XII.

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Levanté la mirada de mi plato por primera vez desde que nos habíamos sentado a la mesa para cenar

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Levanté la mirada de mi plato por primera vez desde que nos habíamos sentado a la mesa para cenar. El último día había sido realmente tenso con Meghan.

Lando me había estado machacando a preguntas, advirtiéndome una y otra vez sobre lo peligroso que era todo lo que estábamos haciendo, como si yo no fuese plenamente consciente de ello. Joder, claro que lo era, pero había preferido ignorarlo. Se estaba mucho mejor en aquella burbuja que habíamos creado, aquella en la que solo existíamos los dos y nos lo podíamos pasar bien sin ningún remordimiento.

Me fijé en la mirada de Meghan, que desprendía una especie de desprecio que nunca antes había visto. Y no tenía que haber sentido aquello, pero me dolió. Joder... me creó una especie de nudo en el estómago que incluso me quitó las ganas de seguir comiendo.

–¿Sabes quién me ha preguntado por ti? –la voz de Daniel me hizo volver a la realidad. La mirada divertida del australiano estaba clavada en su hermana, que movía el tenedor en el plato, sin muchas ganas de comer. –Jimmy.

La mirada de desprecio de Meghan se convirtió en auténtico pánico. Ni siquiera sé cómo Daniel era tan imbécil como para no darse cuenta de todo lo que estaba pasando. Incluso Lando me miró extrañado, levantando una de sus cejas al ver cómo yo agarraba el cuchillo con fuerza al recordar todo lo que había pasado; cómo había llegado en el último instante antes de que pudiese abusar de ella, su mirada de terror, la forma en la que se aferró a mi mientras lloraba.

–Tenéis que volver a quedar. A él le encantaste –Daniel parecía divertido, completamente ajeno a la realidad.

Me fijé en Meghan, en cómo tragaba saliva con dificultad y la manera en la que las manos empezaban a temblarle. Tenía que cambiar de tema cuanto antes o todo saltaría por los aires.

–Bueno... entonces, ¿cuál es el plan para mañana? –pregunté rápidamente. El gesto de la morena se relajó y me dedicó una pequeña sonrisa forzada.

–Tenía pensado salir a ese nuevo local del que os hablé. Está a media hora en coche, pero dicen que vale la pena...

La conversación derivó en todos los planes que Daniel ya había imaginado para los días que teníamos por delante en Australia. No se había dejado ningún detalle. Tenía todo perfectamente planificado.

Y mientras él explicaba todas las aventuras que teníamos por delante, yo solo era capaz de mirar a Meghan. Sus ojos habían perdido el brillo que los caracterizaba, su sonrisa se había desvanecido... y, aún así, Daniel debía estar ciego porque no se había enterado de absolutamente nada.

Pero cuando llegó la hora en la que todos nos fuimos a la cama y Meghan se quedó en el salón, comencé a sospechar. Así que cerré la puerta de mi habitación, fingiendo que había entrado y, con mucho sigilo, bajé las escaleras a la sala de estar.

Allí, Meghan se ponía un fino jersey mientras se encaminaba hacia la entrada de la casa. ¿A dónde iba a aquellas horas de la madrugada? No tenía respuestas, pero estaba dispuesto a seguirla para que no le pasase nada.

Lust | Max Verstappen (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora