Capítulo 33: Infestación

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Tercer Arco: Holocausto Gélido

🐑⭐⭐⭐

Apenas ingresa el último residente del poblado, la bóveda blindada se sella de manera hermética, los únicos fuera de esta son cuatro enfermeras, alrededor de veinte pacientes que están en cuidado intensivo o cuartos privados, además de Alondra, Shiori, Reynoso, cada uno de los alguaciles y Schneider, quien contempla por la ventana el fuerte vendaval proveniente del centro de la plaza; lentamente, trece torretas repletas de cañones y ametralladoras de alto calibre se elevan por unas trampillas en el piso cubriendo el perímetro del hospital, así como varios muros de cuatro metros con alambres de púas electrificadas, que se despliegan de una forma aleatoria, luego que termina este proceso, el primero en salir es el comandante, quien lleva su lanzagranadas de 50 mm con cartuchos de plasma.

La segunda en salir es una mujer de unos veinticinco años, la cual lleva ropa militar que consta de un chaleco antibalas, guantes de combate, botas negras, un cuchillo largo en la parte de atrás de su cintura y una gorra, de la cual sobresale una cola de caballo negra; apenas llega al patio, se queda observando las defensas con las que cuentan, para luego irse corriendo hacia los muros encargados de resguardar la entrada principal al edificio.

-¡Muévanse, ya no queda tiempo! -gritó Mónica, mientras se coloca junto a la torre central con un rifle de asalto repleto de municiones explosivas.

-Ya voy Rincón -respondió García, con un rifle de asalto similar al de su amiga y su ya clásico revólver Python 357 mágnum/titanio.

Respondiendo al llamado de la mujer, aparecen dos hombres más, uno tiene la tez un poco bronceada, ojos marrones, cabello castaño claro y un lunar con forma de media luna en la mejilla derecha, su ropa es similar a la de Mónica, salvo que esta posee una tonalidad verde oscuro; con respecto al otro, es un hombre mucho más corpulento que el comandante, posee una musculatura considerable, con ojos y cabello negros que resaltan su tez clara, en cuanto a su vestimenta, se trata de un traje militar color rojo pálido.

-Tranquila Moni, tenemos tiempo -dijo el hombre bronceado, el cual porta un par de ametralladoras UZI de 22 mm, con municiones del auramento Seísmo.

-No te estreses Mondragón, Rincón siempre se pone así de frenética, qué bueno que yo estoy aquí -respondió el hombre corpulento, llevando entre sus manos una ametralladora pesada Kord-12 7 sin su base de apoyo, y una cinta de municiones.

-¡Torres, colócate en posición! -gritó Reynoso, viendo al hombre corpulento.

-¡Si señor! -respondió, corriendo hasta las defensas ubicadas al oeste.

-¡Alguien viene! -exclamó Alondra, señalando al sur del hospital.

Apuntándole de inmediato, los alguaciles esperan la señal de Reynoso para dispararle al objetivo, el cual no alcanza a distinguirse bien debido a la fuerte nevada; utilizando un par de binoculares holográficos, Shiori logra averiguar la identidad del intruso.

-¡Bajen las armas, es Andrea! -replicó la doctora, acercándose-, trae a su sobrina, pensé que ya estaban dentro de la bóveda.

-Esperen por favor, queremos entrar -dijo Andrea, jadeando mientras corre.

-Lo siento, el refugio tiene poco que se selló -respondió Alondra, parándose junto a la profesora-, sabes bien, que no se abrirá hasta terminar con esta amenaza.

-No puede ser -balbuceó Andrea, viendo a su sobrina.

Comprendiendo su preocupación, los alguaciles y las dos doctoras intentan pensar en una solución, mirándose unos a otros no logran encontrarla, de la nada, unos rugidos inundan todas las calles aledañas, lo cual pone en alerta a todos en el exterior; agarrándose con fuerza de la pierna de su tía, Lucy mira en dirección a la plaza, pues entre el denso manto de nieve, descubre a un par de siluetas interhumanas, las cuales van multiplicándose en solo segundos.

El Réquiem de AlessaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora