•Baladas y balazos.•

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Una vida decadente, detrás de cada mirada cristalizada.

Puede parecer simple, pero... ¿Y si no lo es?

En un mundo paralelo, repleto de personas, sueños, imaginaciones, desgracias, esperanzas, anhelos, sonrisas...

Allí estabas tú, tu sonrisa no se asomaba, tus sueños no eran tan anhelados, tus manos estaban frías, tu cuerpo no respondía. Podían pasar años y tu cuerpo no reaccionaba hasta poder volver a sentir esos cálidos abrazos que solo te podía regalar una persona, el dueño de tus logros, de tu sonrisa, de tu felicidad. Un símbolo de paternidad muy bien merecido. No querías aceptar la realidad, tu felicidad se opacaba aun tenías esas mágicas esperanzas de verlo levantarse caminar hacia ti y poder decirle a gritos que tu vida se la lleva el, que su amor fue lo más valioso para ti. La vida te quito a un ser increíble, tu corazón puso en marcha su plan de seguir adelante siempre llevando presente a ese abuelo que ilumino mi infancia como podría hacerlo un súper héroe con un niño a mi edad...

El amor fue como nieve en primavera, los amigos aceite en el agua, tu familia una lámpara encendida en el día, tú una pizca de sal en la arena.

Una vida decadente comenzaba de la peor manera, que un niño no podría entender con simples palabras lo que él pudo entender con hechos reales.

-Golpe bajo, caí, me rendí, trague en seco, contuve mi enojo... ¿Por qué?

Un golpe más, no podía mantenerse en pie, su vida cada vez más parecía no tener sentido alguno pero el aun cuando más decaído estuvo, cuando más rendido se vio más rápido pudo sentir la arena deslizarse entre sus dedos al impacto de poder levantarse y caminar, por más lento que el tiempo pasara un frió recorría por su espalda y era una clase de advertencia que no puede rendirse, no sabe lo que realmente le espera. Y son así, las ganas de vencer, de triunfar las que logran que pueda levantar su cara aun cuando sus lágrimas brotan sin cesar.

Él está ahí, sentado, ¿lo ves? Con el paso del tiempo cambió mucho. No sólo el, si no la gente que lo rodeaba. Ya no esperaba nada de nadie, se preguntaba una y otra vez ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Me he convertido en un enigma. Caricias de papel, naufrago de un amor estructurado a base de odio y rencor.

Lázaro, un chico tierno pero diferente en cualquier contorno, inefable.

Trece años, una edad en la cual empiezas a ver la vida cambiar frente a tus ojos, en tu contorno, tu físico y lo que puede haber dentro de ti y tus pensamientos, conocer lo verdadero de una amistad y lo que puede llegar a significar para el yo mismo. Jamás se olvida aquella persona en la que por primera vez confías, la primera persona con la que te atreves a mentirles a tus tutores, con aquel que eres capaz de cometer esa clase de locuras de las que nunca querrás arrepentirte. Y por más que el tiempo quisiera separarlos o distanciarlos, la confianza cariño y carisma siempre lograra ser el mismo con el cual hace algunos años los hacia comunicarse sin ni siquiera construir una palabra. Jesús siempre tuvo y tendrá un papel fundamental en la vida de Lázaro.

La vida al paso de la niñez te va mostrando cosas que enseguida no entenderás ni sabrás por qué existen, el por qué pasan, el por qué tiene que ser así, o por qué te ocurren exactamente a ti. La mudanza puede tener por nombre tristeza si esta es interrumpida en una edad madura, el favoritismo es algo que a más de una persona nos llena de amargura y odio al poder observar con nuestros propios ojos como eres la persona menos importante de la familia, como hay alguien por encima de ti pisoteándote mientras otros lo premian por algo que tú ya habías inventado.

-¿Por qué me golpea? ¿Una abuela debería tratar así a sus nietos? ¿Dónde queda el amor por los niños? ¿Y ese sentimiento de nostalgia al ver a un niño llorar? ¿Ella no lo siente? Debo dejarme golpear, ¿para qué pedirle que deje de hacerlo? Mis palabras en sus oídos son un coma profundo, un silencio eterno.

Lluvia de corazonadas.Where stories live. Discover now