Capítulo 18

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Finalmente, el día llegó. Carlos recibió el alta del hospital y regresó a casa. La mañana fue una mezcla de emoción y nerviosismo mientras preparábamos todo para el almuerzo con sus padres. Quería que todo fuera perfecto, sabiendo lo importante que era este momento para él y para ellos.

—No te preocupes, todo saldrá bien —dije, tratando de calmar mis propios nervios mientras colocaba los últimos detalles en la mesa del comedor.

Carlos, aún con algo de debilidad, se movía con cuidado por la casa, ayudando donde podía. Sus padres llegarían en cualquier momento y quería que todo estuviera en su lugar.

Poco después, el timbre sonó y Carlos fue a abrir la puerta. Su madre  y su padre, entraron con sonrisas y abrazos, aliviados de ver a su hijo en casa y en proceso de recuperación.

—Carlos, cariño, ¡estás de vuelta! —dijo su mamá, abrazándolo con fuerza.

—Es bueno verte, hijo —añadió el papá, con un tono serio pero emotivo.

Ellos lo vieron en el hospital, pero por muy poco tiempo debido a que tenían que atender su restaurante en otra ciudad. Todos los días se comunicaban por video llamada, pero verlo cara a cara era mucho mejor. Además ayudaba con la recuperación de Carlos.

Nos sentamos a la mesa y comenzamos a almorzar. La conversación fluyó naturalmente al principio, con su mamá preguntando sobre los detalles de la recuperación y el papa compartiendo algunas anécdotas para aligerar el ambiente.

—La casa se ve genial, T/n. Has hecho un trabajo increíble manteniéndola —dijo su mamá, dándome una cálida sonrisa.

—Gracias, pero la verdad a sido un esfuerzo de equipo —respondí, sintiendo el apoyo de Carlos a mi lado.

Mientras almorzábamos, Carlos se animó a compartir sus planes para los próximos días, cómo quería seguir recuperándose y las terapias que el médico le había recomendado, su objetivo era no abandonar el gimnasio. Sus padres lo escuchaban con atención y ofrecían su apoyo incondicional.

—Carlos, estamos aquí para lo que necesites. Sabemos que no será fácil, pero estamos seguros de que con T/n a tu lado, todo será mucho más llevadero —dijo el papá, levantando su copa en un brindis.

—Por la salud y la recuperación —dije, levantando mi copa también, mientras todos brindábamos.

El almuerzo continuó con risas y recuerdos, y la atmósfera se volvió más ligera y alegre. Después de comer, nos mudamos a la sala para tomar café, en mi caso té, y disfrutar de un rato más de compañía familiar.

—Estoy muy agradecida por todo el apoyo que nos han dado —dije, sintiéndome verdaderamente afortunada por tener a la familia de Carlos a nuestro lado.

—Siempre estaremos aquí para ustedes —respondió la mamá, tomando mi mano con calidez.

Al final del día, después de que sus padres se despidieran, Carlos y yo nos quedamos en silencio en la sala, disfrutando de la tranquilidad del momento.

—Gracias por todo, T/n. No sé qué haría sin ti —dijo Carlos, mirándome con gratitud.

—Siempre estaré aquí para ti, Carlos. Pase lo que pase —respondí, acurrucándome a su lado.

Con ese pensamiento, supe que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío que viniera, y que el amor y el apoyo de la familia siempre serían nuestro pilar más fuerte.

La alarma sonó en mi celular y con rapidez fui a apagarla. Belcast me observó desconfiado por mi rapidez en tomar el celular.

—Tengo que ir al supermercado, ya de pasada, paso por un autoservicio y traigo comida ¿qué piensas?

—Está bien, ¿Te acompaño? —me encantaba que me acompañase, pero justo hoy no era buena idea.

—No es necesario —digo con rapidez, aumentando su sospecha —es decir, estas cansado, te moviste mucho hoy. Es mejor que te quedes aquí y descanses. Prometo que regreso rápido.

Dejo un beso en sus labios y salgo como flash del apartamento, ya que me llevaría un poco más de media hora llegar al aeropuerto. Porque si, esta mañana había recibido un mensaje de Tomás, avisándome que querían llegar de sorpresa para Carlos. Me parecía una idea increíble, ya que Carlos no estaba llevando de la mejor manera la lesión. Si bien sus patrocinadores y entrenador le prometieron un seguimiento y total apoyo en su recuperación, su estado anímico no había sido el mejor, y lo entendía.

Mientras pido un Uber, mi mente no puede evitar divagar sobre cómo reaccionará Carlos al ver a Andoni y Tomás. Llevaba meses hablando de lo mucho que los extrañaba, y sabía que su sorpresa sería monumental.

El auto llega rápidamente y me subo, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. “Aeropuerto, por favor,” le digo al conductor, que asiente sin mirar atrás. Reviso nuevamente el mensaje de Tomás: “Estamos aterrizando en 30 minutos. Te esperamos en el café cerca de la salida.” Me muerdo el labio; la emoción me inunda. No puedo dejar que Carlos sospeche nada; tengo que mantener el secreto.

Al llegar al aeropuerto, me doy cuenta de que el lugar está más lleno de lo que esperaba. La adrenalina sigue subiendo mientras busco el café. Cuando finalmente lo encuentro, veo a Andoni y Tomás sentados en una mesa, sonriendo cómplices. Me acerco sigilosamente y, antes de que puedan reaccionar, les digo:

—¡No se lo digan a nadie! —tomándolos por sorpresa. Ambos reaccionan abrazándome con fuerza.

Hasta ahora me doy cuenta lo mucho que también los extrañaba. No podía creer que los tenia nuevamente cerquita de mi.

—¿Todo listo? —pregunta Andoni, sus ojos brillando de emoción.

—Listísimo —respondo, sonriendo. —Carlos no tiene ni idea de que están aquí. —Tomás se ríe mientras me abraza.

Caminamos rápidamente hacia el estacionamiento, donde el uber nos esperaba. Mientras vamos en camino, la emoción en el aire es palpable.

—¿Cómo has estado? —pregunta Tomás, mirando por la ventana.

—He estado bien, pero los extraño mucho. A veces, me gustaría que estuvieran aquí con nosotros —confieso.

Andoni asiente, su expresión se suaviza.

—Lo sé, y esta sorpresa es perfecta. Se lo merece. Además, me alegra mucho volver a verte, preciosa.

Llegamos a la casa de Carlos y me siento un poco nervioso, pero la adrenalina me mantiene alerta.

—¿Listos? —pregunto, mientras ellos asienten entusiasmados.

—¡Vamos a hacer que se quede Andonito! —dice Tomás, y todos nos reímos, entendiendo el juego de palabras.

Nos bajamos del auto y nos acercamos a la puerta de entrada, en el ascensor nos ponemos al dia y cuando las puertas de este se abren, todos caminamos en silencio. Toco el timbre, el corazón latiendo con fuerza. Escuchamos pasos dentro de la casa, y un momento después, la puerta se abre.

Carlos aparece, y su mirada se detiene en mí primero, confundido. Pero cuando ve a Andoni y Tomás detrás de mí, su expresión cambia de sorpresa a pura felicidad.

—¡No puede ser! —exclama, casi sin aliento. Su rostro se ilumina mientras se lanza a abrazarlos.

La risa y la alegría llenan el aire. Este reencuentro es exactamente lo que necesitábamos.

El Efecto BelcastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora