2. VII

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Desperté de una pesadilla horrorosa, donde los protagonistas eran Logan y Lisa. Reían y festejaban el triunfo de haberse acostado conmigo mientras yo me estremecía en un rincón de un sanitario sucio y asqueroso. Mis ropas estaban sucias y desgastadas y mis ojos estaban rodeados de una sombra oscura que no se iba con facilidad. Mi cabello estaba despeinado y mi piel estaba rasposa y deshecha por el frío y el calor que me inundaban día y noche incesantemente.

Recorrí la habitación en busca de algún refugio, pero el único que encontré fueron los brazos fuertes de Lisa, que me invitaban a pecar, a besarla y querer tenerla aún más cerca.

Pero eso ya no importaba, estaba despierta, la pesadilla había pasado.

Lancé las cobijas lejos de mi cuerpo, haciéndolas caer silenciosamente en el suelo abandonando la entristecida cama. Me estiré un poco y sin más me vestí para salir a correr. Al principio solo troté, pero después la velocidad fue aumentando conforme las memorias de Lisa se volvían más vívidas en mi cerebro, causándome un dolor tremendo en el pecho, que no podía sanarse con cualquier cosa que no fuera su presencia.

Estaba agitada por los 8 kilómetros recorridos, así que me preparé a caer, pero en lugar de eso, seguí corriendo hasta llegar a un punto donde mis pies junto con mis pulmones ardían y reclamaban un descanso. Me acosté en una banca comunal e hice trabajos de respiración para tranquilizarme y entrar en estabilidad.

Cuando por fin logré regular mi respiración, me levanté de la banca y fui a casa para tomar una ducha y salir a trabajar. Recordé mi cita con Logan cuando le tomé un trago al jugo recién hecho que había comprado en el camino, así que lo dejé en la barra que se posicionaba a un lado de la estufa y subí las escaleras para poder entrar a la ducha y prepararme de una buena vez.

Me desnudé por completo dejando respirar a mi piel de todo el sudor que caía desde mi cabeza hasta mis muslos, que por más que me relajara, no dejaba de sudar. Cuando el agua por fin estuvo a mi temperatura favorita, fui metiendo mi cuerpo con delicadeza, dotándolo de una sensación exquisita que se recorría desde la célula más pequeña de mi cuerpo hasta el poro más mínimo de él.

Enjuagué perfectamente mi cabello, siguiendo con mi cuerpo para finalizar con un chorro de agua fría cayendo por todo mi cuerpo, dándome paso a salir de la bañera y enredarme en la toalla color rosa que había llevado para secarme. Me aseguré de secar cada parte de mi cuerpo y cabello para luego embarrar capas de crema con aroma en mi piel. Su olor era realmente delicioso, de esos olores que no te cansas de percibir nunca.

Luego de haber terminado con mi proceso de higiene, corrí a mi cuarto con la toalla cubriendo lo que nadie podía ver y busqué ropa decente en mi armario, pero fallé en el intento, optando por vestir con un vestido pegado del torso que se extendía hasta medio muslo, donde dejaba de ser pegado para soltarse al compás del viento que pudiese haber más tarde. Tenía mangas que se extendían hasta los codos y le daban un efecto elegante, entonces, me sentí poderosa, hermosa. Su color era negro, con rosas dibujadas por todos lados.

Dibujé una sonrisa imparable en mi rostro y pude al fin comenzar con mi proceso de maquillaje. Fue más que nada natural, aplicando polvo en mi rostro, rímel y delineador negro en mis ojos y un labial rojo carmín que no era ni discreto ni tan llamativo.

Cuando al fin estuve lista, comencé a ordenar cada parte de la casa antes de salir de ella. Cuando terminé, me preparé unos huevos con jamón, que saciaron mi hambre más rápido de lo que pensé. Los complementé con un licuado de moras con jugo de naranja y un pedazo de pan dulce que le dio un sabor aún mejor al desayuno.

Salí de la casa y me encontré con Nick, mi vecino.

– Hola, Jennie. – me saludó amable y atento como siempre.

sex instructor; jenlisa g!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora