11 la promesa

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La princesa se marchó con Asier deteniendo otra de nuestras peleas, había pedido a la dueña que desalojara otra habitación para discutir con el pelinegro lo ocurrido y segurametne encontrar la manera de silenciarlo.

Nymfi se había retirado y vuelto con una cajita repleta de medicinas, hojas, vendas ... No iba a preguntar de dónde lo había sacado, seguramente conocía este lugar como la palma de su mano, y seguramente no sería su primera vez viendo una pelea allí.

—Debo decir que lo vuestro es un poco infantil. — La de pelo platino se arrodilló frente a la cama. Un cubo de agua en un costado, la caja al otro lado. Ahora que la adrenalina se había marchado tenía que apretar con fuerza los dientes para no lloriquear.

Cogí una de las vendas atándola en mi mano que había dejado ya de sangrar.

Sin previo aviso un dolor mucho más grande me pegó con fuerza y grité.

Yohei había sacado el puñal, no me había avisado ni tampoco se había asustado ante la sangre que corría ahora por mi pantalón. Con la misma daga rompió el pantalón abriéndolo hacia la herida, mi cabeza dio vueltas ante la sangre y me juré que jamás iría a batalla.

Me iba a desmayar solo por la impresión.

— No seas quejica — me dijo al tiempo que se encarga de limpiar la herida y poner alguna clase de hoja medicinal. Examinó la herida. — Te vendría bien que el sanador te diera una mano, necesitas puntos y aunque estas hojas deben adormecer la piel ... — levantó su mirada a la mía.

—él me ha hecho eso ¿crees que ahora me va a curar? — Casi quise reír.

La puerta crujió y ambos la princesa y Asier entraron. Mi cabeza comenzaba a dar demasiadas vueltas, la pérdida de sangre, sumada a todo lo demás me dejaría vulnerable en cualquier momento.

— Tú también le has dejado una bonita marca en el cuello — Yohei se giró hacia los recién llegados.

La mandíbula del pálido se apretó y Vasi vino a sentarse a mi lado. Su mirada de reproche me llamaba estúpida en quince idiomas diferentes. Casi quería gritarle.

Apreté las manos sobre las sábanas bajo de mí y no me atreví a mirar la herida. Puntitos negros empezaban a nublar mi visión. Un cosquilleo recorrió mi piel, Yohei se levantó del suelo mirando al pelinegro.

— Yo puedo sola. — Dije ante la mirada de súplica hacia el único hombre de la habitación.

Hacia el único sanador del lugar.

Vasi chasqueó la lengua molesta. "No necesito que nadie me salve." Le había dicho más veces de las que podía recordar, ya no era orgullo, era que lo sentía de verdad.

Estaba sola, lo había estado desde la noche en la que colgaron un cartel sobre mi puerta "asesina" eso decía. Había estado sola en palacio, sola rodeada de personas que en realidad no le importaba. No le importaba tampoco a ella, ni a mi mejor amiga. Siempre que veía un buen plan se iba, no me avisaba, yo servía para sostener su copa, escuchar sus historias y consolarla. No había algo mutuo, no existía. Estaba sola, y había aprendido a sobrevivir. Estaba saliendo a delante sola.

Asier me miró con sus ojos marrones, ahora ya calmado.La suavidad en su cuerpo era envidiable. Nadie sabría lo que había pasado si no fuera por los moratones del cuello.

Me traté de incorporar un poco más, el latigazo de dolor en mi abdomen me recordó que antes también había sacado sangre de esa zona. Su mirada impasible.

Hubo silencio, uno muy tenso en el que las miradas se encargaban de dar órdenes y mensajes.

Asier tomó una gran respiración y se acercó a mí. Levanté la mirada.

Hija de la luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora