XXXVII | Aspecto terrible

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Liv abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor de un cuerpo a su lado. La poca claridad de una mañana nublada se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con una suave luz grisácea.

Algunos días habían pasado, y ahora estaba acurrucada junto a Luis, ambos desnudos, su brazo descansando sobre ella de manera protectora. Podía escuchar su respiración, lenta y regular, y sentir el latido de su corazón contra su espalda.

La noche anterior había sido intensa, un torbellino de emociones y deseo. Habían terminado en su casa, y la conexión entre ellos había llevado a otra noche de sexo apasionado. Pero ahora, mientras el día comenzaba, sintió una oleada de incomodidad. No quería confundir las cosas, crear falsas expectativas. Después de todo su relación con Luis era casual y quería que siguiera siendo así.

Con cuidado, se deslizó fuera de la cama, intentando no despertarlo. Se levantó, agarró su remera del suelo y se la puso antes de salir de la habitación.

Se dirigió a la cocina sintiendo un hambre voraz, y mientras preparaba unas tostadas pensaba en aquellos últimos días:

Últimamente todo iba demasiado bien. Se veía con Luis de vez en cuando, y con Charly también. Tenía encuentros fugaces con cada uno por separado, y se podría decir que tenía lo mejor de dos mundos totalmente opuestos.

Pero las cosas no iban más allá que un rato de diversión. Había una serie de cosas que no aceptaba que ocurriese, nada que se asemejara a actitudes o pasatiempos que haría con una pareja.

Y se daba cuenta que en el fondo, muy en el fondo, le decía que no a todas esas cosas por temor a que le terminaran gustando.

Y para rematar la situación vulnerable, se percató de que ese hambre acompañado de algo más en su cuerpo le estaba diciendo que pronto le vendría la regla.

Llevó una mano a su rostro frustrada.

Cada vez que estaba en esos días, sus emociones tendían a ponerse en modo montaña rusa. Se ponía sentimental con facilidad y las pequeñas cosas podían hacerla reír o llorar en cuestión de minutos. No sería una buena idea ver a nadie estando en esos días, o previo a ellos. Eso solo empeoraría las cosas por varios motivos.

Y otra vez pensaba en que tenía miedo de que el vínculo con Luis o con Charly se volviera más fuerte de lo que podía manejar. Y porque esos días emocionales la hacían querer buscar a alguien que la cuidara, que estuviera allí para ella. Sabía que no podía permitirse ese tipo de dependencia emocional, especialmente en una relación casual.

Escuchó los pasos de Luis detrás de ella, y se volteo algo asustada.

– Buen día... – saludó el, adormilado, frotando sus ojos con las manos.

– Hola... ¿Hice mucho ruido, te desperté? – preguntó preocupada.

– No, no... Para nada.

Se acercó a ver qué estaba haciendo y la saludó con un beso rápido en los labios.

– Hice tostadas. – dijo señalando el plato. – ¿Te gustaría otra cosa?

– Tostadas está perfecto, el mate falta nomás... Igual te digo que con este día parece que podríamos hacer unas tortas fritas... ¿No? – pregunto mirando por la ventana mientras rascaba su nuca.

No te animas a despegar | Charly GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora