Cuando se encontraba en su atelier sumida en sus bocetos y telas todo era tranquilidad.
La música sonaba fuerte, distrayendo cualquier pensamiento intrusivo en su cabeza... Que últimamente eran muchos. Y todos con el mismo motivo en común: Charly.La verdad era que no sabía qué hacer al respecto. No sabía cómo sentirse. Aquello estaba mal, tan mal. Y pensaba en Zoca, y en qué le diría cuando su amiga le pregunté "¿Y como estuviste estos días?" O "¿Que has estado haciendo?".
Tampoco quería ir a buscarlo y pedirle una explicación, o hablar las cosas. Sabía que con Charly aquello era difícil.
Sintió un golpeteo en la puerta de la oficina que la distrajo de sus pensamientos. Volteó y vió cómo Luis se asomaba, con dos cafés en las manos.
Una calidez invadió su pecho, y sonrió con ternura.
– Luis, que sorpresa... No te esperaba hoy. – dijo acercándose a bajar la música, y al llegar a su lado lo saludó con un beso en la mejilla.
– ¿Te interrumpo? Perdón...
– ¡No, no! Para nada... De hecho estaba con lo tuyo.
– Traje café, en un rato voy a lo de Charly y quise dejarte esto de pasada. Y bueno, ver cómo estabas.
Ella carraspeó tomando el vaso que él le pasaba.
– Gracias por esto, que lindo detalle. – besó su mejilla en agradecimiento y le hizo una seña para que pasara. – Yo estoy bien, con mucho trabajo acumulado... Pero eso me ayuda. Últimamente mi cabeza está muy ruidosa, y tener mucho laburo me ayuda a pensar en una sola cosa y nada mas.
Él la miró apenado, y bebió un sorbo de su café.
– ¿No querés venir conmigo? Va a estar bueno, hoy no hacemos mucho más que algunos detalles técnicos.
– ¿A lo de Charly? No gracias. No nos llevamos muy bien que digamos... – hizo una mueca y bebió de su café. – Mhm... Ésto está riquísimo.
El sonrió satisfecho.
– Creo que por eso justamente estaría bueno que vengas, así se conocen un poco más y aflojan. Además por Zoca. – se encogió de hombros.
Parecía que cada cosa que decía se sentía como un puñal más en su estómago.
– Si, puede ser. Otro día mejor, igual gracias por invitarme. – sonrió. – ¿Vos cómo estás? El otro día iba caminando y Vi un lugar que me recordó mucho a vos...
– ¿Ah sí? ¿Cuál? – preguntó entusiasmado, sentándose en una de las banquetas. Liv se sentó frente a él.
– Era un restaurante italiano. No sé si no era el que me comentaste vos. Tenía esa clásica fachada, con sillas de madera, manteles a cuadros y fotos en blanco y negro en las paredes... Me acordé de vos porque, si mal no recuerdo, dijiste que uno de tus restaurantes favoritos era algo así.
Él la miró unos segundos en silencio y sonrió asintiendo con la cabeza.
– El de calle Cerviño. Te acordaste...
– Creo que si es ese.
– Me encantan esos lugares. Cuando entras, hasta podes sentir la calidez de la tradición, como si las paredes conservaran todo¿No?
– Si... – rió ella mirándolo asombrada ante cada palabra que él decía– Había un olorcito a comida casera, pastas más que nada y me dio la impresión de que era el tipo de lugar donde los clientes son como familia...
– Si, por eso me encanta tambien. Si te soy sincero yo prefiero los lugares que no buscan llamar la atención. A veces, el ruido y el bullicio nos distraen de las cosas importantes. Cuando estoy en un lugar así, siento que puedo ser yo mismo. Es eso. Lo simple.
–Si... Me sorprendes porque no todos los músicos de rock son así. Muchos– hizo una mueca haciéndolo reir – buscan el centro de atención, pero vos sos súper reservado.
– Si, el rock puede ser ruidoso y estridente, pero yo también creo en el poder del silencio y la introspección. No necesito los reflectores ni todo ese glamour... En éste caso la serenidad me da perspectiva y me permite apreciar lo que realmente importa.
– Sé que te lo deben decir siempre, pero de verdad no es común encontrar a alguien con esa actitud tan humilde y tranquila. De verdad me encantó haberte conocido, Luis.
– A mi igual Olivia. – mordió su labio inferior y dejo su café vacío sobre la mesa. Después prosigió mirándola de lado, casi entrecerrando sus ojos – ¿Que te parece si mañana te invito a cenar a ese restaurante?
– Me encantaría.
Luis, con su manera tan tranquila y centrada de ser, le daba a Liv una visión muy diferente de la vida.
Le recordaba tomarse el tiempo para disfrutar de los momentos tranquilos y lo lindo de las cosas cotidianas, simples.Como un momento para bajar a la tierra, por unos instantes. Y eso era lo que realmente necesitaba aquellos últimos días.
• • •
– ¿Qué haces, flaco?
Charly, como siempre, llegó tarde y con su energía caótica, sin reconocer cuánto esfuerzo le estaba costando a Luis estar ahí para él.
Luis estaba sentado en un rincón del estudio, revisando algunos papeles para el recital mientras esperaba a Charly. Cuando finalmente llegó, Luis levantó la vista, mostrando la paciencia que estaba perdiendo.
– Hace una hora llegué, Charly. – se excusó Luis no muy convencido parándose del asiento.
A su lado, colegas charlaban con él pero habían bajado la mirada, en señal de no querer meterse entre los dos.
– Ah si... Se me hizo un poco tarde perdón. – le restó importancia. – ¿Bueno, empezamos o qué?
Luis respiró hondo antes de responder. No quería ser duro con Charly, pero también quería ser claro en cuanto a sus límites y la importancia en respetar el tiempo de los demás.
– Mira, Charly, te lo digo como amigo: no podes llegar siempre tarde a todo. Entiendo que seas un tipo ocupado y que tengas mucho en la cabeza, pero cuando pedís ayuda, especialmente de personas que han pausado todo para apoyarte, necesitas ser más responsable viejo.
Charly encendió un cigarro. No le gustaban los reproches, de nadie. Pero con Luis, y la negra Sosa, eran las únicas excepciones en las que intentaba mantener la calma.
– Ya sé loco, perdón. No es fácil para mi ser organizado, pero lo estoy intentando. No te quise hacer perder tiempo a propósito tampoco.
– Y te entiendo, pero vos insististe en que te ayudáramos con el recital. Yo pause mi grabación para estar aca, y tus compañeros también están poniendo de su parte. Solo te pido que respetes eso. ¿Estamos claros?
Charly asintió, consciente de que Luis tenía razón.
No era común que alguien le hablara de esa manera, pero sabía que Luis lo hacía por el bien de él , de su carrera y por el respeto que se tenían entre ambos.
– Bue, vamos a ponernos manos a la obra, ¿te parece...?
– Dale.
– ¿Querés que pida algo de comer? ¿Comiste?
– No, no te preocupes. Yo justo antes de venir pasé y comí algo en lo de Liv. Le dije que venga pero estaba muy ocupada...
Aquella explicación desinteresada de su amigo llamó su atención. Volteó a verlo alzando la mirada de los papeles.
¿Así que se habían visto con Liv?
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No te animas a despegar | Charly García
RandomCuando Charly conoce a Liv, una diseñadora de modas y amiga de su mujer Zoca, queda cautivado por su encanto y su fuerte personalidad. Liv también se encuentra atrapada entre dos hombres: Charly García un alma caótica pero volátil, y Luis Alberto S...