XXV | La canción de Dante

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El "pequeño incidente" a Charly le había costado caro. Se había gastado (casi) todo su dinero, ese que estaba ahorrando para grabar el álbum nuevo, en pagar todo lo que había destrozado en aquella habitación del noveno piso en Mendoza.

Por supuesto que la noticia de que el rockero rebelde había destruído su habitación no tardó mucho en ser portada de todos los diarios de la provincia. Hasta viajo a buenos aires siendo un furor en todos los medios.

La entrevista la tuvo que dar obligado, ya no podía echarse atrás. Y por supuesto que la mayoría de preguntas fue por qué había destruido todo. Por qué siempre era tan caótico, y que mensaje quería darle a sus fans.

Estaba hinchado hasta las bolas. De todo. Y al estar consumiendo tan seguido, cuando estaba sobrio todo parecía estar mil veces peor. Era el peor bajón que podías tener, sin serotonina su vida se veía casi en blanco y negro.

Al llegar a Buenos Aires, rogaba porque Zoca no se entere en Buzios de lo ocurrido.

Y agradeció que en los ensayos con la banda nadie le pregunto nada, fingieron demencia y siguieron el ensayo como de costumbre para que él recital que estaba por darse salga lo mejor posible.

• • •

Olivia despertó por un sonido estridente. Era el teléfono que sonaba en la sala, se levantó adormilada sin comprender nada.

Quitó los largos mechones de cabello de su rostro, y vio por la ventana que afuera estaba de noche.

Levantó el tubo del teléfono:

– ¿Hola?

¿Liv, amiga? Habla Zoca.

Escuchó su típico acento portugués a través de la línea. Había estado ignorando sus mensajes de voz, y evitando llamarla hace tantos dias que por fin la había capturado de imprevisto.

Claro que no tenía ningún problema con Zoca. Zoca era su amiga. El problema era ella misma, era lo que había hecho.

Se incorporó casi de un salto sin saber qué decir, intento poner su mejor voz.

– ¡Zoca amiga! ¿Cómo estás...? Tanto tiempo.

Te deje un montón de mensajes, me tenías preocupada. Carla, tu asistente, cada vez que llamo me dice que estás ocupada. ¿Cómo estás, menina?

Se oía preocupada. Volteó a ver el reloj de la pared y éste marcaba las once de la noche. Al parecer, después de llegar del vuelo se había quedado totalmente dormida.

– Si, es cierto. Últimamente estoy con mucho trabajo... Perdón por no haberte respondido Zoca, amiga. Sabes que no es personal. Pero estoy bien, solo fue eso... Mucho trabajo.

Si, mucho trabajo. Pensó.

Me alegra oír que estás bien, y que solo fueron mis exageraciones. – se escuchó su voz a través de la línea. – Te extraño, tengo un montón de cosas para contarte... ¡Y seguro vos igual!

Cada vez se sentía peor. Pasó una mano por su rostro, pero no debía levantar ninguna sospecha.

Después de todo, la situación con la pareja de su amiga parecía no haber ido más allá de un tonto beso. O dos. Y también parecía que se había acabado oficialmente.

Se dedicó a poner su mejor actitud ante la llamada de su amiga. Hablaron de sus últimos días, de su retorno a su país de origen y lo feliz que estaba de reencontrarse con sus familiares y amigos sabiendo que ahora se quedaría ahí fija.

No te animas a despegar | Charly GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora