19 escalofríos intuición

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Una pequeña niña con escamas salpicada en sus mejillas se escondió entre los faldones de mi vestido amarillo. La nena con naríz remachada y cabello pelirrojo se abrazó a mis piernas mientras los gritos de Tobias resonaban por el pasillo.

— ¿te metiste en problemas Isabel? — le pregunté divertida.

La pelirroja salió apenas de mi falda enseñando una de sus alas escamosas, y desde su mejilla crecía otra extensión de escamas alargadas que hacían de oreja. Sus dulces ojos brillaron con picardía y volvió a esconderse.

El de cabeza rapada abrió una puerta y salió al pasillo. Su tatuaje estaba pintado de colorines y su cabello recogido en miles de trencitas mal hechas.

— Te queda bien. — Bromeé. Su mirada afilada casi me hizo carcajear.

Isabel era una niña de 8 años que había perdido a su madre al año de vida. Su padre fue enviado a Skotadi a buscarme y velar por mi regreso seguro, pero murió 2 años antes durante una encerrona de los caballeros de Neráides. Isabel no había quedado a cargo de nadie en concreto, deambulaba como un ratoncillo por todas partes, y todos la cuidaban, porque aquí cuidas a los hijos de los otros como si fueran tuyos.

Las clases sociales no estaban tan divididas, y las personas se sentían seguras al caminar por las calles.

Aunque había muchísimas personas iletradas, incluida Isabel.

— Me he dormido 5 minutos. —dijo exasperado.

— Esa obra de arte no puede haber durado solo 5 minutos— Le chinché. Tobias puso los ojos en blanco.

Y cuando la niña salió de mi falda haciéndole burla, el piercing de su lengua brilló. Tobias le sacó la lengua haciendo ademán de perseguirla. Isabel gritó y se fue corriendo.

Observé a la pequeña correr agitando sus manos y alas hasta perderse por una puerta abierta.

— Nunca me acostumbraré a verte sonreír. — Dijo. Giré la cabeza hacia él.

Su ceño más relajado mientras comenzaba a desatarse las trencitas que Isabel le había hecho por casi todo el cabello. Pude ver que la zona rapada de su cabeza también estaba pintada de verde, pero no dije nada al respecto.

Estaba sonriendo porque era fácil. La niña me sacaba siempre sonrisas y mis instintos me dictaban protegerla y abrazarla hasta que no pudiera respirar.

Jamás me había sentido así, y no sabía si era parte de haber desarrollado todo mi poder. O la posición de la luna.

— ¿Vasilissa? — Pregunté.

Tobias suspiró y se encogió de hombros. Seguramente la princesa ya había llegado al reino de Fos, ningún guardia había enviado alguna señal de problemas. Tendría que sentirme relajada, pero hasta que no tuviera noticias no me quitaría a la princesa de la cabeza.

— Nymfi está buscando más información de las aimas, se están duplicando, triplicando o reproduciendo, no tengo ni idea de cómo funcionan. — Tiró de una última trenza y se frotó el cabello ya suelto y ondulado. — Lo que quiero decir es que se están comportando de manera anormal, no son más que ... son como ratas, digamos que sí, alguna puede atacar, pero no suelen atacar de esa manera, y ese aumento no se ha registrado nunca.

Me acerqué unos pasos a él, el sonido del vestido arrastrando sobre el mármol. Todavía se colaban los últimos rayos del sol, la mayoría de criaturas despertarían en una o dos horas. El castaño estaba cambiando su ciclo de sueño para estar despierto a la vez que yo, mientras Nymfi apenas dormía, no lo necesitaba.

Hija de la luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora