II.

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Suspiré profundamente mientras miraba los papeles en los que se resumían todas y cada una de las especificaciones de la siguiente carrera

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Suspiré profundamente mientras miraba los papeles en los que se resumían todas y cada una de las especificaciones de la siguiente carrera. Se trataba de Australia; una de las más calurosas y más exigentes del calendario.

Mi ingeniero me explicaba cada detalle, pero yo era incapaz de prestarle total atención, porque había alguien a pocos metros que me estaba distrayendo. Era ella, Meghan. Me sonreía cuando Daniel no le prestaba atención, como si aquello fuese un pequeño juego.

Me mordí el labio inferior, maldiciendo en silencio, porque hacía menos de diez minutos que Meghan había llegado y ya me estaba volviendo loco. Llevaba puesto un vestido corto de color rojo y finos tirantes. Si no fuese porque estaba en el garaje de Red Bull, pensaría que venía para apoyar a Ferrari.

¿Pero cómo me iba a quejar cuando le quedaba tan bien, cuando se ajustaba tan bien a sus curvas, cuando podría arrancarle la respiración a cualquiera con tan solo una simple mirada?

–¿Lo has entendido? –preguntó mi ingeniero de carrera, aquel al que había dejado de prestar atención desde el mismo instante en el que Meghan había cruzado la puerta del garaje.

–Eh... ¿sí? –no debí sonar demasiado convincente, sobre todo a juzgar por el suspiro que liberó GP al darse cuenta de que llevaba un buen rato hablando sin que le prestase ni la más mínima atención.

–¡Oh, vamos, Max! ¡Nos jugamos mucho en esta carrera! Tenemos a Ferrari pisándonos los talones –me recordó, como si la presión que sentía cada fin de semana no fuese suficiente para recordarlo.

–Ya lo sé, joder –protesté pasando la mano por mi cabello, despeinándolo ligeramente.

–Pues entonces tómate esto en serio –me reprochó, esta vez más molesto.

Y podría decirme lo que él quisiese, pero tan solo había algo en mi mente, y esa era ella. Me volteé para mirarla de nuevo, y allí seguían sus ojos, clavados en los míos. Me parecía prácticamente hipnótica la manera en la que me miraba, sonriendo ligeramente de aquella manera tan sensual a la vez que traviesa.

–¿Podemos tomarnos un descanso? –pedí a mi ingeniero, consiguiendo que él pusiese los ojos en blanco.

–Qué remedio... Total, tampoco estás entendiendo una mierda –contestó completamente resignado.

Y dejando tan solo una palmada en su hombro, me apresuré a adentrarme entre la gente que en esos momentos abarrotaba el garaje. Eran miembros del equipo, familiares e incluso algunas personas adineradas, capaces de pagar un lugar en un sitio reservado para los más privilegiados.

–¿Se puede saber qué mierdas haces aquí? –sus ojos color miel se clavaron en los míos, y aquella pequeña sonrisa maliciosa volvió a aparecer en su rostro. Parecía estar disfrutando, y eso solo conseguía ponerme más nervioso.

–Hola a ti también, Max –sonrió ampliamente, de forma coqueta, haciendo que me replantease todo en cuestión de segundos. Pero no. Era demasiado peligroso. Joder, Daniel podía estar a unos cuantos metros de nosotros. Era algo demasiado estúpido hasta para mi. –¿No te alegras de verme? –preguntó al ver que me había quedado completamente petrificado.

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora