19. La botella de agua.

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Regresan a casa muy contentos, aunque uno no lo demuestra tanto, están realmente emocionados.

Compran la cena, están demasiado agotados para cocinar y alistan sus cosas para ir al trabajo el día siguiente antes de irse a dormir juntos.

Izuku se acurruca en el pecho de Katsuki, Koi celoso intenta ponerse en medio, el cenizo lo acaricia con suavidad ganando un ronroneo como premio.

Izuku cierra sus ojos sintiéndose finalmente en paz, relajado, amado.

Despertar en brazos del rubio no fue nada nuevo, pero percatarse de que ahora eran definitivamente más que amigos con derechos y podía llamar a Katsuki su novio, le hizo creer que la situación era surreal.

Depositó un beso en los labios del hombre y se levantó a preparar el desayuno.

Se siente extremadamente afortunado por tenerlo a su lado. Kacchan no solo es guapo, audaz y brillante en todos los aspectos, sino que le da algo de lo que nunca se creyó merecedor: Exclusividad.

Una relación en la que no se sienta minimizado por la competencia que podría haber, pues aunque el cenizo tenía a muchas personas tras él, este nunca les dio alas para hacerles creer que tenían una oportunidad.

Es una relación en la que no se sentiría como en un campo minado, podría equivocarse sin miedo a un castigo, regaño o ley del hielo.

Una que no tendrían que esconder, pues todos esperaban con ansias a que empezaran a salir, de hecho moría por contarle la noticia a sus padres, y amigos.

Suspira sirviendo los jugos, honestamente, no sabe porqué se demoraron tanto en iniciar algo si la química, sentimientos y compatibilidad entre ambos eran evidentes.

Ah, sí, estaba esperando a Shōto.

Mierda, Shōto. Se había olvidado de él por completo.

Debe decirle que las cosas entre ellos ahora sí que habían acabado, que estaba con Katsuki y no tiene sentido alguno seguir viéndose.

—Dime que no le pusiste mermelada a las tostadas— Gruñe Katsuki ingresando a la cocina ya bañado y vestido con pantalones casuales y una camisa simple, se acerca a la isla donde el peliverde está trabajando y le da un beso en la mejilla.

Eso es algo que le encanta a Izuku.

Desde que eran niños hasta ahora, Bakugō era gruñón, explosivo y mandón con todos, pero a él siempre lo ha tratado diferente.

—Oye, Bakugō, ¡Qué delicioso se ve eso! ¡Comparte!— Dice el pequeño gordinflón que ya había comido un poco de la lonchera de todos sus demás compañeros.

—No, mi mamá lo hizo para mí, ¿No tienes madre acaso? Pues no me importa, es mi almuerzo— Katsuki, con seis años, esconde su loncherita en sus brazos.

—Olvídalo, Bakugō es muy celoso con sus cosas, no comparte con nadie— Lo consuela otro niño sobando la espalda de su regordete amigo.

—Sí, a menos que seas Izuku-chan, a él sí que le da todo, ¿Verdad... Kacchan?— Una pequeña se burla del cenizo.

Katsuki enrojece y tira del pelo de la niña, quien lejos de llorar o quejarse, se ríe más, masoquista.

—¡Izuku-chan, ayudaaa! ¡Solo a ti te obedece!

El de ojos verdes, que comía su almuerzo en otra mesa junto a otros niños, se acerca al ser nombrado.

—Kacchan, déjala, ¡No se debe usar la violencia con los compañeros!

Casi Algo [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora