Era un club para omegas, ¿cómo iba a imaginar que uno de estos iba a llevárselo a la cama para darle la mejor noche de su vida?
"Es un omega, TaeHyung"
"¿Eso es un problema? Yo también lo soy"
- <3 -
-kooktae: (koo omega/top || th omega/bottom...
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Los gemidos de TaeHyung llenaban la cocina mientras se aferraba a la barra donde antes preparaba el almuerzo.
JungKook estaba hincado detrás de él, haciendo su mejor trabajo.
—¿Te gusta así?
—M-Me encanta.
TaeHyung solo vestía un delantal mientras que JungKook estaba desnudo en la parte de atrás, su pecho sudado resaltaba al igual que la tinta de sus nuevos tatuajes.
La puta maravilla.
—¿Te gusta lo que ves?
TaeHyung asintió entre jadeos, con la boca abierta, tratando de pronunciar algo más que no fueran sonidos de placer.
—¿Te gusta ver cómo tu esposo te folla en la cocina? ¿Cómo haces que mi polla se sienta jodidamente bien?
—¡Ahh!
—Lo amas. Amas ser mi maldita debilidad, amas que te toque y que te folle sobre donde sea. —siguió hablando con ese tono jadeante y grave.
—¡JungKook!
El omega no duró demasiado, era mucho el placer que sentía, solo bastó que su esposo lo bombeara un par de veces más para correrse en un gemido glorifico.
Incluso si sus piernas temblaban y su cuerpo entero se sentía anestesiado. No fue impedimento para moverse y dejarse caer de rodillas para tener a JungKook en su boca.
TaeHyung nunca superaría su obsesión.
—Mierda. —jadeó al ver a TaeHyung seguir, como si quisiera sacar cada parte de su semen para tenerlo en su boca. —Ven aquí, mi amor.
Quería abrazarlo y besarlo. Había tenía un excelente orgasmo.
—Espera Kookie.
Seguía hincado con sus ojitos viendo hacia su dirección, esos grandes ojos cafés brillando por tener a su esposo así.
—¿Qué pasa cachetón?
En esos siete años que habían pasado, el par de omegas no habían perdido el toque, seguían con su relación tan fuerte como al inicio o más.
Las cosas habían cambiado, pero nada que no pudieran adaptarse. TaeHyung seguía trabajando en el hospital junto a sus mejores amigos, era feliz atendiendo a sus pacientes.
JungKook, por su parte, a sus treinta y dos años seguía siendo uno de los boxeadores con más reconocimiento en su país y fuera de ese. La gente estaba loca por él.
U-Jin ahora tenía siete años. El niño era una ternura y un torbellino al mismo tiempo, podía acostarse y ver con sus padres alguna película sin preocuparse, pero también podía hacerlos correr horas y horas detrás de él en los juegos que se inventaba.
