Capítulo 13

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Estaba haciendo una lista de puntos a tomar en cuenta si Lucifer aceptaba darnos una reunión con el cielo.

Tenía el pelo medio sujetado con un pinche para que no me estorbara en la cara.

El rey del infierno estaba en el sillón jugando con sus patitos de goma ya acabados.

Ha estado algo sobreprotector desde el insistente, pero de cierta forma hizo que me sintiera más tranquilo.

Mi celular sonó mostrando el contacto de Stolas.

-¿Qué tal todo? -pregunté alegremente por el aparato llamando la atención de mi acompañante.

-Bueno, por fin nos logramos divorciar -sonaba cansado.

-¡Felicidades! -esa señora era una bruja por lo que me enteré -debemos celebrar, ¿Te parece si vamos a comer a algún lugar?

Lucifer me empezó a hacer señas para que le diga con quién estaba hablando, mas me limité a señalar que se lo contaba después.

-No tengo muchos ánimos de salir -confesó -¿Y si mejor vienes en la tarde? Tengo libros interesantes sobre el cosmos que te quiero mostrar.

-Me encantaría -afirmé -¿Puedo llegar a las 17:30?

-Por supuesto -aseguró -nos vemos después.

-Nos vemos -me despedí y colgué -Stolas terminó su proceso de divorcio y lo voy a ir a celebrar con él -expliqué preparándome para salir.

-¿Ahora? -miró dudoso -¿No dijiste como en 3 horas?

-Voy a comprarle un regalo, si quieres puedes venir -ofrecí -no se me dan bien y apreciaría mucho una segunda opinión.

En lo que pasábamos por la recepción noté cómo Luci le echaba miradas de muerte a Angel.

-Charlie, vamos a salir un momento, pero volveré antes de la sesión de compañerismo de hoy -le avisé a la rubia antes de salir.

Realmente no tenía idea de qué comprar.

-¿Qué le puedes regalar a alguien para festejar un divorcio? -pensé en voz alta.

-Un pastel -afirmó mi acompañante -es muy rico.

-¡Eso es! -lo tomé del hombro -va a tener unas esposas rotas y chispas al centro. Debe decir "La libertad hace el postre más dulce".

Ya lo tenía en mi mente.

-Puede ser de moras con frambuesas y crema de vainilla ligera -propuse.

-Me parece bien, ¿Dónde lo podemos encargar? -se quedó mirando tiendas.

-Oh, no, no lo vamos a encargar -lo arrastré de la mano a un supermercado -nadie acepta un pedido así con tan poco tiempo -expliqué -tal vez tú seas asombroso cantando, guapo, amable, considerado y un asombroso inventor. Pero yo sé cocinar y hornear desde que tengo 6 años. ¡Haremos ese pastel realidad!

Declaré tomando de la tienda todo lo que necesito.

-¿Te gusta mucho cocinar? -preguntó sonriente.

-Me encanta -lo miré sonriente -una buena comida puede relajar ambientes tensos, y sanar almas. Por ejemplo, cuando los niños se fueron a vivir conmigo les preparé un Risotto con lo que tenía a la mano, maíz, cebollín, ajo, cebolla, pimentón y salchichas. Les gustó tanto que se volvió en un símbolo y luego siempre que alguien estaba triste se preparaba Risotto para subirle el ánimo.

-Suena como que esos niños realmente te quieren tanto  como tú a ellos -parecía que lo decía más para él, que para mí. Casi como si lo pensara en voz alta.

-Bueno, hago lo que puedo -me avergoncé.

Suspiré pasando las cosas por la caja mientras otros las robaban.

Nos fuimos hasta el hotel pasando directo a la cocina para ponerme un mandil.

-¿No me quieres ayudar? -cuestioné cuando noté cómo miraba el otro mandil.

-Yo, nunca he cocinado ni nada -comentó nervioso -solo... Terminaría arruinando tu pastel.

-¡No digas eso! -me acerqué y le abroché el mandil -todos empezamos en algún momento y lo más entretenido es aprender. Puede que se te ocurran ideas brillantes e innovadoras de cómo hacer las cosas y te sorprendas por lo bueno que eres, o que no quede bien a la primera y aprendas con la práctica.

Sin darme cuenta había tomado su cara entre mis manos.

-No será el fin del mundo si no lo haces de inmediato -expliqué mirándolo a los ojos -lo importante es que la experiencia sea valiosa para tí y lo hagas con el corazón.

¡Idiota! Tal vez lo estoy incomodando.

-Debemos lavarnos las manos -lo solté para ir al lavado.

Él se encargó de lavar las frutas y mientras yo preparaba todo para hacer la masa.

-Primero se pasa la harina y los polvos de hornear por el colador para que quede esponjoso -le mostré -a mí también me gusta pasar la mantequilla y los huevos porque así es más fácil integrarlos después y no te tienes que revolver mucho tiempo.

Él puso la mermelada para darle sabor y cubrió de harina los arándanos para integrarlos bien a la masa.

Mientras no miraba saqué uno y lo lancé a mi boca para probarlo.

-¿No eran para la masa? -se burló aún mirando para otro lado.

-Siempre prueba tus ingredientes, de esa forma sabes si se balancean bien o hay que hacer el pastel menos dulce -saqué otro y me dí la vuelta para dárselo.

Tenía las manos llenas con harina, así que se lo dí en la boca y me fuí a lavar las manos otra vez.

-Estan buenos -comentó.

-¿Verdad? -sonreí -hay pocas tiendas que venden productos parecidos a los del reino de los vivos.

-Aún no entiendo cómo acabaste aquí abajo con todos estos criminales -se rió -eres muy dulce como para esto.

-"Honrarás a tu padre y a tu madre" -volteó a mirarme -el mandamiento que incumplí.

No creo que se vaya a reír de mí si le cuento.

-Eso iba contra toda mi moral -aclaré -mi padre embarazó a mi madre de mi hermana cuando ella tenía 14 y él 24 siendo obligados a casarse por mi abuela. Ambos racistas, fumadores, alcohólicos y abusivos entre ellos. Mi padre la golpeaba, mi madre lo ridiculizó cuando le dió alzheimer en cada oportunidad que tuvo. Les pedí que se separaran, que era lo más sano, pero eso sería "vergonzoso" según mi madre. Al final ella murió de cáncer y dos días después falleció mi padre por su enfermedad.

Él solo me miraba.

-¿Cómo pude haberles respetado si ellos no se respetaban a ellos mismos? -suspiré -lo mejor era alejarse, cuando entendí que no cambiarían lo hice y no volví a contactar con ellos, pero eso me costó el cielo. Bueno, entre eso y que le disparé a ese policía.

Lucifer me abrazó fuertemente.

-Gracias por no reírte de mí -le devolví el abrazo.

-¿Por qué lo haría? -sonrió -yo sé lo que es tener un mal padre.

Le devolví la sonrisa aliviado.

Me sentía tranquilo habiéndole contado lo sucedido. Como si fuera algo que realmente quería hacer y se sintió mejor que lo respetara y no se burlara.

Así, entre bromitas, charlas y risas seguimos preparando el pastel en un ambiente cálido en todo sentido.

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