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Luego de una larga ruta muy extraña entrando por caminos que parecían no estar ahí, o que fueron borrados por el tiempo dejando muy poco del pavimento, llegamos a una cabaña, me sorprendió que era en realidad algo más parecido a una casa rústica y bonita, me imaginaba alto terrorífico, pero se veía muy bien. Me gustó a pesar de estar en medio de árboles y naturaleza.

Pero yo me sentía muy incómodo en general, la situación me disgustaba, se suponía que debía estar en la playa en ese momento. A pesar de lo bonito que era el lugar, simplemente con imaginar a mis padres tomando el sol, sabía que todo me iba a molestar.

Al bajar de la camioneta sentí mucho estrés de pronto, al escuchar los sonidos de los insectos y al sentir la brisa del viento soplando fuertemente sacudiendo las ramas de los árboles, todo me generaba mucha ansiedad.


Los mosquitos comenzaban a posarse en mis brazos.


¡No! ¡Shu! ¡Largo! ¡Déjenme! — intentaba espantarlos.


Michael me miro riéndose.


Te quejas como un niño.— se burló de mí, bajó mi maleta del auto y lo seguí hasta la cabaña sintiéndome un poco avergonzado.


Sentí picazón y comencé a rascarme los brazos.


¡Me picaron! ¡No! ¡No ha pasado ni diez minutos, y ya podría morir!

David, deja de ser tan llorón.


Me sentía muy enfadado, incómodo y fastidiado con toda la situación, y no podía seguir quejándome o él se iba a burlar de mí.

Al entrar a la cabaña y visualizar el espacio me sentí un poco, tan solo un poco más calmado de pronto, y es que todo era muy cálido y se veía realmente acogedor, eso me hizo esbozar una sonrisa. Lo seguí hasta una habitación donde había una cama y una bonita ventana en frente.


Aquí dormirás, ahora iré a preparar la cena, deberías salir caminar un poco por afuera para que todos los mosquitos de la zona te conozcan... — se burló de mí.

Ja... ja... muy gracioso — dije fastidiado.


Se fue a preparar la cena y yo me senté en la cama mirando toda la habitación, me cubrí el rostro frustrado, respire profundo.

Comenzaba a sentir mucho frío, aparte de eso, no había almorzado por las tantas horas de viaje, tenía mucha hambre y mi estómago se delataba a gritos. Abrí la maleta y por suerte tenía una polera empacada, me la puse y me abracé fuertemente, pero seguía sintiendo mucho frío y temblaba involuntariamente.

Escondía mis manos dentro de las mangas de la polera debido a lo frías que estaban, decidí obedecerle a regañadientes y salí a caminar para ver el exterior, confirmé mi sospecha de que solo había más de lo mismo, muchos árboles y el camino por donde habíamos llegado. Mucha vegetación y los escalofriantes sonidos me asustaban, escuchaba grillos y otro tipo de seres abominables.

Me dispuse a caminar un poco por los alrededores de la casa durante unos minutos, estaba furioso por todo.

De pronto, en un descuido, mi pie se enredó en una rama y me caí de cara al suelo.

Un Verano Para Siempre | Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora