ੈ Capítulo cinco

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5. Plan A.

Los golpes aterrizaban en el saco de boxeo a la rapidez de la manecilla, un segundo y el saco era golpeado salvajemente de nuevo

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Los golpes aterrizaban en el saco de boxeo a la rapidez de la manecilla, un segundo y el saco era golpeado salvajemente de nuevo.

La velocidad en la que ese omega entrenaba era increíble, muchos solían decir que atacaba como una bestia y se veía como un auténtico cordero.

Su rostro estaba serio mientras sincronizaba sus movimientos, esas mejillas blancas siendo iluminadas por un suave rubor por el esfuerzo, el sudor corría desde su abdomen marcado hasta sus trabajados muslos, su espalda ancha y brazos voluptuosos solo eran lo que termina de poner de rodillas a todos, eso sin contar como el brillo resplandecía sobre la tinta de colores en sus tatuajes.

Jeon JungKook no era una broma en lo absoluto.

Ese omega pelinegro de aspecto inocente mientras tenía el gesto relajado era el mismo diablo en el ring, y fuera de este también. JungKook vivía sus cortos veintiún años como si fueran los últimos, tenía sus intereses claros, a él no le interesaba socializar demasiado, ni tampoco fingir ser amable con cada ser que se le pasara por su camino, tampoco era un imbécil, o bueno, tal vez un poco, pero nunca cruzaba la línea, se mantenía en su lugar y esperaba que el resto hiciera lo mismo.

Estaba unido a una institución de boxeo, peleaba y avanzaba de categoría conforme entrenaba y ganaba sus combates, hasta ahora iba muy bien, había sido demasiado disciplinado para posicionarse en los mejores peleadores de Jung Hoseok, el alfa encargado de todo ese lugar y su entrenador. Aún recuerda lo que su madre dijo cuando le dio la noticia de que dejaría Busan para cumplir con lo suyo y ser un boxeador de liga, la mujer pegó el grito en el cielo, ¿cómo su único hijo omega se iría de casa para firmar su propia muerte? ¿Lo entienden? Una exageración completa.

JungKook le explicó y le dio a entender que nada lo haría cambiar de opinión, su padre fue el único que pudo convencer a su madre para dejarlo ir, y tres años después ahí estaba, acumulando logros y envidias por ser un omega en un ring donde su casta no se paraba demasiado.

Su vida giraba en torno a su trabajo, su entrenamiento y sus torneos, sumándole a eso sus viernes con final feliz, los cual había frenado desde que se acercaba la competencia donde participaría, no tenía la disponibilidad para nadie más.

¿Los alfas? No le iban, incluso si en el inicio de su adolescencia lo normal era que un omega estuviera con un alfa, a él nunca le llamó tanto la atención, incluso si ese chico con cabellos negros cuyo nombre ya olvidó tratara de cortejarlo, jamás le gustó. Caso contrario a los omegas, los dulces y delicados omegas eran como una clase de tipo para él, le encantaba follar con ellos, hacerlos gritar y dejarlos con las piernas temblando pidiendo por más.

JungKook disfrutaba tener encuentros con los de su misma casta, había tenido algunos líos de amigos con derechos donde duraban un par de meses y luego no volvían a verse, así era sencillo, sin drama ni relaciones atadoras que quitaran su tiempo, ¿o sea? Todo perfecto, al final de cuentas siempre eran acuerdos mutuos.

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