XXIII.

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Eché la cabeza hacia atrás, reposándola sobre la pared de mi cuarto de descanso en el hospitality

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Eché la cabeza hacia atrás, reposándola sobre la pared de mi cuarto de descanso en el hospitality. Era la primera vez en mucho tiempo que Meghan no venía a una carrera, y estaría mintiendo si dijese que no la echaba de menos.

Releí su mensaje deseándome buena suerte a pesar de que, probablemente, estaría en cama por aquella gripe que había contraído. En esos momentos era cuando me arrepentía de estar ocultándole todo a Daniel, porque me moría por plantarme en su casa al llegar a Mónaco, con un ramo de flores en la mano para animarla un poco.

Aunque, siendo sinceros, tenía la sensación de que sus sospechas eran cada vez mayores. Joder, me había ignorado por completo los últimos días, y ese mismo día en el paddock había pasado por mi lado como si fuese un completo desconocido.

La puerta de mi cuarto se abrió de par en par, consiguiendo sobresaltarme. El rostro de pocos amigos de Daniel hizo que tragase saliva con dificultad. Pocas veces en mi vida lo había visto así, con la ira reflejada en sus ojos.

–Tú y yo tenemos que hablar –ni siquiera me saludó o preguntó si tenía unos minutos libres. No quería mi opinión; tan solo me estaba informando.

–¿Qué... qué pasa? –pregunté con la voz temblorosa.

–No lo sé. Dímelo tú. ¿Qué cojones está pasando? –tragué saliva una vez más, pensando en qué mierda podía decir.

–No... no te entiendo.

Con una velocidad francamente sorprendente, su mano se apoderó de mi cuello, empujándolo todo lo posible contra la pared que había detrás de mi. Una especie de gemido de sorpresa se escapó de mi boca mientras Daniel se mordía su labio inferior con ira.

–¿No me entiendes, Max? ¿Estás seguro de que no me entiendes? –insistió apretando mi cuello con más fuerza. –¿Qué tal estaba el restaurante italiano? ¿Bien, no?

Me quedé sin aire y no fue por cómo estaba apretando con su mano. Me quedé sin oxígeno al darme cuenta de que, efectivamente, mis sospechas eran ciertas. Daniel lo sabía todo; o al menos lo sospechaba.

–Daniel, yo... –intenté hablar a pesar de que noté cómo las palabras se me quedaban clavadas en la garganta.

–Voy a ser muy claro, Verstappen –¿Verstappen? ¿Ya no soy Max? Joder... qué rápido había cambiado todo. –¿Cenaste con mi hermana la otra noche?

Se me heló la sangre.

¿Qué se suponía que debía responder? Si decía la verdad, estaba completamente jodido. Si mentía... joder, era imposible que mintiese si mi mirada me delataba cada vez que ella estaba frente a mi. Lo que me parecía increíble era que Daniel no se hubiese dado cuenta hasta aquel instante.

–Yo... –intenté hablar, pero era incapaz. Lo último que quería era hacerle daño a Meghan con lo que pudiese decir.

–¿Cenaste con ella, sí o no? –exigió saber Daniel, que apretó su mano todavía más alrededor de mi cuello. –¡Contesta, joder!

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora