18)El "por qué" de las cosas

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18) El "porqué" de las cosas

Derek:

Volví a perder el ritmo de la canción descoordinado con el resto de los chicos. Eché la cabeza hacia atrás resoplando y luego de enderezarme me di la vuelta para ver sus expresiones de molestia. Con toda la razón.

—Tío, no queremos ser unos hijos de puta y presionarte, pero es la milésima vez que te pierdes ¿Te sucede algo? —soltó Chase dejando el bajo a un lado antes de alcanzar uno botella de agua y beber.

—Mejor di lo que te pasa directamente, porque es muy obvio que tu mente está en otro sitio hoy —añadió Taylor.

—Sí, no es que seamos chismosos. Solo queremos que dejes salir lo que tienes dentro —comentó Jason con una sonrisa inocente.

En otra ocasión lo hubiese mirado mal, enseñado el dedo corazón o simplemente pasado de todos ellos. Pero es que tenían razón. Lo que tenía en la mente me distraía de todo. Eran un montón de preguntas agobiándome e impidiéndome concentrarme en otra cosa que no fuese buscar posibles respuestas. Cuando ni siquiera era yo la persona indicada para responder.

Pasé la correa de la guitarra por encima de mi cabeza para depositarla sobre un sillón y luego tirarme en el sofá, como si estuviese en el diván de una consulta psicológica.

—Es que... —me aclaré la garganta. Pasé de mirar al techo a mirar los rostros de los cuatros chicos que se habían acercado a mi y esperaban atentos lo que yo tuviese para decir. Malditos chismosos —. Bueno, que Alexandra me ha besado en la fiesta de Halloween.

—Joder, tío, que las quieres todas para ti —se quejó Chase y Taylor le propinó un puñetazo en el hombro. Entonces, sobando con su mano el sitio golpeado, volvió hablar —. Era broma. Lo que quería decir ¿Cuándo ha sido un problema para ti que una chica te bese? Vamos, que eres el que más chicas se ha ligado del grupo... Después de mi, obviamente.

Jason resopló poniendo los ojos en blanco.

—Cállate un poco, Chase —dijo, y luego dirigió su atención a mi —. ¿Lo que te tiene distraído es que te besó o lo que sucedió después?

—Es que después no sucedió nada —aclaré.

—Algo tuvo que pasar. No pudiste dar un salto en el tiempo y llegar hasta aquí sin más —Intervino Lucas negando con la cabeza como si estuviese resaltando algo demasiado obvio para su gusto.

—Pues... —suspiré —. Pensar en ese momento no se me dio muy bien. Así que le dije que tenía que usar el baño con urgencia, ella comenzó a disculparse, yo me fui y evité estar a solas con ella toda la noche.

— ¿¡Por qué cojones...?!

—No sé... Me bloqueé —confesé rememorando aquel evento.

Cuando me estaba poniendo de pie una mano sostuvo mi mentón y me hizo girar la cara hacia un lado, justo antes de que unos labios invadieran los míos.

Alexandra me besó.

No moví mis labios. No correspondí el besó. Estaba paralizado, con los ojos muy abiertos mirando su rostro tan próximo al mío como era posible. Mi corazón retumbaba dentro de mi pecho de una forma frenética mientras mi cuerpo se estremecía por la extraña sensación de los labios de Alexa pegados a los míos, de su mano en mi nuca atrayéndome hacia ella.

Se separó de mí y, no sé que vio en mi cara, pero su expresión cambió drásticamente a una de aflicción. Me pidió perdón por alguna razón.

Yo no entendía nada. No entendía por qué me había besado de la nada, por qué yo no le había correspondido, no entendía que le pasaba a mi cuerpo, por qué reaccionaba de esta forma. No entendía nada.

Mentí diciendo que tenía que ir al baño, inmediatamente le di la espalda y me marché. Cuando la perdí de vista dirigí mi mirada a mis manos. Estaban sudadas. Sin entender mucho aún, las sequé en mi pantalón y continué mi camino hacia la otra punta de la fiesta. Lejos de Alexandra.

Exhalé de forma lenta y extendida, soltando el aire que no sabía que estaba conteniendo.

—Creo que me gusta Alexa —murmuré —. Creo que me gusta mucho.

Hubo un momento de silencio, pero fue interrumpido por Chase.

—Vamos, denme los veinte dólares que he ganado la apuesta.

*

Luego de reconocer que era lo que sucedía las preguntas en mi cabeza cambiaron un poco. Todavía tenía curiosidad de por qué Alexa me había besado. Había sido demasiado repentino, y, además, ella creía que era gay.

O quizá ya no se creía eso. No sabía.

Sin embargo, otra cuestión me torturaba más.

¿Qué haría ahora que Alexandra me gustaba? Para tener algo con ella tendría que confesarle que no era gay, pero eso significaría decirle que soy un mentiroso que dejó que ella se sintiera en confianza con él cuando estaba fingiendo ser algo que no era. Ella misma me había dicho lo mucho que odiaba las mentiras. Y esta era una mentira grande.

Los chicos percibieron que antes de hablar con ellos sobre el tema tenía que asimilarlo yo mismo y lo dejaron estar. Intenté concentrarme en el ensayo. Estuvo mejor que la primera parte, pero tampoco hubieron demasiados avances. Todos estaban hartos de mí. Yo estaba harto de pensar. Entonces paramos a comer. Mientras esperábamos que llegase la comida Chase salió a fumar un cigarrillo, Jason tomaba una siesta en el sofá y Lucas repasaba sus notas en la batería con unos cascos puestos. Yo me encontraba garabateando unas letras sin mucho sentido en mi libreta sentado en el escritorio, hasta que Taylor se acercó y se recostó sobre el borde de la mesa llamando mi atención.

—Es normal que te guste. Es una chica genial.

—Lo sé. Yo sé como es ella, pero ella no sabe en realidad como soy yo —confesé —. Entré a su vida mintiendo, y esa mentira es lo que sabe de mí.

—Le dijiste que eras gay, pero ¿qué hay con el resto? —Se separó de la mesa y arrastró una silla que se encontraba s unos metros de distancia para sentarse junto a mi —. Le dijiste que te gusta la música, que tienes una banda, le presentaste a tus amigos, y seguro que la mayoría del tiempo te comportas con ella como lo harías con cualquier otro que sabe que no eres gay. Ella sí te conoce. La sexualidad que le hayas dicho que tienes no define en lo absoluto quien eres. Lo que sí lo hará es que sigas mintiendo en lugar de decirle toda la verdad de una vez.

—No tengo idea de cómo decirle. No me va a dirigir la palabra nunca más.

—No sabes lo que va a hacer. No supongas.

— ¿Cómo lo harías tu?

—No te voy a responder eso. No quiero que sea mi culpa si sale mal —hizo una mueca —. Conversa con Dios. Dios tiene las respuestas.


—Como Dios no sea un amigo tuyo experto en psicología femenina. No hay forma de decirle a una chica que odia las mentiras que le has estado mintiendo sin que te odie a ti también.

—Pues espero que esta tarde de reflexión te haya servido para llegar a una conclusión rápido, porque lo tendrás que poner en práctica en breve.

Volteé hacia donde Taylor miraba, hacia la entrada del sótano.

—Hola, chicos.

Alexandra.

Todo es sobre tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora