III.

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Miami Grand Prix

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Miami Grand Prix

Miré a Max en la distancia. Se peinaba con sus propios dedos, riendo a carcajadas, mientras completaba a pie la vuelta de reconocimiento en la pista. Ni a él ni a Daniel les gustaba especialmente aquello, pero si estaban juntos ya no les parecía tan mala idea.

Yo me había quedado al otro lado de la valla metálica, dejando que el sol impactase sobre mi piel, bronceándola poco a poco. Las largas horas de avión eran una auténtica mierda, pero el tiempo en Miami era espectacular.

–¿Cómo estás tan sola aquí? –una voz me hizo voltearme. Se trataba de Jimmy, uno de los ingenieros del equipo más cercanos a Daniel. Siempre habían tenido buena relación, supongo porque compartían el mismo humor.

–Estaba esperando a que volviesen del paseo –contesté cuando Jimmy se puso a mi lado, dejando él también que los rayos de sol bronceasen su piel ya morena.

Me fijé de nuevo en Max, en cómo su piel brillaba bajo el sol, en cómo caminaba con tranquilidad, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón vaquero ajustado, y también en la corta mirada que me dedicó. Fue tan solo un instante, pero fue tan intenso que hasta el más ciego se habría dado cuenta.

–¿Qué te traes entre manos con Max? –preguntó Jimmy intentando contener una carcajada. Y digo intentando, porque se escapó a pesar de sus esfuerzos.

–Nada –mi voz temblorosa me delató de inmediato.

–Ya... eso es lo que le dices a tu hermano, ¿no?

–No me ha preguntado –era cierto. Al menos en aquello no estaba mintiendo. Daniel no me había preguntado por Max en ningún momento. En primer lugar, porque no debía tener ninguna sospecha. Y en segundo lugar, porque tendría a Max tan amenazado con acercarse a mi, que no sería necesario.

–Lo hará, y tú tendrás que mentirle porque sino le cortará los huevos a Max –no era ningún secreto que Daniel se volvía extremadamente sobreprotector cuando se trataba de su familia, y en especial cuando todo giraba en torno a mi.

–Te repito que no hay nada entre nosotros –reiteré con cierta molestia, porque me moría porque lo hubiese.

–Entonces... no tendrás ningún problema en salir a cenar conmigo, ¿no?

Me quedé helada. Me volteé a mirarle, analizando cada centímetro de su rostro. ¿Era feo? No; era realmente atractivo. Moreno de ojos azules, una sonrisa que le arrancaría un suspiro a cualquiera y unos labios que juraría que habían sido creados para besar. Pero había un pequeño problema... No era Max. No me atraía igual que él; no había esa tensión sexual entre nosotros. No había nada.

–No creo que sea buena idea –sinceramente, no se me ocurría mejor forma de rechazarle. Sería realmente cruel decirle la realidad, que jamás existiría nada entre nosotros porque sencillamente no era mi tipo ni lo sería jamás.

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora