Primer Arco: El Regreso del Djevel Kraiyer
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En la habitación, el panorama era un completo caos, heridas sangrantes que aparecen de la nada en los cuerpos de ambos chicos, ropa desgarrada, violentas convulsiones, quejidos ahogados y un sudor frío; sintiéndose impotente, Alessa intenta curarlos tan rápido como sus fuerzas le permiten mientras los mantiene dormidos, conforme avanza el tiempo, se empieza a debilitar al grado de tambalearse en su lugar, debido al gran esfuerzo que está realizando.
Dentro de la pesadilla, el Miraju lanza una oleada de mordidas y garrazos, los cuales son eludidos apenas por Alex, quien se ve superado fácilmente por la creciente velocidad de este, sin previo aviso, la cola de serpiente alcanza su pecho, mordiéndolo y azotándolo varias veces en el suelo; desesperada por ayudarlo, Rosy le dispara en las patas con la esperanza de hacerlo caer, en eso, una de las balas se fragmenta, incrustándose en ambos ojos de la cabeza central, provocando que arroje por los aires a su amigo, mientras que el monstruo se retuerce agónicamente a causa del tremendo dolor.
«Este animal es más fuerte y más rápido que yo -pensó, levantándose pesadamente y tosiendo sangre-, de no ser por Rosy, es seguro que ya me hubiera matado».
-¡Ven acá! -gritó Rosy, tratando de alejarlo de su amigo.
Olvidándose de Alex, el Miraju sale en persecución de Rosy, quien no deja de disparar y recargar su rifle, cada vez más cerca, este comienza a exhalar fuego de sus bocas; viéndose sin opciones, toma su arma por la mira para utilizarla como garrote.
-¡¿Es todo lo que puedes hacer?! -preguntó enojado Alex, sujetándose el pecho.
Reaccionando a sus provocaciones, la criatura gruñe ferozmente para luego arremeter con sus cuatro fauces bien abiertas, esquivándola apenas, Alex logra moverse hasta el cuello central, para luego golpearlo repetidas veces con su puño flama; sin siquiera inmutarse, este lo arroja contra una de las casas ardiendo, antes que pueda reaccionar, aquella bestia destroza el muro adyacente para luego apresarlo con sus fauces y azotarlo por todas partes.
«No puede ser, como es posible que mi hermana haya luchado contra esta bestia, mis golpes no le hacen nada -pensó Alex, zafándose del mortal agarre-, ni siquiera el Tenévris Yúu, parece tener efecto sobre esta cosa... ¡Estoy en el límite de mis fuerzas!»
Abriendo sus cuatro bocas, la criatura acumula fuego tras sus gargantas, para arrojarle una ráfaga incandescente que impacta de lleno a Alex, quien apenas consigue protegerse con los brazos; fuera de la casa, Rosy corre por los alrededores buscando la forma de entrar, pero en ese momento, es derribada por una fuerte llamarada que atraviesa la puerta, apenas levanta la vista, palidece al distinguir en medio de esta, el cuerpo inerte de su amigo.
-¡¡¡Cariño!!! -gritó aterrada, viéndolo estrellarse contra un árbol.
Emergiendo de la casa, la criatura se desplaza hasta donde cayó su moribunda víctima, pasando de largo a Rosy, quien observa impactada lo que está ocurriendo; pisándolo con sus patas delanteras, abre sus tres fauces, preparándose para engullir el cuerpo de Alex.
Como si algo en su interior estallara, el ojo de Rosy cambia a un violeta espectral, sin dudarlo siquiera, le apunta al Miraju a centímetros de tragarse a Alex, logrando darle a su ojo derecho, vuelve a dispararle ahora en el pecho y gargantas; doliéndose, patea lejos a su presa mientras arremete a toda velocidad contra esta, en respuesta, ella se pone el rifle en el hombro y sale corriendo de forma frenética para hacerle frente.
Desapareciendo y reapareciendo a sus espaldas, la bestia lanza un potente garrazo que es esquivado al instante por ella, al tratar de morderla en el pecho, da una pirueta colocándose a un costado, enfurecido se abalanza intentando devorarla; cada mordida, embestida, zarpazo y cabezazo es evitado a la perfección por Rosy, quien no deja de moverse dificultándole que pueda ubicarla, aprovechándose de esto, lo golpea en la cabeza derecha con la culata del rifle.
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El Réquiem de Alessa
BeletrieAlexander D'veró, un chico de trece años de edad, tan ordinario como cualquiera de esa edad, salvo por el hecho, de haber sido responsable del accidente donde perdió la vida su hermana mayor cuando apenas eran unos niños; tras aquel acontecimiento...