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Michael me sujeto de la camiseta rápidamente antes de que cayera al agua, la caña de pescar me había ganado en fuerza y por poco salía volando al río.


¡¿Estás bien?! — me preguntó asustado, me senté en la roca de nuevo, muy asustado, mi rostro me delataba, por poco caía al río, y la idea de golpearme me había dejado atónito y atemorizado.

¡Pude haber muerto! ¿Que hubieran hecho mis padres? ¿¡Se habrían arrepentido del castigo si moria!? — estaba temblando del susto.


Él me miraba confundido.


David... por favor... no seas exagerado...

No exagero, ¡Ese pez casi me mata, tú lo viste! ¡No sé qué más puede pasarme!


Lo veo llevarse la mano a la cabeza, y frotarse la frente estresado, me miró, sonriéndome a modo de burla.

¿Por qué se burlaba tanto de mí?

¿Y por qué tenía que sonreírme de esa manera?

¿Qué pasaba con él? O mejor dicho ¿Qué me pasaba a mí?


Eres un dolor de cabeza...— me dijo.


Lo fulminé con la mirada, él se dispuso a pescar ignorándome y yo aunque evitaba verlo, no podía, y es que me sorprendía de ver su habilidad. Consiguió pescar muchos y lo hacía ver tan fácil.

Ya no podía dejar de mirarlo, peor aún cuando se quitó la chaqueta y debajo traía una camiseta negra con botones, sin mangas, al sostener la caña con fuerza se le marcaban los músculos, me encontraba perdido mirándolo y cuando lo notaba quería mirar a otro lado, pero, mis ojos regresaban a buscarlo.

Al terminar la pesca colocó los pescados en la hielera, con la otra mano sostuvo la caña de pesar y giró a verme, me sonrió.


Vámonos...— me dijo, le seguí sintiéndome muy tímido.


¿Acaso había notado que yo había estado observándolo tanto tiempo? En verdad esperaba que no.

Por alguna extraña razón el camino de regreso se me hacía mucho más pesado y agotador que el de antes, aún sentía dolor en el cuerpo por el frío de la noche y el sol no había logrado secar por completo la ropa que llevaba puesta, así que estaba tiritando un poco.

Luego de varios minutos él avanzaba con normalidad, mientras que muchos pasos detrás yo ya estaba quedándome sin aliento.


¡Oye!... ¡Oye! Espérame...— le dije descansando y tomando aire, me miro burlándose.

Apresúrate, te estás quedando atrás...

¡Agr! ¡Es que estoy muy cansado!


Puso los ojos en blanco y se acercó a mí.


Ten esto...— me entregó la hielera, la sostuve confundido y me dio la espalda.

Sube a mi espalda.

¿Q...? ¿Qué?

Ya oíste, dijiste que estás cansado, no te vayas a desmayar — se burló —... si vas a estar quejándote, mejor súbete a mi espalda...

Un Verano Para Siempre | Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora