VI.

2.9K 239 82
                                    

–¿Seguro que estás bien? –preguntó Daniel una vez más, consiguiendo que yo suspirase por mero cansancio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

–¿Seguro que estás bien? –preguntó Daniel una vez más, consiguiendo que yo suspirase por mero cansancio.

–Estoy perfectamente –contesté algo exasperada.

–Hemos hecho doble podio y ni siquiera has venido a celebrarlo –tenía razón.

Él había terminado segundo y Max primero. Quizá era toda aquella rabia que llevaba dentro lo que había conseguido impulsarle hasta el primer puesto. Pero a pesar de levantar el trofeo, no había ni rastro de su sonrisa habitual. No era el mismo Max de siempre que se pavoneaba por el paddock cuando conseguía alzarse con la victoria.

–Te prometo que estoy bien. Es solo... cansancio –intenté fingir, a pesar de que sabía perfectamente lo bien que me conocía Daniel.

–Ya... la noche con Jimmy ha sido larga, ¿no? –sentí una punzada en el pecho al escuchar su nombre, recordando todo lo que había pasado. Daniel, completamente ajeno, sonreía de forma traviesa, consiguiendo que mi estómago se revolviese.

–Eh...

–¿Os apetece salir a celebrar el doble podio? –la voz de Max hizo que me voltease. Un pequeño guiño por su parte hizo más que obvio el hecho de que nos había estado escuchando.

–Si, ¿por qué no? ¿Te apetece? –me preguntó Daniel.

–Eh... sí, claro –contesté, esforzándome por mostrar una sonrisa.

–Voy a cambiarme, ratoncita –respondió antes de dejar un beso sobre mi mejilla, dejándome a solas con Max. Él ya se había quitado el mono y vestía con una simple camiseta blanca y unos vaqueros apretados.

–Gracias por... cambiar de tema –susurré para que nadie pudiese escucharnos. El paddock todavía estaba abarrotado a esas horas, lleno de trabajadores de los diferentes equipos, aunque los aficionados ya habían abandonado las gradas.

–No es nada...

–Sí lo es... Todo lo que has hecho por mí desde anoche...

–Cualquiera lo habría hecho.

–No es cierto. Intentas hacerte el duro, pero en el fondo eres un osito de peluche –bromeé, porque me encantaba ver cómo reaccionaba.

Ratoncita, ojalá pudiese enseñarte lo duro que soy.

Me quedé de piedra. Max sonrió de forma traviesa mientras yo era incapaz de reaccionar, sintiendo cómo, con un simple comentario, había conseguido humedecer mi ropa interior. Lo sabía. Max sabía perfectamente de lo que era capaz de hacerme sentir. No era ningún secreto que me moría por él; al menos no entre nosotros.

–¿Listos? –la voz de Daniel me devolvió a la realidad. Max acababa de dejarme completamente descolocada.

–Claro –contestó Max, probablemente al ver que yo no era capaz de hacerlo.

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora