VII.

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-¿Es necesario que vayas así vestida a la fiesta? -dijo Daniel mirándome de arriba a abajo mientras fruncía el ceño

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-¿Es necesario que vayas así vestida a la fiesta? -dijo Daniel mirándome de arriba a abajo mientras fruncía el ceño.

No le culpaba. Me había puesto el vestido más sensual y provocativo que había encontrado en el armario. Se trataba de un vestido rojo de tirantes que se ajustaba a mis curvas a la perfección. El escote pronunciado dejaba a la vista aquello que tanto le preocupaba a Daniel que se viese, pero si iba a pasar la noche cerca de Max, debía sacar la artillería pesada. Mi cuerpo tan solo estaba cubierto por aquel minúsculo vestido y una chaqueta estilo americana.

-Es solo un vestido...

-Sí, claro -contestó antes de poner los ojos en blanco, probablemente intentando ignorar el hecho de que ya estábamos entrando al local, así que no tenía otra opción más que llevar puesto ese vestido el resto de la noche.

Analicé el lugar con la mirada. Estábamos de vuelta en Mónaco, y no había lugar que me gustase más para una buena noche de fiesta. Se respiraba lujo, diversión y champagne del bueno.

Entonces me mordí los labios cuando, unos metros más adelante, en medio del bullicio de gente que esa noche abarrotaba el local, encontré a Max. Ese día no parecía haberle apetecido arreglarse, al igual que Daniel. Llevaba una camiseta azul marina y una gorra con la visera hacia atrás. Sonreía ampliamente mientras bebía de su copa. Pero esa sonrisa desapareció cuando su mirada encontró la mía. Parecía incluso incapaz de parpadear. Me fijé entonces en la rubia que estaba a su lado, que se aferraba a su brazo como si tuviese miedo a que Max se escapase.

En mi interior se formó una especie de fuego que sentí que me consumiría de un momento. Y quizá mi mirada también lo mostraba, porque Max se zafó rápidamente de su agarre; como si, de repente, le resultase incómodo.

Fue en el instante en el que nos acercamos a donde estaba él, cuando apartó la mirada. Hizo como si no se hubiese dado cuenta de nuestra llegada, por eso Daniel puso una mano sobre su hombro y le saludó de manera animada.

Y pensé que haría lo mismo conmigo, que me saludaría después de días sin vernos. Pero no fue así. Simplemente me dedicó una mirada rápida que, después de medio segundo, se terminó cuando volvió a beber de su copa.

-Voy a por algo de beber. ¿Qué quieres? -me preguntó Daniel cuando yo todavía estaba demasiado perdida en mis pensamientos como para contestar rápidamente.

-Eh... un Bloody Mary -pedí sin prestarle mucha atención.

Daniel se perdió entre la gente hasta llegar a la barra, y a juzgar por lo lleno que estaba el local, todavía tardaría en llegar. Max me dedicó una mirada fugaz cuando bajé la falda de mi vestido, que se había subido ligeramente al andar.

Sonreí tontamente cuando lo ví, como si estuviese realmente orgullosa de llamar su atención. Y lo cierto es que lo estaba, porque a pesar de lo que Max pudiese decir, era más que obvio que existía una enorme atracción entre nosotros.

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora