16 hija de la luna

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Es difícil respirar. Veo el mundo a través de sus ojos de tinta negra y sangre. Escucho mis gritos y me veo llorar.

Pero a la vez no soy yo, como un sueño extraño que me abraza y me lleva, subiendo y bajando con las olas de mi respiración.

El fuego se extiende por el bosque. El mundo se vuelve brillante.

<No temas>

Cállate.

Abro mis ojos con fuerza. A veces no puedo decir que mi cuerpo me pertenece, pero ahora es tan solo una ilusión.

Aguanto la respiración, los demonios se esconden tras los árboles, me esperan.

Atravesando una puerta directa al infierno. Pero me siento libre de preocupaciones, libre de todo.

Mis manos se abren y la oscuridad se cierne sobre mí. Las criaturas vienen a mí, sus garras filosas se me clavan pero no me matan. Como si quisieran tratarme con cariño me arrastran al interior, un aima, dos, tres... Mi visión vuelve a ser mía cuando el fovo separa a las criaturas.

Largas garras, dedos y dientes, la sombra se extiende y acaricia mis heridas, la sangre gotea, pero sigo viva.

Un dolor apenas perceptible, mi siento cautivada por la criatura oscura ante mis ojos, por la manera en la que acaba sobre sus rodillas. Toda las criaturas se detienen, se retuercen chillan y se agachan ante mí.

<Reina de la Noche>

Las sombras me ayudan a levantarme, las criaturas alargan sus garras hacia mí y sus afiladas garras desgarran mi ropa, sienten miedo, tienen miedo de haberme hecho daño, me lo dicen las sombras.

Yo las perdono.

Me siento drogada, fuera del mundo cuando el fovo me mira, sus ojos blancos, vacíos, las pesadillas...

<Reina de la Noche>

Para.

<Reina de la Noche, la necesitamos>

No.

<Reina de la Noche apiádense>

—No. —Mi voz sale firme.

Las criaturas se estremecen y algunas huyen.

Las sombras se extienden acariciando cada una de ellas, miles a mi alrededor. Aimas, Fovos, Psychis...

No soy una más, no soy otra criatura oscura. Pero, tampoco soy su reina.

Me mareo, me tambaleo.

Las sombras indican movimientos, las aimas se esparcen como ratas. Huyen, corren, su ira vuelve, sedientas de sangre. El fovo se disuelve, me atraviesan garras y el humo quema mis pulmones.

Aún cuando mi cuerpo cae rendido mis sentidos se abren, las sombras me sostienen y mi cabeza da vueltas, el poder me atraviesa, cada uno de los sentimientos imposibles de esas criaturas viene a mi. Ráfagas de ira y miedo me consumen. Y cuando escucho mi nombre estoy demasiado perdida, Las sombras se transforman en rosales, sus pinchos atraviesan carne caliente, y la sangre que no es mía me mancha las manos.

—Adara. —Me llama de vuelta.

Mi visión apenas es clara, motas de luz y oscuridad se baten por inundarme.

Mi cuerpo se convulsiona y se asusta, unos brazos fuertes me rodean y me detienen.

Me escurro, me remuevo, trato de huir, chillo y lloro, pero sus brazos no me sueltan.

Las lágrimas calientes bajan por mis mejillas y se mezclan con la sangre. Mi cuerpo tiembla mientras las emociones que no me pertenecen se esfuman.

Miedo, incertidumbre.

Hija de la luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora