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Supuse que tendría tiempo para decírselo.

Luego.



Le pedí ponerse boca abajo en la cama, en cuatro. Saqué la soga que tenía guardada en el cajón de mi mesa de noche, rodeé cuidadosamente su cuello y sus hombros, dejándola caer por su espalda mientras acariciaba su delicado y tan delgado cuello. Rodee su torso despacio varias veces, trenzándola en su espalda poco a poco y rodeando cada uno de sus frágiles brazos.

En su espalda uní sus manos atándolo de las muñecas, listo el nudo, toqué sus mejillas, que estaban ardiendo y cada vez el rosado se volvía más y más rojo. Se arqueó cuando apreté fuertemente el nudo sus manos en un último ajuste.



Estoy, ner... nervioso.— hablaba jadeando, ansioso y desesperado, tanto como yo.


Lo deseaba.



¿Confías en mí?

Claro que... que... que sí.



Deslicé mi lengua por su entrada, eso lo inquietó, lo sentí entumecerse y sorprenderse ante el húmedo y cálido contacto de mi lengua deslizándose por él, luego cuando estaba lo suficientemente húmedo me di la libertad de acercar mis dedos y tocarlo despacio mientras lentamente comenzaba a emitir esos sonidos que tanto me envolvían en placer, gemía.

Y aunque tan solo apenas estábamos comenzando, ver las trenzas de la soga sobre su espalda, con sus manos atadas en el lugar justo debajo de mí, a mi plena vista antes de poder ver su hermoso trasero blanco de porcelana, me tenía realmente loco y excitado, así que sin dudarlo metí mis dedos hasta el fondo.



Ahhh ¡Michael!— fui un poco menos delicado, realmente no podía controlarme, lo nalgueé tres veces seguidas con todas mis fuerzas con la mano libre, los sonidos de la palma de mi mano chocando con su piel me hicieron estremecer del dolor que sintió, es que fue vidente en sus gritos y gemidos. Lo volví a hacer mientras se arqueaba más y más, mis dedos entraban y salían de él girando, dispuestos a prepararlo para todo.



Los retiré rápidamente, necesitaba entrar con desesperación, no aguantaba las ansias de entrar en su cuerpo y hacerlo mío. Lo penetré con todas mis fuerzas, chocando mi cuerpo con sus nalgas, viendo como estas tenían las marcas de las nalgadas y estaban increíblemente rosadas, su mejilla contra la cama y sud desesperado aliento desesperado respirando fuertemente antes mis fuertes embestidas, más nalgadas, más embestidas, más roja su piel, mucho más excitados ambos.



¡Michael! ¡Ahhhh Michael! ¡Michael!— amaba oír mi nombre saliendo en esos delicados susurros, su hilo de voz rodeado de placer y jadeos, ecos que quedarían grabados como el mejor sexo de toda mi vida, con el mejor chico de todo el mundo, que era mío, que él me lo había pedido y que ambos no podíamos parar de disfrutar.



Se escuchaba nuestra piel chocar imparablemente como palmadas incontrolables y repetitivas, él no podía mover sus brazos, estando atados en su espalda, simplemente no tenía control de sí. Comencé a tocar su miembro rodeándolo con el brazo, aun embistiendo repetitivamente y fuerte, iba a volverlo loco, lo sabía y lo confirmé cuando sus ojos se pusieron en blanco de tanto éxtasis que estaba sintiendo entre toda la euforia que nos envolvía. Éramos uno.

Un Verano Para Siempre | Ineffable HusbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora