XXXVI | Monóculo fantástico

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Él se despertó lentamente, y volteó a verla. Luego sonrió volviendo a cerrar sus ojos adormilado.

– Buen día... – murmuró él con voz adormilada. – ¿Hace mucho te despertaste?

– No, hace un rato. Use tu ducha espero no te moleste...

– Por favor, ¿Cómo me va a molestar? – le dijo frotando su rostro para desperezarse y se sentó en la cama.

– Te desperté porque no me quería ir sin despedirme. – sonrió de lado, subiendo una mano a su mejilla.

– Gracias... Lo de anoche fue... – hizo una mueca y ella sonrió nuevamente. – increíble.

– Si, coincido.

Se acercó a dejar un rápido beso en sus labios de despedida.

– Me tengo que ir a trabajar, perdón por no poder quedarme.

– No, no no... Está bien. Andá, que no se te haga tarde.

– Gracias por todo. – dijo incorporándose. – Volve a dormir, descansa.

– Gracias a vos Liv. – dijo sonriéndole, aún sentado desde la cama. – Que tengas una buena jornada.

Ella se retiró de ahí, con una sensación de calidez en su pecho que no podía explicar y una sonrisa que no se le borraba del rostro.


• • •


Era una noche de entre semana y Liv estaba en su casa sentada frente a su escritorio, con la cabeza entre las manos. Había trabajado hasta tarde, revisando telas y terminando detalles para el gran proyecto que tenía que entregar pronto. El cansancio la había alcanzado, y sus ojos estaban pesados de tanto concentrarse en el trabajo.

Aquellas últimas noches con tanto cansancio de la rutina, pensaba en como le gustaría estar acompañada de alguien que la ayude a despejarse un poco.

Pensaba en Charly, porque era la primera persona que se le venía a la mente. Y después se reprochaba a si misma porque aquello estaba mal... Y pensaba en Luis.

A grandes rasgos Luis parecía ser el partido perfecto. El era todo lo que estaba bien y lo que necesitaba en su vida: era bueno, tranquilo, trabajador y siempre la apoyaba en todo.

Pero no podía ser. Su relación ya había quedado en algo casual, y no podía llamarlo en esas situaciones vulnerables. No quería confundir las cosas... Y entonces otra vez volvía a pensar en Charly.

Útimamente se veía seguido con los dos, pero con ninguno la cosa iba más allá que encuentros puramente sexuales. Un poco de diversión de un rato y ya.

El teléfono sonó, y ella dejó escapar un suspiro de exasperación. Era tarde, y no esperaba llamadas a esa hora.

– ¿Hola? – contestó.

Liv... Soy yo.

Escuchó la voz de Charly, y casi de inmediato sintió un cosquilleo en su abdomen.

Cerró los ojos suspirando. Lo había llamado con el pensamiento.

– ¿Qué pasa?– fingió desinterés.

¿Cómo estás...? Hace días no hablamos, ni nos vemos.

– Si, bueno... Estuve ocupada. – dijo ella obvia. – Pero estoy bien. Cansada nada más... ¿Vos?

Yo bueno, siempre haciendo algo... – respondió. – Che, ¿Que estás haciendo? ¿Me puedo pasar por tu casa un rato? Ésta vez llame antes. Hice bien, ¿O no?

No te animas a despegar | Charly GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora