Capítulo 19

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Carlos abraza a Andoni y Tomás con fuerza, y su risa resuena en el pasillo del edificio. El momento es mágico; sus ojos brillan de incredulidad y felicidad.

—¿Cómo es posible que estén aquí? —pregunta, soltando a Tomás y mirándonos a todos.

—¡Sorpresa! —exclamamos al unísono, y él no puede contener una risa.

—No puedo creerlo. Esto es increíble —responde, mirando a cada uno de nosotros como si se asegurara de que realmente estábamos allí. —Gracias —me acerca a él dejando un beso en mi frente.

Entramos a la casa, y el ambiente es cálido y acogedor.

—Te extrañamos mucho, amigo —dice Andoni, mientras toma asiento en el sofá, dejando las maletas en la entrada.

Carlos se sienta frente a nosotros, aún sonriendo como un niño. —Yo también los extrañaba. No sabía cuánto necesitaba esto.

—Estás destrozado amigo —Tomás se burla, palmeando su espalda.

—Cállate, que no viste como quedó mi auto —los tres se rien, mientras los observó desde lejos. Este momento era de ellos.

Recibo un mensaje de Aioli, quien me dice que el portero no lo dejaba pasar. Sin avisar salgo a buscarlo.

Cuando nos encontramos me rodea con sus brazos, un acto que me sorprendió pero no dudo en devolvérselo.

—¡Bienvenido! —hablo apenas nos separamos —. Gracias por venir

—Todo por mi bro

—¿Subimos? Los chicos ya están con él —comenzamos a dirigirnos hacia las puertas del ascensor —, seguro ni se dieron cuenta que me fui. —Nos reímos.

Al entrar, carraspeo llamando su atención y los tres se giran formando una enorme sonrisa al ver quién estaba a mi lado. De inmediato se levantaron Andoni y Tomas, para abrazarlo con toda la fuerza, exclamando lo mucho que lo habian extrañado. Luego, Aioli se acercó a abrazar a Carlos, con cuidado porque aun estaba bastante adolorido.

—Vamos a celebrarlo —sugiere Tomás—. ¿Qué tienes en la nevera?

Carlos se levanta, todavía con la energía de la sorpresa. —Unas cervezas y algo de picar.

Mientras se dirige a la cocina, me quedo observando a mis amigos. Este reencuentro es más que una sorpresa; es un recordatorio de los lazos que nunca se rompen. Eramos tan afortunados.

Carlos vuelve con las cervezas, sabia que me tocaba la picada. —¡Brindemos! —dice, levantando su vaso.

—Tu brinda con agua, eh —le advierto

—Ya te tiene controladito —Tomas se burla y todo le siguen.

Las risas y las anécdotas comienzan a fluir, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Recordamos viejos momentos, historias divertidas y anécdotas que vivimos la vez anterior.

La noche avanza, y el ambiente se llena de complicidad y calidez. Siento que, sin importar la distancia o el tiempo, siempre habrá un lugar para nosotros. Este es el reencuentro que todos necesitábamos.

—¿Qué tal si hacemos un live en Twich para nuestros seguidores? —propone Tomás, sacando su teléfono.

—¡Eso sería genial! —responde Carlos, entusiasmado—. A todos les va a encantar vernos juntos.

—Imagina sus caras al ver que estamos aquí. ¡Vamos a hacerlo! —Andoni se ríe.

Nos reunimos alrededor de la mesa, en mi caso sin que se me vea, con Carlos en el centro, y Tomás configurando la transmisión en vivo. Pronto, el teléfono empieza a captar la atención de los seguidores, y el contador de espectadores comienza a subir.

—Hola, familia —saluda Tomás a la cámara—. ¡Sorpresa! Hoy estamos con Carlos, Andoni y el mismisimo Aioli.

La reacción es instantánea. Comentarios llenan la pantalla: “¡No puede ser!”, “¡Qué bien verlos juntos!”, “Esto es increíble”.

—Como ven está con todas las piezas — bromea Tomás —aunque con algun qué otro golpe de batalla.

—Así que pueden quedarse tranquilos y tranquilas, que hay Carlos Belcast para rato —apoya Aioli al comentario de Tomás.

El chat se llena de emojis y mensajes de apoyo, y me doy cuenta de lo afortunados que son de tener esta comunidad. La noche avanza entre risas, anécdotas.

La interacción con los seguidores es divertida y llena de energía. Nos hacen preguntas, piden historias y compartimos risas. La conexión que tenemos no solo se siente entre nosotros, sino también con todos los que están del otro lado de la pantalla.

Al finalizar el envivo, Carlos se ve emocionado.

—Esto ha sido increíble.

—Definitivamente —afirma Andoni—. Esta gente está loca y me encanta.

La noche sigue llena de risas y planes, y siento que este reencuentro ha llenado el corazón e Belcast y eso me alegra mucho.

La energía en la casa sigue alta, pero comenzamos a sentir el cansancio acumulado del viaje y la emoción. Carlos se levanta y mira a su alrededor.

—Bueno, chicos, es hora de organizar dónde va a dormir cada uno. Como saben, solo tenemos dos habitaciones, y una está ocupada por T/n y yo —dice, sonriendo.

—No hay problema, amigo —responde Andoni—. Podemos arreglarnos con lo que haya.

—Sí, no te preocupes —añade Tomás—. Estamos aquí para disfrutar, no necesitamos lujos.

Carlos asiente y nos lleva a la otra habitación, que es un poco más pequeña pero acogedora. Hay una cama doble en el centro y suficiente espacio en el suelo para poner un colchón inflable o algunas mantas.

—Aquí tienen la otra habitación. Hay una cama doble, así que dos de ustedes puede dormir aquí —dice Carlos, señalando la cama—. Y el otro puede usar este colchón inflable que tenemos.

—Yo me quedo en el colchón —ofrece Tomás—. Así Andoni y Aioli pueden usar la cama.

—¿Estás seguro? —pregunta Aioli, un poco dudoso.

—Sí, no te preocupes. Además, he dormido en peores lugares —responde Tomás, riendo.

Los chicos no dejan que Carlos se mueva, preparando ellos el colchón inflable y sacandk algunas mantas adicionales del armario. Pronto, todo está listo y nos miramos satisfechos.

—Creo que esto va a funcionar bien —dice Carlos—. Si necesitan algo más, no duden en pedirlo.

—Gracias, amigo —responde Andoni—. Esto es perfecto.

—Sí, muchas gracias —añade Tomás—. Esto ha sido increíble.

Nos despedimos para la noche, cada uno retirándose a su espacio.

—Buenas noches, chicos —digo, apagando las luces—. Mañana será otro gran día.

—Buenas noches —responden en coro.

Me recuesto en la cama y siento la comodidad del colchón. La emoción del día empieza a desvanecerse, dejando lugar a un profundo sentimiento de gratitud. Con mis amigos cerca y el reencuentro exitoso, sé que esta noche será recordada como una de las mejores.

—Buenas noches amor —no me había dejado llamarlo de otra forma desde que comencé a decírselo.

—Buenss noches, hermosa —rodea sus brazos en mi cintura, mientras coloca su cabeza en el hueco entre mi hombro y cabeza —. Gracias por todo —deja un beso alli, antes de acomodarse y quedar totalmente dormido, abrazado a mi.

No podía creer hasta a donde habíamos llegado. Me sentía más afortunada que nunca; y también me sentía en casa, aunque estuviese a miles de kilómetros de mi hogar. Agradecía al universo por colocarme allí y darme el privilegio de conocer a personas tan increíbles.

El Efecto BelcastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora