Capítulo 10 (Parte 2)

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La noche siguió igual de entretenida y divertida que antes. Incluso mejor, ya que las interacciones con Andoni habían dejado de ser incómodas, para comenzar a ser de pura complicidad.

Se aproximaban las cinco de la mañana y algunas personas ya se habían ido a sus casas, cambiando el ambiente a uno más tranquilo, donde muchas de las personas estaban adentro debido al frío y el rosio de la madrugada.

Me encontraba sentada frente a la ventana, sobre el respaldo de un sillón. Atontada con la leve neblina que cubría las últimas estrellas y le daba la bienvenida a los primeros rayos de sol. El alcohol había acabado con mi energía y me encontraba en un estado apagado, medio inconsciente, como si solo existiera en una sala llena de extraños. 

—¿Como estas? —giro con lentitud la mirada, encontrándome con un Carlos burlón —, bastante perdida, al parecer

—Solo estoy apreciando la vista

—¿Ves algo además de neblina? —pregunta en tono burlón

—Las estrellas, la luna, el claro del cielo

—Ya es hora de ir a descansar —posa su mano en mi brazo.

—¿Te das cuenta que mañana nuestras vidas volverán a la normalidad, y no volveremos a verlos?

—Habrán otras oportunidades para reunirnos —asegura. Me gusta escucharlo, su voz calmada me transmitía una serenidad tan cálida. —Créeme, los veras más pronto de lo que te imaginas.

Se me ahogán los ojos en lagrimas y el con un susurro dice "ven" antes de tirarme contra su pecho, dándome un cálido abrazo. Acaricia mi cabello con delicadeza, mientras trato de escuchar su corazón para calmar el mio. Unos minutos después mis ojos estaban a punto de cerrarse, así que sin decirme nada me carga en brazos y me lleva a su coche.

—Vuelvo enseguida —fue lo último que escuché, antes de dormirme en asiento de copiloto.

Nose cuanto tiempo después me despierto, observo a mis lados, y me doy cuenta que sigo dentro del auto, con Belcast a mi lado, perdido, viendo hacia el frente.

—¿Dónde estamos? —llamo su atención, con voz adormilada, y el se gira. Parecía calmado, en paz.

—No se donde están las llaves de tu casa, y tampoco quería revisar tu ropa o tu bolso. Así que vine hasta aquí para esperar a que te despiertes.

—¿Y si no lo hacía? —consulto con tono burlón

—Te llevo a mi casa —se encoje de hombros —, pero era mi última opción, después de la experiencia de la última vez —ambos reímos.

—Sigo sin saber dónde estamos —confieso —, aunque no es necesario que me lo digas, seguiría sin reconocer el lugar —suelta una carcajada, que es como música para mis oídos.

Nota que estoy tiritando y me pasa un abrigo y prende la calefacción del coche, "¿mejor"? Pregunta luego de un rato y yo asiento, agradecida. El amanecer se veía increíble. La mezcla de naranjas y amarillos en el cielo, parecían una verdadera obra de arte. Ambos estábamos encantados con lo que veíamos.

—Esto es digno de una foto —olvidándome del frío, salgo del coche y tomo varias fotografías. Me siento en la parte delantera del coche, del lado de afuera, mientras disfruto de los últimos momentos del amanecer. Aún estaba frío, pero los primeros rayos de sol se sentían cálidos sobre mi piel. Carlos me acompañaba a un lado, también embelesado por las vistas.

—¿Crees que nos hubiéramos enamorado si nos conocíamos en otro momento? —su pregunta llega de la nada, y acelera mi corazón por la sorpresa y lo directo que había sido.

—Aún... aún hay tiempo —me lanzo sin paracaídas, esperando una respuesta, pero lo que resivo es un largo suspiro y un silencio demasiado largo para mi gusto.

—Tal vez tienes razón —se encoje de hombros —, no hay que apresurarse a nada. Tenemos tanto tiempo para conocernos —asiento, estando de acuerdo con él.

Luego de eso platicamos como por una hora más, hasta que se hicieron las siete de la mañana. Por suerte no me tocaba trabajar, así que llegué a mi casa, me duche y me lance en mi cama, tratando de descifrar todas las emociones que estaba experimentado en este momento. Tristeza, alegría, nerviosismo, calma, era demasiado extraño como para poder explicarlo.

Recuerdo que mi mejor amiga siempre dice que las conversaciones por la madrugada es cuando uno conoce mejor a las personas. Ese aura y la confianza, nos hacen sincerarnos y crear un momento de platica y confesiones que no sucedería en un día normal. Ahora lo entendía y le daba toda la razón. Esa hora en la que platicamos de todo con Carlos, me hicieron verlo desde otra perspectiva, desde un lugar de entendimiento y empatia.

Me gustaba su personalidad, y definitivamente quería conocer más de él; y como lo dijo, teníamos mucho tiempo para conocernos.

El Efecto BelcastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora