27 sólo yo

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Asier iba vestido como en Skotadi. Casi me dio un vuelco el corazón cuando nuestras miradas se cruzaron. Sus palabras clavadas en mi pecho, sus manos todavía abrasando mi piel. El recuerdo me hacía querer volver a sus brazos, olvidar quienes éramos... Pero no podía hacer aquello.

Tobias le ofreció varias dagas con los símbolos de estrellas de la Corte de La Noche antes de dirigirse hacia mí.

Estábamos en las fronteras, pero nos transportaríamos directos a palacio. Robaríamos el libro y cortaríamos la cabeza del rey.

Parecía un plan simple, pero todo mi cuerpo estaba en tensión y los ruidos de las armas me indicaban que perdería más criaturas de las que jamás podría conocer. Una guerra inminente ante mis pies, y la responsable sería yo.

Podría cerrar la frontera para siempre, ocultarnos de los otros 3 reinos, dejar el resto del mundo a voluntad del destino y decisiones bajo las coronas. Podría convertir mi corte en un lugar pacífico, vacío de guerra y traición, pero habían personas que me importaban al otro lado, y yo ya había tomado mi decisión.

Las sombras se extendieron sobre la frontera y cuando la piel se desprendió de mis manos los ejércitos pasaron, sólo los más poderosos del reino serían capaces de penetrar las fronteras de la Corte de la Noche. Dí un último vistazo a la ciudad y castillo cavado en las piedras para sentir los ojos de Tobias en mí, un asentimiento y las sombras me rodearon, en un parpadeo estábamos en el palacio.

Asier a mi lado, Nymfi y Tobias al frente. Habíamos entrado a palacio, en sus pasillos tal cual los recordaba, pero se sentían diferentes. Respiré profundamente y Nymfi se desvaneció en busca de la princesa.

—- Las bibliotecas es un lugar tan improbable que puede que lo guardaran allí — Tobias rompió el silencio. Asier y yo negamos con la cabeza casi a la vez.

—He recorrido esa biblioteca durante años, lo habría sentido. Busquemos en los aposentos del rey y en la sala del trono, después vayamos a los jardines o ...—-Mi cabeza daba vueltas tratando de pensar. ¿Dónde ocultarías un libro así? Llevé las manos a mi cabeza y pensé en los calabozos, Asier dijo que era un lugar adecuado para ocultar cosas, pero me negaba a bajar allí.

Una mano suave se cerró sobre mi muñeca y me di cuenta que estaba tirando de mi cabello con fuerza. Asier me miró sin expresión alguna, pero su agarre firme y suave a la vez me erizaba la piel.

—- Nymfi ya debe haber encontrado a la princesa. No tenemos tanto tiempo. —Asier puntualizó y Tobias no pasó desapercibido aquel tono suave en su voz. —- Vayamos a los aposentos por lo que veníamos buscando.

Tobias asintió en silencio y comenzamos a caminar en silencio, su mano todavía rodeando mi muñeca. Las sombras nos envolvieron y trataron de camuflarse en cada rincón. Tobias no se arriesgó a transportarse, todavía no estábamos seguros de encontrar al rey o la reina en los aposentos, era improbable, pero había posibilidades.

Así que caminar era la opción más viable, donde todavía tuviéramos tiempo de reaccionar ante las voces sin ser vistos.

Con un último giro llegamos a las 2 enormes puertas de los aposentos.

Tobias s e extendió más allá tratando de escuchar cualquier sonido del interior, Asier había llevado su mano libre a la empuñadura de una daga, mientras mis sombras trataban de escondernos sin crear demasiada oscuridad. Cuando Tobias abrió la puerta y entró mis sentidos se ampliaron y un escalofrío me recorrió la columna. El pálido me apretó unos segundos antes de soltarme y su mirada se volvió a mis ojos como dos esferas marrones que titilaban en un rojizo cambiante.

—He vivido mucho. Más de lo que puedas imaginar. —Asier alzó su mano a mi mejilla y mis ojos quisieron cerrarse. Un cosquilleo hacia mi estómago, que aquello no fuera una despedida, no podía perderle una segunda vez. Las sombras se arremolinaron en sus brazos y sus ojos brillaron en algo desconocido. — He visto a los reinos alzarse, he conocido el amor, la vida y la muerte, he luchado en guerra una y otra vez... nada me da miedo Adara. —Tragué saliva subiendo las manos por su cuello, quería que parara, quería que no me dijera nada más, dentro de unas horas volveríamos al castillo y todo habría terminado.

—He vivido muchos años, pero nada me ha movido tan fuerte y de tantas maneras como tú.

—-Asier, nadie te separará de mí. Esto no es una despedida. —Declaré con seguridad.

Su frente rozó la mía y cerré los ojos. Un cosquilleo allí donde su mano acariciaba distraídamente mi mejilla.

—-Nadie tiene derecho a matarte, sólo yo. ¿Lo entiendes, Adara?

El aire se atascó en mis pulmones cuando juntó nuestros labios. Cerré los ojos aspirando con fuerza, mis dedos apretaron sus ropas y quise quejarme cuando se alejó.

No hubieron miradas, ni palabras bonitas, Asier se giró y entramos a los aposentos del Rey.

Sentí el roce del aire cuando las sombras me rodearon como un escudo, el poder en aquella estancia era tan grande que me costaba respirar, lo emanaban las paredes, los objetos, la luz...

Una cama de tres plazas en el centro adornada con telas blancas y cortinas cosidas con hijos de oro, no ocupaba ni una mitad de la cuarta parte de la estancia.

Una librería forrando la mitad de una de las paredes de mármol blanco, una alargada mesa se extendía al lado con varios jarrones y papeles olvidados, hacia el fondo un viejo escritorio limpio tenía una sola carta y cuchillo. Las luces flotantes oscilaban por la estancia acompañadas por velas prendidas en candelabros. Una estátua en un rincón de una feérica mirando el cielo y flores marchitas a su alrededor. Espadas reales guardadas y expuestas muy al fondo junto a un enorme florero de porcelana blanca y dorada.

Una estancia tan nítida, pulida, limpia, que no parecía estar al uso. Algo más parecido a ser observada pero no utilizada, y me preguntaba si de verdad el rey dormía allí. La reina dormía en la otra sala, así que ... no estaba segura.

Tobias junto a la estantería sacaba libros y los sacudía buscando notas escondidas, Asier buscaba en el interior de cajones y yo no sabía que hacer, mi cuerpo estaba paralizado, como si hubiera vuelto a la antigua Adara, la compañera de travesuras de Vasi, y me hubiera colado en un lugar que no debía.

El tictac de mi corazón tan sonoro que seguramente ambos hombres podían escucharlo.

Cuando Tobias levantó la mirada y Asier dejó caer un abrecartas.

Hija de la luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora