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–¿Cómo sabías que me gusta la comida italiana? –pregunté al hombre moreno que tenía frente a mi. Jimmy sonrió con los labios juntos mientras acababa de masticar el pedazo de pizza que tenía en la boca.
–Le pregunté a Daniel –confesó haciendo que yo riese. En el fondo, aunque por mi parte no hubiese ningún tipo de intenciones más allá de una mera amistad, era realmente halagador que alguien se interesase de aquel modo por mi.
–¿Le has preguntado más cosas sobre mi? –me mordí el labio inferior, sonriendo tímidamente, cuando sus ojos se posaron en el escote pronunciado del vestido negro de manga larga que me había puesto aquella noche. Se ajustaba a la perfección a mis curvas, llegando casi a las rodillas, dejando ver mis piernas bronceadas.
–No. Solamente eso. Me apetece ir descubriéndote poco a poco...
–Y... ¿qué te gustaría saber? –pregunté intrigada. ¿Me gustaba Jimmy? No, pero estaba disfrutando de aquel tonteo, de aquellas risas nerviosas que ambos estábamos compartiendo, como si todavía fuésemos dos adolescentes.
–No lo sé. Cuéntame algo sobre ti. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
–Leer –no dudé ni un segundo. Si algo me encantaba hacer era perderme en los libros. Lo hacía cuando viajaba juntos a Daniel, durante las largas horas de vuelo. Se me hacían mucho más cortas cuando tenía un libro entre mis manos.
–¿Género?
–Amor –se le escapó una pequeña risa justo antes de volver a dar un bocado a su pedazo de pizza.
–¿Qué te hace tanta gracia? –pregunté al ver su reacción.
–Nada... simplemente no pareces el tipo de mujer romántica –sonreí mordiéndome el labio inferior, asumiendo que aquella siempre sería la primera impresión que causaría en los demás.
–Hay muchos tipos de amor. Está el amor romántico y... existe un amor diferente.
–¿Diferente? –preguntó frunciendo el ceño. –El amor es amor.
–No todo el amor es igual. Cada uno ama de una manera diferente.
–¿A qué te refieres?
–Yo, por ejemplo, amo de una forma pasional. Cuando alguien me gusta, me entrego de verdad. Pero hay personas que saben ser más... cautelosas.
–Así que eres... ¿pasional? –preguntó sonriente. Y era una de esas sonrisas que son capaces de subir la temperatura del lugar en el que te encuentras.
–Solo si esa persona me gusta de verdad –le recordé, pues no era ningún secreto que no existía esa chispa entre nosotros. Hasta el más ciego se daría cuenta de ello, y Jimmy también lo hacía.
–No eres fácil de convencer, eh... –se lamentó sin borrar su sonrisa. –¿Qué te parece si vamos a tomar unas copas? –preguntó, probablemente al darse cuenta de que no había nada que pudiese hacer para que cambiase de opinión.
