volverte loco, no puedo permitir eso.

—¿Por qué?

—Mi deuda solo se saldara una vez que mi vida sea cobrada.

Sakura la ignora.

—¿Necesita algo?

—Eres mi guardia, no mi criada.

—Puedo serlo.

Sakura bufa.

—¿Eso es una flauta de jade?

Ella asiente. Realmente no tenía las ganas suficientes para entablar una conversación con esa mujer, así que solo responde lo menos que puede.

La emperatriz consorte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora