XV.

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Levanté la mirada del zumo de naranja cuando unos pasos se aproximaron poco a poco a la cocina

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Levanté la mirada del zumo de naranja cuando unos pasos se aproximaron poco a poco a la cocina. Era Meghan, que acababa de despertarse y se paseaba por la casa tan solo con un bikini y una camiseta larga con la que sospechaba que había dormido.

Todavía tenía los ojos hinchados y el cabello revuelto, y una pequeña sonrisa se formó en su rostro al ver cómo su hermano se acercaba a ella con un plato de tortitas y dejaba un beso sobre su cabeza.

Me pregunté en ese instante cómo era posible que estuviese tan jodidamente perfecta nada más levantarse. Era sorprendente. Pero todavía fue más sorprendente el hecho de que, en ese momento, no hubiese ningún pensamiento sexual que rondase mi cabeza a pesar de que se trataba de Meghan.

Nada. Absolutamente nada.

Tan solo un nudo en el estómago que cada vez me hacía más difícil comer o respirar. Estaba así desde la noche anterior; desde que me abrazó con fuerza y no supe qué decir.

–Buenos días –dijo con una pequeña sonrisa.

–Buenos días –respondí todavía con la voz ronca.

Hacía poco que me había levantado, y tampoco es que hubiese dormido mucho. Después de nuestra cita no-romántica, mi cabeza había empezado a dar vueltas como loca y había sido prácticamente imposible conciliar el sueño. Aquel abrazo, aquel susurro, la forma en la que había apoyado su cabeza sobre mi hombro...

–Me voy a duchar. Espero que quede alguna tortita cuando vuelva –advirtió Daniel señalando a Meghan con su dedo índice. No era ningún secreto lo mucho que le gustaban las tortitas a la morena. Probablemente sería capaz de acabarse el plato ella sola.

Mi corazón se agitó con fuerza al ver cómo Daniel desaparecía escaleras arriba y Meghan me miraba sonriente. Ella sí parecía haber dormido, porque su mirada brillaba como si tuviese luz propia.

–Daniel tiene una cita esta noche –anunció realmente feliz.

–¿Una cita?

–Romántica –aclaró sin perder aquella sonrisa con la que parecía haberse levantado. Parecía que le había gustado nuestra conversación de la noche anterior. –Y eso significa que, probablemente, no dormirá en casa...

Su insinuación, aquella forma tan sensual de hablar, me devolvió a la realidad. Joder... ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo se me ocurría siquiera acercarme a la hermana de mi mejor amigo? ¿Cómo podía ser tan rastrero?

–Max, ¿estás bien? –preguntó Meghan extendiendo el brazo por encima de la mesa, alcanzando mi mano. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando su piel rozó la mía antes de que pudiese retirar la mano rápidamente.

–Sí... estoy perfectamente –de nuevo, aquel nudo en el estómago. Aquel que me había impedido dormir y que ni siquiera me había dejado ingerir ni una mísera taza de café.

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora