Capítulo 41: El aura de Elienai

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Tercer Arco: Holocausto Gélido

🐑⭐⭐⭐

Media hora antes...

El estacionamiento adyacente al hospital era una zona de guerra, millares de criaturas corren hacia sus únicas opositoras, buscando liquidarlas y así ingresar al edificio para cegar las vidas de todos los que se encuentran dentro de sus fronteras; repletos de heridas, el grupo de alguaciles, así como las doctoras retroceden al interior, pues ya no cuentan con municiones y mucho menos, con energías para seguir luchando en contra del ejército de entes.

-Lo siento, hice lo que pude... -dijo García, tosiendo sangre.

-No te disculpes, hiciste más de lo que debías... -respondió Alondra, cauterizando un corte profundo en su espalda.

-Esas bestias no tienen fin, no dejan de aparecer -expresó Reynoso, mientras sujeta con fuerza su brazo derecho.

-¡Somos unos malditos cobardes! -replicó Mondragón, golpeando el suelo con los puños-, dejamos a la profesora Villegas, a esa chica Fátima y a Lucy luchando solas.

-¿Qué podíamos hacer...? Ya no tenemos municiones -manifestó Torres, tirándose en el suelo-, nunca fuimos rivales, para esa horda de bestias.

Sin previo aviso, se escucha un alarido de muerte proveniente de Villegas, la cual se duele del abdomen, debido a un fuerte garrazo; sabiéndola herida, Fátima corre de inmediato en su ayuda, pero antes que pueda alcanzarla un Aisugoremu la embiste fuertemente.

-¡Miserable...! -exclamó Fátima, antes de estrellarse en el suelo.

Viendo impotentes lo que pasa en el exterior, la doctora Shiori y Mónica tratan de ir en auxilio de sus compañeras; pero antes que puedan dar tres pasos, una fuerte punzada azota su pecho y costado, haciéndolas desplomarse mientras se duelen en el piso.

-¡¡¡Maldita sea!!! -exclamó Shiori, sujetándose el pecho.

-No podemos dejarlas morir -dijo Mónica, queriendo levantarse.

-No hay nada que podamos hacer, estamos acabados -respondió Reynoso, viendo a las tres chicas ser rodeadas por los entes.

-Van a matarlas, debemos hacer algo... ¡No podemos dejarlas morir! -replicó muy asustada Alondra, mientras ve por una de las ventanas el combate.

Siendo acorraladas por los Diábolus Lacus y los Yegallath, Andrea y Fátima intentan mantenerlos alejados del hospital, uno tras otro cae destrozado, presa de las armas de ambas féminas; sin embargo, estos se reforman casi de inmediato para luego volver a la batalla, sin más fuerzas que las provenientes de su voluntad, retroceden hasta la puerta principal, en pro de evitar el ingreso al interior de las instalaciones.

-¡Infierno estelar! -gritó Lucy, desatando una tormenta de estelas de luz sobre cada uno de los entes.

Aunque la mayoría vuelan en pedazos, los Aisugoremu logran resistir el ataque de la niña quien es embestida por uno de estos, estrellándose contra una de las columnas, una línea de sangre se dibuja en sus labios, la cual mancha su ropa y parte del suelo; jadeando por aire, se arrastra como puede buscando poner distancia con su agresor, quien empieza a perseguirla por todo el estacionamiento, asustada por esto, finalmente choca contra un auto volcado.

-Lo siento -dijo Lucy mientras lloraba-, quise ayudarte onii-chan, pero solo soy una niña débil e inútil.

-¡Lucy, escapa! -gritó Andrea, tratando de ir con ella para ayudarla.

-Bruuuuuuuuuuaaaaaaaaggggggggg -gruñó el Aisugoremu, mientras alzaba el brazo derecho para liberar un golpe en contra de la pequeña.

-¡Onii-chan! -gritó de forma desgarrada, viendo fijamente al monstruo.

El Réquiem de AlessaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora