Capítulo 13

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El sol brillaba y el aire fresco nos revitalizaba. Caminamos de la mano, disfrutando de la simplicidad del momento.

-Estaba pensando -dijo Carlos, rompiendo el silencio-, que podríamos planear otro viaje pronto. Algo más largo, quizás. ¿Qué te parece?

-Me parece una idea maravillosa -respondí, sintiendo la emoción burbujear en mi interior. -¿Tienes algún lugar en mente?

-No importa dónde, mientras esté contigo -dijo, sonriendo.

Nos quedamos allí, bajo el sol, disfrutando del paseo, pero la chispa en los ojos de Carlos y el calor de su mano en la mía me decían que ambos estábamos pensando en algo más. Sentí una corriente de anticipación y deseo recorrerme, y supe que él sentía lo mismo.

-¿Volvemos a casa? -sugerí, mi voz cargada de una insinuación que no pasó desapercibida para él.

-Me parece una excelente idea -respondió, apretando mi mano con una sonrisa que prometía más de lo que las palabras podían expresar.

El trayecto de regreso fue un torbellino de expectativas. Apenas cruzamos la puerta, Carlos me arrinconó contra la pared, sus labios atrapando los míos en un beso voraz y apasionado. Sentí su deseo ardiente y correspondí con la misma intensidad, mis manos recorriendo su espalda y atrayéndolo más cerca.

-Te he deseado todo el día -murmuró contra mi cuello, sus labios recorriendo mi piel con una mezcla de urgencia y adoración.

-Y yo a ti -respondí, apenas pudiendo contener mi respiración acelerada mientras sus manos exploraban mi cuerpo.

Nos movimos hacia la habitación, despojándonos de la ropa en el camino. Cada prenda que caía al suelo aumentaba la tensión entre nosotros.

Cuando finalmente nos quedamos desnudos, Carlos me tomó de la cintura y me empujó suavemente hacia la cama. Me tumbé sobre las sábanas, mirándolo con deseo mientras él se arrodillaba a mi lado, su mirada recorriendo cada centímetro de mi cuerpo.

-Eres perfecta -susurró, sus manos acariciando mis muslos antes de deslizarse hacia arriba, hasta mis caderas y mi vientre.

El contacto de sus dedos era como fuego sobre mi piel, enviando oleadas de placer por todo mi cuerpo. Me arqueé hacia él, buscando más de su toque, de su calor. Carlos sonrió, disfrutando de mi reacción mientras sus manos se movían con una deliberada lentitud, aumentando la tensión hasta el límite.

Finalmente, se inclinó hacia adelante, sus labios encontrando los míos en un beso profundo y lleno de deseo. Sentí cómo su cuerpo se alineaba con el mío, el calor de su piel contra la mía intensificando cada sensación. Nuestros cuerpos se movían al unísono, en una danza de pasión que nos dejaba sin aliento.

Carlos bajó sus labios por mi cuello, siguiendo un rastro de besos ardientes hasta mis pechos. Su boca capturó un pezón mientras sus manos acariciaban mi otro seno, enviando una mezcla de placer y necesidad a través de mí. Mis manos se enredaron en su cabello, atrayéndolo más cerca mientras mis gemidos llenaban la habitación.

-Carlos... por favor -suplicé, mi voz entrecortada por la anticipación y el deseo.

Él levantó la mirada hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de amor y lujuria. Sin decir una palabra, se movió hacia abajo, besando y lamiendo su camino hasta llegar entre mis muslos. Sentí su aliento cálido y su lengua suave explorando mi intimidad, enviando una ola de placer que me hizo arquear la espalda y agarrar las sábanas con fuerza.

Cada movimiento de su lengua, cada caricia de sus labios, era una sinfonía de sensaciones que me llevaba al borde. No podía contener mis gemidos, mis suspiros, mientras él me llevaba cada vez más cerca del clímax.

El Efecto BelcastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora