XXVI.

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Llamé a Meghan una vez más, pero no respondió

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Llamé a Meghan una vez más, pero no respondió. Llevaba haciendo lo mismo durante días, desde que me quedé completamente mudo luego de que ella dijese aquellas dos palabras.

"Te quiero"

Fueron las palabras que lo cambiaron todo entre nosotros y que estaban consiguiendo que empezase a perder la cabeza, sobre todo teniendo en cuenta que no sabía nada de ella desde hacía días. Y llamar a Daniel no era una opción, porque tenía la ligera impresión de que en aquellos instantes me odiaba todavía más.

Pero entonces lo pienso. Pienso en comprar unas rosas rojas, en presentarme frente a la puerta de su casa y confesarle que soy un auténtico estúpido que no la merece. Porque esa es la realidad. Fui un imbécil al no decir lo que sentía, al no decir que sentía lo mismo que ella. Pero había algo... algo que me cerraba la garganta y que me impedía hablar cuando se trataba de aquellas palabras.

Aún así, Meghan merecía la pena. Siempre lo haría. Y por eso compré aquel puto ramo, porque me arrastraría una y mil veces si se trataba de ella. Quizá era incapaz de expresarlo con palabras, pero joder... se lo demostraría una y mil veces.

Así que me armé de valor, me planté frente a la puerta del apartamento que Daniel y Meghan compartían, y presioné el timbre. Lo hice sin pensarlo, sin darle más vueltas. Para ser sinceros, si lo hubiese pensado, no lo habría hecho. Nadie en su sano juicio se enfrentaría a Daniel de aquella manera, pero jamás me había considerado mentalmente estable.

–¿Qué haces aquí? –el tono agresivo de Daniel me robó el aliento. No era ninguna sorpresa el hecho de que estuviese cabreado conmigo, pero nunca antes había sido tan cortante.

–Necesito hablar con Meghan –su mirada bajó hasta mi mano, aquella en la que sostenía un enorme ramo.

–No quiere hablar –respondió rápidamente, intentando cerrarme la puerta en las narices, pero se lo impedí con mi mano.

–Dile que estoy aquí... por favor –insistí, consiguiendo que pusiese los ojos en blanco pero que, finalmente, me hiciese caso.

Desapareció por el pasillo, y pude escuchar cómo hablaba y, de pronto, la oí a ella. Se le notaba tristeza en la voz, y yo no podía sentirme más culpable. Joder, había sido yo quien la había decepcionado.

Levanté la mirada cuando escuché unos pasos acercarse por el pasillo, y entonces la vi. A pesar de que no había ni rastro de felicidad en su mirada, estaba tan guapa como siempre. Simplemente vestida con una camiseta tan larga que parecía un vestido. Y, realmente, no necesitaba nada más. Me encantaba así; al natural.

–Te he llamado tantas veces, ratoncita... –susurré cuando llegó hasta la puerta. Di las gracias porque Daniel nos hubiese dado nuestro espacio. No sería capaz de hablar claro con él presente. –Esto es para ti –dije levantando el ramo de rosas rojas.

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora