17 parte dos

1 0 0
                                    


PARTE DOS:


Capítulo 17:


Veo el mundo arder a mis pies. Puedo ver todos los secretos y ahora estoy sola en la cima del mundo. La luna como mi única diosa y madre superior, criaturas, mortales e inmortales se arrodillan ante mí.

— No le perforó ningún órgano vital mi reina— Un viejo hechicero me habla desde bajo del estrado. Su piel verde como la de un sapo, con naríz de garfio y ojos pequeños y afilados, en otro momento sentiría terror, quizás hasta repulsión, pero ahora yo soy una peor pesadilla.

— ¿Cree que lo intentó? — Pregunto sin importarme que hayan otros seres mirando y juzgando cada gesto que haga. La reina de la noche se alza ante ellos y sus opiniones no importan.

El hombre sapo entrelaza sus diminutas manos por delante de su barriga cervecera.

— No puedo decir con certeza sus intenciones — Sus palabras van muriendo en su boca y sé que no está contándolo todo.

Las sombras se retuercen a lo largo del trono recorriendo cada piedra negra, el acero y la plata, tapando cada cristal que pueda reflejar la tenue luz plateada.

— ¿Pero?

El hombre inclina la cabeza, su voz suena más como un rasposo quejido.

—Pero dudo que un soldado entrenado falle un asesinato limpio y sencillo mi señora.

Mi mirada encrudece y el sapo tiembla. Ya sabía esa parte de la historia. Asier no me había matado, no lo había intentado, me había dejado vivir, posiblemente pensaba que moriría desangrada, pero no llegó a darme en un punto letal. ¿Por qué?

Ser almas atadas hacía que mi muerte le doliera, pero no sería un dolor insoportable, solo una espina más en su piel. Al igual que lo era la muerte de su familia y amigos, mi muerte significaría una espina más.

Pero no me había matado. ¿Había esperado que muriera sola?

— ¿Qué sabes de la princesa Vasilissa? —Cambié de tema. El sapo se contorneó y un segundo hombre, mucho más joven, dio un paso adelante.

Levanté mi mentón ante su atrevimiento, un paso sin preguntar... El hombre tenía el rostro perfectamente afeitado, un rostro muy mortal, si no fuera por unos cuernos sobresaliendo de su larga cabellera y enroscándose hacia atrás.

Levanté una mano indicándole que hablara.

— La princesa Vasilissa nunca llegó a salir de palacio. Han aumentado sus guardias y hasta donde hemos podido acceder la princesa no sale de sus aposentos desde hace un mes. — Me informó el hombre de apariencia mortal. Sus ojos marrones cálidos y sus ropas de noble demasiado parecidas a mi recuerdo en palacio. — El rey de Fos está haciendo movimientos por el bosque de Noche, mi Reina. Creo que sería prudente crear un contraataque.

Un contraataque... Yo no tenía ni idea de nada, no sabía gobernar, tampoco de estrategia, pero que todavía desconocieran si estaba viva o muerta me parecía una ventaja más fuerte que un ataque.

Sacudí la mano y las joyas titilaron y brillaron ante la luz amplificada de la luna a través de la alta cúpula de cristal.

— Mi señora estamos muriendo. — Suplicó de nuevo el de cuernos.

— No pongas en duda a La Reina de la Noche, Francisco. —Le reprimió el hombre de piel verde. Se arrodilló y gateó hasta mis pies. — Mi reina, sabemos que acaba de recuperarse, pero le pido que deje a los generales ocuparse, le dirán cada movimiento y respiración que tomen.

Hija de la luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora