5Criatura mortal

8 2 0
                                    


Era una tonta al pensar que aquella casa no me traería memorias.

Ella había sido demasiado amable conmigo. Y esas paredes estaban repletas de recuerdos. Nunca pensé que ella iba a ser testigo de esa atrocidad, no sabía si me recordaría, pero no iba a acercarme a comprobarlo. A veces me encontraba perseguida en mis pesadillas por ella, por la última vez que la vi. No merecía nada de aquello. Y aun así me prometió guardarme un rincón en la casa por si decidía volver algún día.

Lo que podría ver de mí sería una aterradora y disgustante sorpresa para ella.

Ella no había conocido a la psicópata que poco a poco me iba convirtiendo. "Eres una masoquista no lo niegues" me decía más de una vez Vasi. Tras lo que podía haber sido un acto homicida, una traición a la gran corona Vasi me preguntó "¿alguien más tiene tu confianza? ¿sólo yo tengo esa lealtad o yo tampoco? Eres tan intrigante a veces..." Y sí, la princesa se había ganado un rincón de mi corazón, me había sacado de situaciones enredosas, del intento de homicidio a un noble, el robo de hermosas joyas, el asalto a las cocinas, las peleas con los guardias, tutearla y admitir mi desprecio por la familia real, admitir que no me arrodillaba ante nadie, ni siquiera por ella, la futura reina, pero no mí reina ...

A la princesa le gustaban los retos, le gustaba castigar a sus padres por cosas que nunca entendería, le gustaba tener el poder de todo y a la vez le gustaba el poder que se le escapaba conmigo. Indomable.

Mi madre me dijo que no me arrodillara ante nadie. Así sería.

— La mujer cerró puertas y ventanas cuando escuchó los primeros gritos. — Nisha me sacó de mi trance. Había perdido el sentido de todo, no me había dado cuenta ni siquiera las sombras tirando de mi piel. Mis pensamientos por aquella casa me habían arrastrado a un pasado que parecía demasiado lejano, y que en realidad tan solo tenía unos años de antigüedad. Miré a la de piel morena que parecía tener un brillo curioso en los ojos, me estaba analizando, estudiando como a un ser extraño, como si fuera una de esas Aimas. — Le rompieron los cristales, al parecer la mujer logró esconderse a tiempo en la despensa y las Aimas debieron de estar ocupadas con otras personas, no buscaron más lejos, se quedaron en la sala principal de la casa.

El angustioso alivio que eso me produjo debería darme un aviso de que pasar mucho tiempo allí me traería mis sentimientos. Cosa que no quería de vuelta.

— ¿No escucharon el latido de su corazón? La despensa no tiene puertas tan grandes. —Le dije, dándome cuenta tarde del desliz que acababa de cometer. No nos habían enseñado la casa. Pero Nisha no preguntó cómo sabía yo eso, simplemente respondió encogiéndose de hombros.

Caminé por el pasillo de paredes anaranjadas y su suelo de mármol tan impecable como siempre. El viejo gato naranja saltó a mis pies y ronroneó deslizándose entre mis piernas.

— Hola Pitufo — Saludé al gordinflón con una amenaza de lágrimas en mis ojos.

No sabía que podía extrañar al viejo gato gordo que en realidad nunca había tocado, más que un par de veces, pues era alérgica. Luché durante años para poder respirar en esas paredes por el gato, me arriesgué alguna vez a erupciones en la piel por acariciarlo... La vieja mujer amaba a ese gato, el último recuerdo vivo de su viejo compañero fallecido.

Caminé hacia la salita de sofás rojos y una vidriera con la vajilla de su boda, un par de cuadros y las fotos sobre los muebles de sus hijos, nietos y marido.

Mi cuerpo se volvió una densidad insoportable, mis extremidades se derretían ante los recuerdos. Respiré profundo ante el ligero mareo y permití que las sombras me abrazaran.

Hija de la luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora