26Mi enemigo, mi sanador.

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Respiré con fuerza cuando sus manos deslizaron caricias por mi abdomen hasta llegar a mis caderas y tirar del vestido fuera de mí. Cerré los ojos cuando sus dedos regresaron desde mis pies subiendo despacio apenas rozando el largo de mis piernas hasta tocar la única prenda interior de mi cadera. Mis labios temblaron y estiré los brazos hacia él, necesitaba su calor, necesitaba tocarlo, necesitaba ...

Sus brazos fuertes quedaron a cada lado de mi cuerpo cuando se colocó sobre mí, nuestros pechos tocaron y solté una sorprendida exhalación al notar un ligero dolor en mis pezones erectos.

La vergüenza se quedó lejos cuando su boca volvió a la mía y mis dedos recorrieron toda su espalda.

Me noté húmeda y suspiré en sus labios cuando su mano trazó círculos en mis caderas.

Su calor envolviéndome y su respiración pesada acariciando mi piel, cerré los ojos incapaz de poder sentir más. Aquello me mareaba más que el alcohol, y mi tolerancia al alcohol era nula, pero aquello me desbordaba.

Sus dedos se enredaron en la última prenda de mi cuerpo y el corazón se me aceleró, abrí los ojos al sentir como se incorporaba y mis manos volaron a sus hombros.

Jamás había estado tan vulnerable. Jamás me había sentido así, y ahí estaba él, hermoso bajo la luz de la luna, dulce como la miel, peligroso como una daga en el cuello.

Su mano paseó por encima de la fina tela y respiró con fuerza cuando notó la humedad a través de ella. Un cosquilleo bajó por mi abdomen y sentí el latir entre mis muslos cuando su mano se cerró allí.

Suspiré con fuerza cuando arrancó sin paciencia la última prenda de mi cuerpo. Mi cuerpo saltó en sorpresa cuando fueron sus dedos los que me acariciaron. Piel con piel.

Casi sentí mis ojos girar cuando su masaje se volvió en circulos rápidos y mis respiraciones se volvieron sonidos obscenos. Mis caderas elevándose contra su mano y cuando se detuvo un dolor como el infierno más dulce me hizo quejarme.

Asier se quitó su última prenda y el oxígeno pareció desaparecer. Aquello era lo más excitante que había hecho en mi vida. Y sabía que ya no volvería a culpar a Vasi por llevar a tantos amantes a su cama.

Asier se relamió los labios y volvió sobre mí. Su mirada intensa, el peso sobre un brazo y supe que esta vez había llegado demasiado lejos, el precipicio estaba a mis pies, y la locura ya me había consumido.

Entonces lo noté en mi entrada, su boca se presionó contra la mía y una ráfaga de dolor cruzó el placer. Asier me besó con fuerza pero no se movió, había intentado distraerme. Apreté los párpados tratando de respirar ante el dolor punzante y la sensación de tirantez. Asier besó mis párpados.

—-Lo siento. — Sus labios rozaron mi mejilla. Me besaron una y otra vez. —- Lo siento, pensé que era mejor así. Si no lo sabías no estabas tensa, quizás no dolería, lo siento.

Sus labios presionaron todo mi rostro en suaves caricias y respiré concentrándome en ello. El dolor pasando a un segundo plano cuando su lengua lamió mi cuello y me estremecí.

—Asier. —Suspiré. Un movimiento lento de caderas, el dolor todavía estaba ahí cuando empujó, pero el placer se juntó en una exquisita combinación.

—-Lo siento —susurró una última vez, le besé cuando volvió a moverse.

El dolor volviéndose en una leve incomodidad y entonces sentí el cielo e infierno en la tierra. Nuestros labios se separaron, sin aliento me perdí en el infinito deseo y me precipité al vacío, solo para caer sobre sus brazos.

Las sombras estallaron y resquebrajaron la ventana.

Una y otra vez sus brazos me recogieron y sus labios me besaron de regreso. Una y otra vez sentí mi cuerpo morir y revivir hasta que la noche se hizo mañana.

→...→...→

— Me dije a mi mismo que no acabaría aquí. — Su voz suave contra mi hombro me hizo suspirar en calma.

Enredados en brazos, piernas y sábanas, Asier me abrazaba por la espalda trazando dibujos en mi abdomen desnudo. Mis ojos se cerraban y mi pecho respiraba en paz, como si nada en este mundo pudiera cambiar aquello.

— Y ahora estoy admirando el cuerpo de la asesina de mi madre. — Sus dientes mordisqueaban mi hombro y después besó la zona.

Cerré los ojos y agarré sus manos subiéndolas a donde mi corazón latía con fuerza y seguridad, entrelazando los dedos noté el roce de su cabello en mi nuca, sus pestañas acariciando mi hombro.

Decirle que lo sentí nunca sería suficiente, que lo hice sin darme cuenta no quitaría su dolor, hablar ... No sabía qué más decir.

Que las diosas me salvaran porque tenía que encontrar la manera de mantenerlo a mi lado.

Quería ser suya. Un deseo caprichoso, algo que debería guardar dentro de mí.

Cerrar bajo llave en una cajita y lanzarla al mar después de tragar la llave.

Pero estaba tan tentada bajo los suaves y fuertes brazos del pálido, a sus ásperos pero dulces dedos, a sus besos y mordiscos. Que las diosas me ayuden. No era consciente de poder amar y odiar algo al mismo tiempo hasta ahora.

Rogaba por su perdón, un perdón que nunca existiría.

Y yo lo entendía.Pero me quemaba como el fuego. Él me dejaría en la oscuridad, en la noche, cuando menos lo esperara, porque yo no era más que una tentación, un cuerpo, una asesina.

Pero yo había caído, y ya no estaba tan segura de sentir lo mismo que él. Ya no sabía si era el cruel destino o mi corazón había decidido salir de mí.

Cuando éramos el veneno del otro pero aún nos abrazamos bajo los rayos del sol como pecadores, adictos.

"no confundas el amor con la atracción" dijo él.

Él me había devuelto a la vida. Me sentía viva, y quería gritar a las diosas por aquello.

Estaba en la cima del mundo, pero estaba sola.

<No me romperé nunca más, fuí la elegida.>

Una promesa hacia mi misma, pero quería permanecer cerca de él un poco más, despertarme la noche siguiente a su lado.

Sus brazos eran el paraiso, un paraiso que no me pertenecía.

Mi enemigo, mi sanador.

Quizás en nuestra próxima vida.

→...→...→

Nymfi me miraba seria, un poco más seria que de costumbre.

Sus ojos atravesados en líneas negras escudriñaban cada detalle de mi cuerpo, y casi me sentía expuesta. Claro que lo sentía, no sabía cómo, pero lo sentía.

Me crucé de brazos en la bonita túnica negra delante de ella.

— Dilo. — Le reté.

La de trenzas blancas suspiró e hizo una mueca. Luego sacudió su mano y se apartó de mí hacia la cama, donde una coraza más parecida a un corsé me esperaba.

— Apestas a él. — Suspiró sentándose en la cama.

Puse los ojos en blanco tratando de ocultar la vergüenza y señalé el corsé, o la coraza, o el escudo ... lo que fuera.

— Se supone que debo confiar en eso contra posibles tiradores, arqueros.

Estaba fabricada en un metal fino, ligero pero resistente, pintada de negro tenía diferentes dibujos de constelaciones doradas. El hechicero de piel azúl, que ahora sabía que se llamaba Yohei, lo había hechizado para mi mayor seguridad.

Nymfi golpeó con los nudillos el metal creando un sonido metálico al chocar con sus anillos.

—Bastante resistente. —se encogió de hombros.

Esa misma noche cruzaríamos las fronteras, moviéndonos como fantasmas buscaríamos a todas las criaturas que quedaron fuera y trataría de llegar a palacio para hablar con Vasilissa.

La trampa estaba echada, los planes repasados y los pelotones preparados.

Hija de la luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora